Ciao Princesa, ciao

Ayer por la noche, tras una dura jornada repleta de obligaciones, llegué a casa con la intención de seguir desarrollando la historia de nuestra amiga Pizpireta y su compañero de aventuras, porque creía que había llegado el momento de pararle los pies a Petunia o, por lo menos, debería intentarlo. Y es que, cada vez con una frecuencia mayor, me empezaban a llegar, en sueños, flashes del Campo de Giramares completamente desolado y con todos sus habitantes enfrentados. 

Así, me pasé un largo rato pensando en qué podríamos hacer mis personajes y yo para atajar la cuestión, pero ninguna de las opciones me convenció: Mentir a Petunia no podía ser una solución ni tampoco utilizar un conjuro o poción. Esas posibilidades quizá serían vistas por vosotros, mi querido montón, como algo sin ton ni son y me da a mí que no es cuestión.

Entonces, se me vino a la mente otra solución: ¿Y si le cortaba el tallo y adiós? ¡Puff! Eso ha sonado peor, recuerda, Esther, es un relato para niños, va a ser que no.

Ya veis que seguía como al principio de la narración: cansada, hastiada y, en definitiva, sin hallar una explicación al comportamiento de la «dichosa» flor. Pensé y pensé, pero nada encontré, así que decidí marcharme a dormir con el deseo de encontrarme con mis queridos amigos más allá del Umbral de los Sueños, pero, por desgracia, no lo logré y creo que ni soñé.

 A la mañana siguiente, me volví a encerrar en mi atalaya – habitación para, de nuevo, intentar solucionar la cuestión de la flor y ¿qué creéis que me pasó? Pues, nada, no alcancé la inspiración, pero, justo, cuando iba a cerrar mi «cuaderno mágico», encontré encima de mi arcón, una carta que me ayudó y aquí os la reproduzco:

Querida Esther:

Ya veo que, últimamente, andas con el dique seco de la creatividad. Además, ninguno de los tres, Mariquita, el Sapito y tú, sois capaces de parar la Ola de Mal. Si me permites opinar ( y si no lo haré igual) creo que vuestro problema es el siguiente (se me hace raro que no lo hayáis apreciado): ¿Cómo puedes pensar en opciones para derrotar al enemigo si ni tan siquiera sabes quién es? ¿No te parece que sería más adecuado conocer algo de esa malvada flor? Mira, esto es igual que si tienes que hacer un regalo de cumpleaños y no sabes los gustos del que te ha invitado ¿así pretenderías quedar bien? No, ¿verdad? Pues esto es igual, bueno, es lo que pienso bajo mi humilde opinión. 

¿Por qué no incluyes en tu relato un personaje cercano a Petunia o que sepa quién es bastante bien? Con esto, ejem, tampoco te estoy diciendo que tenga que ser, precisamente, yo (o bueno, sí), pero, por favor, actúa ¡yaaaa! ¿No te das cuenta que el tiempo es oro y que cada vez corre más en vuestra contra? 

En cualquier caso, piénsalo, yo quedo a tu disposición para contarte un haz de hechos, que te podrían causar admiración.

Firmado: M

Tras esto, me quedé sin mediar palabra; otra vez, un personaje se había puesto en contacto conmigo  para darme una lección y, en verdad, me parecía muy cierto lo que me decía: ¡Sí! Lo mejor sería incluir en el relato a alguien que supiera de Petunia para que me pudiera guiar y, también, a los demás. De hecho, M quería ayudarme, pero ¿quién se escondería bajo esa letra mayúscula? Mariquita quedaba descartada, ella no podía ser; entonces, un rato lo pensé y me vinieron a la mente unas palabras del Loro Or, en las que hablaba de una tal Princesa Margarita que, para él, era la más bella flor.

¿Acaso ella sería el personaje misterioso, pero, ¿por qué me querría ayudar?, ¿a qué se debía el tener tanta prisa en derrotar a Petunia?, ¿con qué armas contaría para luchar? Nuevamente, parecía un gran interrogante y no podía ser, pero, en medio instante, me dormí.

Cuando desperté, me encontré con una jovencita con una belleza semejante a la de las estrellas y, antes de tener ocasión, me habló: Hola Esther, soy la princesa Margarita. Sí, has sido muy lista, adivinaste que fui yo la que te escribió renglón tras renglón hasta llegar al colofón. 

He venido aquí para ayudarte, así que no te muestres tan tirante; creo que éste sería el único modo de salvarte. ¿Por qué no me incluyes en la narración? 

Yo, le respondí con muchas dudas: Bonita Margarita, me parece muy coherente lo que me refieres, pero tengo una pequeña objeción; verás, tú misma, me decías en la epístola que para vencer al enemigo hay que saber de él, pero yo de ti no conozco ni la punta de un regaliz, ¿cómo puedo saber que no formas parte de otro ardid de esa reina vil? (en ese momento, se me pasó por la mente que podía ser la misma Petunia disfrazada ¡qué desagradable situación!).

– Esther – me dijo seriamente – no quiero convencerte de nada; sólo te diré que hagas caso a los dictados de tu corazón. 

Amigos, no sé explicaros lo que sucedió en aquel instante, pero la muchacha irradió una gran paz, que me descolocó y acepté su petición. ¿Me estaría equivocando? Pues no lo sé, el tiempo lo dirá ¡Qué cosa extraña es el tiempo! 

No obstante, para saber un poco más de mi nueva incorporación, le pedí que me hiciera una breve descripción que, luego, se excedió y así me contó: Esthercilla, si me permites que me dirija así a ti, soy la princesa Margarita y prima de Petunia (¡vaya! ¡qué descubrimiento! ¡me quedé pasmada!); crecimos juntas y siempre nos llevamos muy bien: compartíamos risas, juegos, palacio… hasta que, en la adolescencia, esa situación cambió; yo, hice amigos en la región y, ella, a causa de su narcisismo extremo, sola se quedó. Juró, perjuró y hasta blasfemó, pero nada consiguió. 

Un día, decidí que se viniera con mis amigos y conmigo para que se terminara su soledad, sintiéndose una más ¡Quién iba a imaginar lo que allí sucedió! Todo iba fenomenal haasta le dio por hablar y preguntar: ¿Quién es la más bella flor de esta región? Y, ellos, que no podían albergar ni una sola mentira en su corazón, respondieron que yo. ¡Menudo revuelo se armó! Petunia gritó, se enfado y juró que caería, sobre nuestras cabezas, una terrible maldición, pero eso no nos causó ningún temor, pues no pensamos en las consecuencias de su odio tan atroz arrinconado en su pobre corazón.

Así pues, la paz duró poco en nuestro tranquilo reino, ya que mi prima se encargó de incorporar la variación; fue a la madriguera de la Bruja Cuca y le contó lo que sucedió; entonces, aquella, sin más dilación, le sugirió que emprendiera la siguiente acción: Le convertiría en dueña y señora del lugar para que, allá donde fuera, le pudieran aclarar; pero, en caso contrario, éstos se quedarían en off. Ella, a cambio, le tendría que entregar medio corazón junto con otra condición, que no le explicó, aunque nada le importó y aceptó. De este modo, la malvada bruja, hizo de ella una flor bella y narcisista con un horrible corazón.

– ¿Y eso le compensó? – dije yo sin entender nada.

– Pues, no sé, creo que no, pero ya no tuvo otra elección – respondió Margarita.

– ¿No? ¡Ajá! ¿Y se quedaría para siempre con esa imagen de flor? – le dije más sorprendida todavía.

– Sí… No… No lo sé… Es probable – dudó muchísimo la princesita – Ésta es una de las partes que no he podido descubrir.

– ¿Y qué otra parte te falta por saber? – pregunté otra vez.

– El antídoto que todo lo pueda restaurar; la pócima que acabe con tanta destrucción. Pero, bueno, para eso estoy contigo y, si quieres, con los otros amigos bonitos. ¿Qué me dices, Esther?

– Vamos a ver; tu historia me parece fascinante, aunque me surgen unos pequeños interrogantes: ¿Por qué esa flor tiene como ayudante a un Ruiseñor? ¿Y qué pasa con el Loro Or y Yo, el camaleón? Es que se comportan de un modo un tanto extraño.

– Petunia les cambió su condición cuando le dijeron que no era la más bella flor. 

– ¿Cómo? ¿Todo eso puede hacer una flor? – pregunté sin entender nada.

– Sí, la bruja le concedió esa facultad a cambio de entregar su medio corazón – afirmó categóricamente.

– Así que no eran animales – no daba crédito a lo que estaba escuchando.

– ¡Exacto! ¡Eso es! Eran humanos como tú y como yo.

Me quedé tan asombrada, que le tuve que volver a preguntar casi lo mismo: ¿Humanos? ¿como yo? ¿como tú? ¿y eso? ¡Jo! ¡Me parece increíble!

– Pero cierto, querida Esther, ya sabes que en el Reino de los Cuentos todo es imprevisible y está permitido ¿o no? – me espetó.

Eran humanos como Margarita y como yo, pero Petunia lo cambió gracias a que la Bruja Cuca le concedió ese extraño «don», cuando no le dieran la razón ¿acaso, también, movida por la envidia y el rencor?

– ¡Claro! – me dijo la princesa, que me había escuchado pensar en voz alta – Or y Yo eran amigos míos, los mismos que le presenté el día de su tremenda decepción; como no le dijeron lo estupenda que era, se enfadó.

– Perdona, princesa Margarita, por tanta pregunta, pero entiende que todo esto me genera un poco de desazón. 

A medida que avanzamos en la conversación, se me fueron aclarando algunas ideas, pero otras se me hacían más confusas todavía; por ejemplo, ¿qué  ganaba Petunia haciendo tanta mal?, ¿era más poderoso el hechizo que su voluntad?, ¿no se daba cuenta que tampoco era capaz de agradar ni siendo una bella flor? ¿por qué se empeñaba en continuar?, ¿a qué se debía engañar constantemente a Mariquita y al Sapito?… Ésas y otras preguntas no cesaron de deambular por mi mente, sin hallar ninguna explicación, pues Margarita no sabía más de lo que me narró, así que ¡se acabó!

– ¿Qué dices de «se acabó»? – me dijo Marga, que me había escuchado, de nuevo, pensar en voz alta. Querida, ejem, ejem, eso de «se acabó», va a ser que no. ¿Me has entendido bien? No y otra vez, no. Mira, es sencillo: me incluyes en tu plan narrativo con tus otros amigos y seguimos en acción, porque no nos vamos a rendir ahora ni mucho menos ¡Ni hablar! Se lo debemos a nuestro querido «montón», a Or y hasta al Ruiseñor.

– ¿¿¿¿Al Ruiseñor???? – me dirigí, a ella, estupefacta.

– Sí, también al Ruiseñor, porque no creo que, en realidad, quiera bien a esa flor. ¿No te has fijado que se comporta de un modo extraño y artificial con tanto piropo? Parece hechizado ¿verdad?

– Ahora que lo dices, tienes razón. ¿Será que ha sufrido algún tipo de encantamiento de tu prima la flor? – pregunté asombrada.

– Puede ser, pero eso ya no lo corroboré. Iremos a enterarnos también.

– ¡Genial! – dije, recuperando de nuevo la alegría. ¡No hay más que hablar! ¡Vamos a continuar con la función! (digo, con la acción) Y, de nuevo, se sube el telón y…

Aparece la Princesa Margarita ante los ojos cansados de nuestros amigos protagonistas. Inmediatamente, ella se presentó y relató todo lo que a mí me contó. Al final de la narración, no dieron crédito ante semejante «historión» y, nuevamente, no tardaron en ponerse en acción. Y, Marga, que conocía el Pantano de Cartón, les sugirió que se olvidaran del Lago Marrón y, en su lugar, recorrieran la Sierra Monumental; eso es lo que hicieron y no pararon hasta que se toparon con el Palacio del Sol, la morada veraniega de la reina del malvado medio corazón.

Y, amigos, ¿qué creéis que les sucedió? Pues… Eso lo veremos en la siguiente entrada de mi blog.

 

Moraleja:

Las Musas están un poco cansadas y son incapaces de mostrarme una moraleja en el día de hoy. ¿Alguno de mis lectores me querría ayudar?

Grazie mille, belli e buona notte a tutti!!!! Pues eso, buenas noches 🙂

Anuncio publicitario

Habemus nueva compañera de aventuras

– Me he cansado, amigos – les dije a mis queridos personajes.

– Esther, ¿eres tú?, ¿qué estás diciendo? ¿De qué te has cansado? – preguntaron los dos muy preocupados.

 – De luchar, de seguir con la aventura, porque la reina Petunia me lo está poniendo bastante difícil y, a vosotros, igual. De hecho, ahora mientras dormíais, me ha amenazado con llevarse a las Musas, las que me dan la inspiración, al Hueco Hondo sin Retorno, para que así se acabe la historia siendo ella la ganadora. Lo cierto es que estoy un poco preocupada al no saber bien qué hacer y, de ahí, viene el leit motivo, que no dejo de repetir:

ME HE CANSADO, ME HE CANSADO, ME HE CANSADO, ME HE CANSADO…

Y continué diciendo: Además, chicos, amenaza con meteros en situaciones aún peores de las acontecidas.

– Querida amiga Esthercilla, no has de preocuparte por nada, al menos por la parte que se refiere a nosotros, pues, gracias a ti y al vivir tantas aventuras extrañas, estamos aprendiendo a luchar; Mari aporta su jovialidad y, yo, mi sabiduría universal, así nada malo nos puede pasar. Y recuerda: 

LA UNIÓN HACE LA FUERZA

Y prosiguió: Aquí no hay dos fuerzas, sino tres o ¡qué digo! Un «montón».

– Perdona, sapito – le pregunté con extrañeza – yo sólo veo dos fuerzas: La de Mari y la tuya, nada de tres o de un montón.

– Vamos a ver, Esther. tú representas el número tres y el montón, pues, averígualo. 

– De nuevo te tengo que dar la razón. ¡Qué sapito tan sabio tengo! Y, a ver, con respecto a ese montón, quizá te estás refiriendo a la familia de Mariquita, ya que son muchos. Sí, será eso.

– Frío, frío, querida – dijo el Sapo con parquedad -.

– Mira, no sé; hoy es que con ese maldito leit motiv del «me he cansado», no acierto a dar una respuesta mejor – dije con cierta ofuscación -.

– Venga. ánimo, ahí va una pista; tienes que responderme a esta cuestión: ¿Por qué escribes?

– Para disfrutar y aprovechar el don creador.

– Muy bien. ¿Y nada más? – siguió el sapito muy preguntón -.

– Creo que ya está ¿o debería haber algo más? Porque no busco el éxito ni la fama, sino la felicidad (lo cierto es que nadie me había preguntado esto).

– Eso está genial, pero, mira, te voy a dar yo la otra razón: Escribes para que otras personas puedan conocernos y participar de nuestras historias. Piensa en Inés, Irene, Mariela, Amapola, Elena, Paqui, Patri, Fer y ¡buff! en todos los demás; ellos forman parte de ese peculiar «montón», pues son nuestra fuerza (y la tuya) para continuar y derrotar al Mal.

– Vale, querido Sapo, me has pillado – agaché la cabeza sin más para luego asentir -.

– ¿Qué crees que pensaría nuestro montón de amigos si cortas la historia de raíz? Ten un aspecto claro: Las Musas no te abandonarán, así que deja de sufrir, están junto a ti y, mientras quieras crear, nada ni nadie te las va a arrebatar; así que ¡a luchar!

– Eso digo yo, bonita, no te rindas; las dos somos miedosas, pero con toda esta legión de amigos, se acabó el temor ¿o no? Es más: Tenemos que confiar un poco y pensar que Petunia alberga todavía algo de bondad.

Mis personajes me dieron una lección alucinante que nunca olvidaré, de una importancia tal que no me quedó más remedio que avanzar: Juntos podríamos con todo o, al menos, lo intentaríamos porque te lo debemos a ti y a ti ¡A todos! 

Y, ya, cuando les iba a dejar progresar cerca de la Taberna con Aroma a Mar, Mari – Pizpi se volvió a dirigir a mí: Oye Esther, se me acaba de ocurrir una cuestión: ¿por qué no eliges a uno de tus amigos lectores para que nos acompañe en alguna aventura? ¿Qué me dices? Al menos hasta que lleguemos al Río de Regaliz, por favor.

Mariquita no dejaba de sorprenderme; lo que me estaba contando era algo que nunca me había planteado, pero que, posiblemente, podría funcionar. 

– Pequeño insecto, lo que me dices me parece un gran acierto, aunque me genera algo de desconcierto ¿cómo lo podemos hacer? – le pregunté.

– Esther, recuerda que la creadora eres tú, así que adivínalo tú. Espera, ¿no hablas siempre de la famosa simbiosis perfecta? ¿No es el modo que has creado para que unos y  otros nos podamos relacionar? Pues, no sé, utilízala o emplea otro procedimiento para convertir a una persona en personaje porque, en mi universo, todo vale – respondió Mariquita en tono serio y un poco borde.

– Simbiosis perfecta, persona personaje; estuve un buen rato dándole vueltas a esos conceptos y, al final, me centré: La simbiosis creo que está bien para empezar, y si mi amigo lector lo desea, se podrá adentrar en la otra dimensión si lo sueña (desea) de verdad. ¡Gracias, Pizpireta! – contesté muy contenta – ¡Eres genial! ¡Eres especial! ¡Ya está! Ahora nos toca decidir qué personita será la primera en ejecutar el «salto dimensional» (y es que así es como lo bauticé).

– Venga, pues piensa, maja, que el «tiempo es oro» y ya hemos perdido una buena parte del botín con tanto ir y venir – siguió respondiendo algo borde.

– Esta decisión me pone en un compromiso, porque cualquiera de vuestros lectores sería un personaje fenomenal. Jo, no sé qué decisión tomar. ¡Ah! ¿Por qué no elegís vosotros el merecedor de este galardón?

– ¡Claro! ¡Qué lista! Como tú no no quieres quedar mal, ale, que sean los personajes los que se la jueguen. Aventuras, desventuras, engaños, elección del lector – amigo – candidato a personaje ¿algo más, señorita?. Está bien, de acuerdo, lo haremos por ti, pero porque no nos queremos eternizar – me dijeron los dos en alta voz.

– Sapito, venga, un croac de redoble de tambores en el momento de la deliberación:

INÉS, MARIELA, IRENE, AMAPOLA, ELENA, FER…

– Ya está, elegimos a…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………

INÉS 

– Chicos, ¿os puedo preguntar el porqué? 

– Ya lo has preguntado igualmente; simplemente es porque estaba la primera en la lista jejeje.

– Está bien, mi geme es la primera en vivir una aventura especial (ya os tocará a los demás, quizá, así que no os celéis). ¡Ay! ¡Un momento! Creo que se nos ha olvidado un pequeño detalle.

 – ¿Cuál es? – dijeron los dos.

– Pues que tendremos que preguntar a Inés si quiere o no.

– Está bien, pero esa tarea te toca a ti, así que a hablar – dijo el Sapito.

En ese preciso instante, sin más demora, llamé a mi amiga Inés, rezando para que no me tomara por loca y le dije así: Geme,  ya sabes cómo está yendo la historia de Mariquita y el Sapito, que cada vez se complica más; el mal está ganando terreno y mis personajes, como medida de acción, han tenido una idea, que a mí me ha parecido bien; además, hace poco me contaste que querías conocer su universo, ¿no es verdad?

– Sí, claro, eso es lo que dije. ¡Aich! ¡Me tienes muy intrigada! ¿Qué es lo que pasa? 

Y  le dije muy rápido y nerviosamente: Pizpireta y el Sapo quieren que les ayudes y, para ello, tienes que entrar en la historia, cambiando tu ser de persona a personaje.

– ¡Uff! ¡Me encantaría! Aunque me da un poco de miedo a la vez y tampoco tengo mucho tiempo (¡Qué cosa extraña es el tiempo! Ya sabes que ando siempre liada con mis rutinas, pero, no sé, nunca me habían hecho una petición así – se notaba que Inés estaba muy nerviosa.

– Inés, te entiendo perfectamente; somos almas inquietas, que siempre necesitan sentirse útiles, pero, en este caso, necesito una respuesta rápida y contundente, ya que los personajes están impacientes por continuar.

– Esther, te digo que sí, pero tengo una cuestión: ¿Cómo he de hacer para acceder al Reino de los Cuentos?

– Buena pregunta, eso mismo pensé yo; te es familiar lo de la simbiosis perfecta ¿Verdad? Pues, simplemente, tienes que desear de corazón el poder entrar en dicho lugar; sueña y, ya, los duendes invisibles, se encargarán de lo demás.

Mi amiga, aquella misma noche, soñó (deseó) una y otra vez entrar en ese reino multicolor y, al final, lo consiguió. Mariquita Pizpireta y el anciano Sapo estaban esperando, a su nueva compañera de viajes, en la Taberna de Aroma a Mar, mientras se tomaban un brebaje de sal, algas y una pizca de caviar. Entonces, Inés, se acercó a ellos para presentarse y comenzó a hablarles así: ¡Ains! ¡Por favor! ¡Qué ilusión! Yo, en este rincón, con Mariquita Pizpireta y el anciano Sapo Azul – Grisáceo ¡No me lo puedo creer! Pero, he de confesar que tengo algo de miedo. ¿Me puedo sentar?

– Claro, siéntate, muchacha. Tú debes de ser Inés, la geme de Esther – dijo Mari.

 

– Y, bueno, una vez que ya estamos los tres, ¿qué os parece si pasamos a la acción? – tomó ahora la palabra el Sapo.

– ¡Síiiiii! – contestaron las dos a dúo, pronunciando un «sí» tan enérgico que hasta se escuchó en Sebastopol.

– Pues a la aventura se ha dicho. Querida amiga – le dijo el Sapito a su nueva compañera de andanzas -, ya sabes cuál es el medio de transporte que utiliza Mariquita aquí, así que súbete a mi rugoso lomo y ten cuidado de no aplastar a la pequeñita.

Así empezaron a funcionar, más contentos de lo habitual,  al atravesar la Senda del Buen Humor. Y, tras un rato bien largo, llegaron a la Casa del Lobo Feroz, que, por cierto, a Mari no le gustó, pues algo extraño intuyó. La puerta se encontraba entreabierta y no había ni rastro del aullador; pasaron los tres al comedor y la portezuela se cerró como por arte de magia (con candado y todo). Inés y Mari tenían mucho miedo, mientras Gris – Azulado intentaba sembrar la calma: Tranquilas y recordad que «la unión hace la fuerza», pero ellas seguían igual. Justo, cuando el Sapo terminó de pronunciar la última sílaba, resonó un trinar familiar, que dio paso al siguiente cantar:

«A los tres os quería yo ver

Inés, Mariquita y Sapo

sí, a los tres

Esta estructura parece una casa,

pero no lo es

muahahahaha

Y en ella yo  mismo

 os llevará a…

y allí…»

Y con eso terminó. Sí, queridos lectores, lo habéis adivinado: La malvada flor les había engañado otra vez (hasta estando Inés) valiéndose de la ayuda de su criado cantor. Sí, el mismo Ruiseñor.

Entonces, el pájaro continuó: Ahora, queridos míos – dijo irónicamente – os llevaré a la reunión con la más maravillosa flor – suspiró. ¡Qué porte tiene! ¡Qué elegancia! ¡Qué presencia! ¡Toda ella es magnificencia! ¡Me derrito ante su sublime inteligencia! Siguió y siguió dedicándole piropos a su amor, hasta que el Sapito, enfadado, habló: ¡Sí, claro! ¡Voy yo y me lo creo! Lo que quieres es que perdamos tiempo, nos cansemos, como le pasó a Esther, y volvamos al Vergel cuando se despierte Inés.

– Creed lo que queráis, sapo arrugado, cansado, alborotado y asqueado.

– Un momento, sin ofender ¿eh?, que te aplasto al segundo de decir «chitón» – nunca se había visto a Sapito tan enfadado, ni siquiera cuando cruzaron la Senda del Malhumor -.

– Sapito, déjalo, que sólo te quiere retar y conducir al mal – dijo Inés con mucha sensatez.

– Tienes razón, joven, entonces, pasaré.

– Sí, eres viejo y arrugado, inservible ya, estás un poco pasado, ¿te has enterado? – siguió el Ruiseñor, molestando.

– Y tú ajfgnmgfjsdsflfm. Mejor me callo, porque estamos en un cuento para niños y tampoco quiero irme con el mal.

– Sapo viejo y arrugado, estás fastidiado. Venga, Sapito, ven a coger al pajarito jajajaja.

Y, en ese momento, la Casa del Lobo Feroz se convirtió en una gran esfera multicolor de la que no tardó en escapar el Ruiseñor y a los demás atrapó; les costaba bastante respirar en aquel lugar y se empezaron a marear, aunque a lo lejos escucharon: Vamos, rápido al Pantano de Cartón. Así, un ejército de pájaros de diferentes nacionalidades sujetó el globo hasta que, en dicho sitio, se paró.

Ya, tras largo rato, nuestros tres amigos volvieron en sí y se encontraron con una amarga sorpresa: Aquello no parecía el Río de Regaliz y tampoco estaba la reina Petunia allí. Y, el Ruiseñor, también se diluyó ¡Qué extraña situación! Inés, quiso preguntarles a sus compañeros, pero, en ese mismo instante, se despertó y la simbiosis perfecta se acabó; enseguida, me llamó para contarme la experiencia: Esther, me ha encantado, por una noche, estar en el Reino de los Cuentos y sentir lo mismo que los demás personajes, pero me encuentro triste por no haberles podido ayudar a vencer a la reina Petunia. 

Yo, intenté que su pena se tornará en alegría y creo que, al final, resultó: Geme, hacemos lo que podemos, ya que cuando traspasamos el Umbral de los Sueños, todo se vuelve imprevisible.

Mientras, en el Reino de los Sueños…

Mariquita y el Sapito se encontraban más perdidos que nunca en el Pantano de Cartón y supieron que estaban allí por una inscripción: 

CARTÓN Y MÁS CARTÓN.

ESTO ES EL PANTANO DE CARTÓN.

SÍ, DE CARTÓN MARRÓN, 

ABAJO EL COLOR.

 

Era un lugar impracticable donde, obviamente, todo era de cartón marrón a excepción de un lago tirando también a ese color, que tenía al lado un enorme cartelón:

SUMÉRGETE EN MIS AGUAS Y VERÁS.

GANARÁS.

Nuestros amigos se enfrentaban a nuevos enigmas: ¿Qué pasaría si se sumergían en las aguas? ¿Qué es lo que ganarían? ¿No sería otra argucia de la flor narcisista y su amado el Ruiseñor? Quién sabe. Eso lo descubriremos en la siguiente entrega de las aventuras de Mariquita Pizpireta, el Sapito y otras hierbas.

¡Hasta mañana y feliz lectura! 

Moraleja:

«No hay dos sin tres». Si no recuerdo mal, después de tanta historieta, la Reina no ha engañado a nuestros queridos amigos una vez, ni dos, sino que han sido tres. Con esto no quiero decir que no debemos fiarnos de las personas, pero hay que andarse con ojo 🙂

 

 

Sueños reales

Mariquita y el Sapito se sumieron en un sueño muy profundo, con el deseo de descansar, en una pequeña gruta al lado del Jardín de las Flores de Colores.

El caso, es que no les vino la paz: Mari se pasó la noche de pesadilla en pesadilla con ensoñaciones que se le tornaron reales al despertad; soñó que la reina Petunia les había engañado, porque les había indicado un camino equivocado. Rápidamente, abandonó esos pensamientos, mientras observó como su compañero de aventuras parecía asustado.

– ¿Qué te pasa amigo?, ¿por qué te has despertado tan aturullado? – preguntó el insectito.
– Mariquita querida, me he pasado la noche de ensoñación en ensoñación y en todas se repetía igual sensación: Petunia nos había engañado dándonos un plano equivocado.
– ¡Ains! ¡A mí me ha pasado igual!, ¿ acaso no serán nuestras imágenes premonitorias? – interrogó asustada.
– La verdad es que es muy extraño, pues nunca me había pasado, pero no nos queda más remedio que continuar para este acertijo averiguar – dijo el Sapo anciano con firmeza.

Así, cuando despuntaron los primeros rayos de sol, decidieron pasar a la acción y, mientras, fueron de conversación, acerca del posible engaño de la reina atroz:

– Sapito bueno, ¿qué te parece se le decimos a Esther que nos venga a ayudar? Porque imagínate que lo del plano es verdad…

– ¡Ay, tienes razón! ¡No había caído en tan importante consideración! Entonces, ¿llamamos ya a Esther o nos volvemos al Vergel? – dijo Mari, que seguía muy asustada.

– Ahora mismo no sé, aunque, quizá debamos esperar, pero ¿esperar a qué? Lo mejor será continuar, pues es momento de ponerle fin a tanta maldad. No obstante, nuestra creadora nos podría ayudar; vamos a darle una gran voz:

– Esther, Esther, por favor, hazte presente, necesitamos saber si la flor nos ha engañado un «montón».

Entonces yo, desde la otra dimensión, intenté establecer la comunicación mediante una nueva simbiosis perfecta ¡no podía fallar pero… FALLÓ! ¿Cuál sería la razón? Lo único que pude decirles a mis queridos personajes, aunque con bastante distorsión, es que siguieran la misión teniendo siempre en cuenta los dictados de su corazón y, lo cierto, es que creo que mi mensaje les llegó porque lo llevaron, inmediatamente, a la acción: Miraron el plano y, después, de pasar por el Río de Cristal de Murano, se adentraron en la Senda del Malhumor.

Al principio, nuestros amigos, se sintieron como en otra dimensión, exultantes de emoción ¡Qué alegría! ¡Qué felicidad!, llegaron a corear, pues todo se había convertido en una delicia fenomenal, pero, a medida que fueron caminando, cambió la situación: Mariquita no quería continuar y su estado de ánimo iba pasando de «peor a fatal»; por su parte, el Sapo Azul – Grisáceo, estaba cansado de tanto vagar sin parar y sólo pensaba en dormitar. Mari, entonces, se bajó del lomo del anciano Sapo sin parar de refunfuñar, mientras que él le lanzó un asqueado ademán hasta el punto de marchar por sendas opuestas: Mari partió hacia el Bosque del Calor Abrasador y el Sapito hacia el del Frío Helador.

Ante tan terrible situación, no me quedó más remedio que actuar creando una nueva simbiosis, que esta vez si funcionó: Pero bueno, ¿a qué es debido semejante espectáculo?, ¿qué es eso de que cada uno camine por su lado sin sentido ni razón?, ¿no eráis tan amigos? Y, a ti Mari, ¿ya se te ha olvidado todo lo que el anciano Sapo te ayudó? Y ahora esto va para los dos: ¿qué me decís del consabido refrán «la unión hace la fuerza»?

Rápidamente, ante mis duras palabras, no tardaron en responder: Tienes razón, ¿por qué habremos sido tan mentecatos? Es posible que el malhumor provenga de una magia ajena a los dos – dijo el Sapo convencido de sus palabras y, enseguida, vio un enorme cartelón:

«SI HAS CONSEGUIDO TRASPASAR LA SENDA DEL MALHUMOR, SIN NINGUNA VARIACIÓN, TE MERECES UN GALARDÓN.

ADVERTENCIA: ESTE LUGAR PUEDE CAUSAR GRANDES ALTERACIONES EN EL ESTADO DE ÁNIMO, HASTA EL PUNTO DE SEPARARSE DE SU AMIGO MEJOR».

– ¡Eureka! ¡Ualà! Ahí justo está la respuesta de nuestros males. Sapito querido, lo siento, perdóname, por favor – dijo Mari muy arrepentida.

– Claro que sí, pequeña, perdonada quedas y, ahora, fuera penas. Ya sabes que te quiero de corazón y, también, siento de veras la terrible situación – respondió el Sapo, igualmente arrepentido. Ea, pues, pongámonos de nuevo en camino hasta el Río de Regaliz.

Poco tiempo después al lado del Pino Pirulí…

– Un momento, un momento, un momen… ¿dónde se creen que van? – les increpó una voz en off.

– Perdone, ¿es a nosotros? – dijeron los dos. No le vemos. ¿Qué es lo que nos impide pasar?

– Ciao, soy Yo – respondió con parquedad, de nuevo, la voz en off.

– De acuerdo, es usted, pero no tenemos ni idea de quién nos está hablando – refunfuñó el Sapo.

– Pues Yo, me llamo Yo, soy un camaleón y guardián de este lugar. Ah, sin tarjeta de peaje no pueden pasar, así que fuera a la de «ya».

– ¿Tarjeta de peaje? ¿Qué está diciendo? – respondieron los dos un poco asombrados.

– Sí, lo que oyen, están en la carretera principal Cadore, kilómetro 33 – musitó Yo, el camaleón.

– A nosotros no nos ha hablado nadie de peaje, de pasaje, ni de nada que termine por – aje. Me da que nos está engañando… – contestó enfadada Mariquita.

– ¿Me ven acaso con cara de mentiroso? Feo igual soy, pero engañador como que no – espetó enfadadísimo el camaleón tornándose de color rojo pasión.

– Pues, quizá no nos engañe, pero no tenemos tarjeta de peaje – pasaje.

– Pues, muy bien, no pasan y no hay más que hablar. Además, no tengo tiempo, aunque, a juzgar por su infinita perseverancia, parece que les sobra.

– ¡Otra vez estamos con el tiempo! ¿Qué les sucedía a los habitantes del Mundo de los Cuentos con eso del tiempo? – se quedó pensando en voz alta nuestra amiga Pizpireta.

– Vamos a ver, jovencita, no me haga enfadar, deje de desviar la conversación: Pasaje o no pasaje, ésa es la cuestión. Y si tiene necesidad de saber del tiempo, póngase en contacto con el Jefe Relojero – asintió Yo.

– ¿El Jefe Relojero? – Mari no salía de su asombro.

– ¡Claro! Es el que se encarga de medir y controlar nuestro tiempo en nuestro mundo y… Pero, no hay pasaje ¿verdad? – insistió el camaleón que ahora estaba de color marrón.

– ¡Cada vez lo entiendo menos! ¡Con lo fantásticamente bien que vivía en mi Vergel! Y, no, pare ya de preguntar siempre lo mismo: NO HAY PASAJE – respondió voceando la pequeña Mariquita.

– Media vuelta, pues – dijo muy agrio Yo.

– Señor, ¿no existe otro modo de poder llegar al Río de Regaliz? – comentó Mari entre lágrimas.

Y el camaleón se quedó con los ojos más abiertos de lo habitual, incluso parecía que se le iban a partir en dos: ¿El Río de Regaliz? ¿Por aquí? Es imposible llegar por aquí. Tendrían que haber tomado el Sendero del Buen Humor siguiendo todo recto hasta la Casa del Lobo Feroz; allí, a mano derecha, deberían girar para justo encontrarse con ese río monocolor. No obstante, es un lugar altamente peligroso, pues está lleno de alimañas. ¡El que les haya citado ahí no les quiere nada bien! ¡Uy, me entra un tremendo escalofrío de sólo pensarlo!

– Hemos sido citados por Petunia, tenemos que hablar con ella para que acabe con la maldición del Campo de Giramares, ya que la situación es insostenible para los habitantes de la región – explicó el insectito.

– ¡Petunia! ¡Ay! ¡Qué horror! ¡Ahora sí tengo mucho temor! Ella me heló el corazón y, ahora, ya no tengo sentimientos, aunque me encuentre con personas que son todo amor – sollozaba Yo.

– Yo, ¿qué es lo que hizo para que eso sucediera? – preguntó la Mariquita con gran curiosidad.

– Simplemente no le dije que era más bella que las estrellas y es que no sé mentir; para mí, era mejor otra linda flor: La Princesita Margarita, hija del rey Sol. ¡Oh, no! ¡Creo que he hablado en demasía!, seguro que la reina malvada me está observando y me ocasionará un daño todavía peor ¡Oh, cuánto temor! ¡Qué pavor! ¡Tengo que irme! ¡No tengo tiempo!

Y, al igual que e Loro Or y el Ruiseñor, se diluyó.

– Si es que sabía yo que esa flor altiva y presuntuosa nos estaba engañando dándonos un falso plano; entonces, nuestros sueños eran verdaderos. ¿Qué podemos hacer, Sapito? – expresó Mari.

– Bueno, si te fías de un anciano como yo, lo mejor es que sigamos mi intuición: No me creo a Petunia, pero sí he visto sincero al camaleón, ¿por qué no hacemos caso a la información que nos regaló? Busquemos sin temor la Senda del Buen Humor y luego la Casa del Lobo Feroz y ya la derecha…

– ¡Claro! ¡El Río de Regaliz!, pero, ¿cuándo llegaremos habiendo perdido tanto tiempo por aquí?

– Querida Mariquita mía, ¿también se te ha pegado lo del tiempo dichoso? Ahora lo que nos compete es llegar y hablar, así que deja el tiempo en paz.

De repente, apareció una gran ventana y, en su interior, un televisor de cristal, del que salió una carta que decía así:

«EL TIEMPO ES ORO Y CORRE EN VUESTRA CONTRA. DAOS PRISA. OS ESPERO EN EL RÍO DE REGALIZ.

FIRMADO: LA REINA PETUNIA.

P.D: ¡OH, PERDONAD! ¡QUÉ DESPISTE EL MÍO! ¡TUVE UNA CONFUSIÓN! ¿O NO? EN VEZ DE LA SENDA DEL MALHUMOR, QUISE DECIR DEL BUEN HUMOR, JA,JA, JA, ¡QUÉ EQUIVOCACIÓN! Y DESPUÉS, TAMPOCO VENÍA EL PINO PIRULÍ, SINO EL ÁRBOL COLOR AÑIL. ¿EQUIVOCACIÓN O NO? EN REALIDAD, OS ENGAÑÉ, SÍ ¿Y QUÉ? ESTAD MÁS AVISPADOS PARA LA PRÓXIMA ¿EH?. AHORA, YA EN SERIO, OS DEJO EL ITINERARIO REAL:

1. Os encontráis en el Pino Pirulí.

2. Seguid por la Senda del Malhumor hasta el final y os encontraréis con la Taberna de Aroma a Mar.

3. A continuación, pasad por la Senda del Buen Humor hasta la Casita del Lobo Feroz.

4. Girad a la derecha y ahí está el Río de Regaliz. No es difícil ¿verdad?

– ¡Claro! ¿Y ahora cómo alcanzamos a saber que no es otro ardid? – dijo desconfiada Mariquita.

– ¡No tengo tiempo! Recordad: El tiempo es oro y, más, para los habitantes de la región. Ciao, ciao, nos encontramos allí donde el Regaliz jijijiji.

Inmediatamente, se apagó el televisor, que soltó un mapa multicolor.

Nuestros amigos se encontraban igual que cuando se despertaron al lago del Jardín de los Bellos Colores (o quizá peor, pues al anciano Sapo le costaba mucho arrancar su motor).

El Sapito estuvo tentado de tirar la toalla, pero su amiga Mari no tardó en lanzar palabras de ánimo: Amigo, recuerda lo que nos dijo Esther hace un rato: La unión hace la fuerza. A ver, ¿cuánto es una fuerza + otra fuerza?

– Dos fuerzas – respondió el Sapo, sin entender muy bien.

– Muy bien, esto es lo que tenemos para continuar, así que vamos raudos a caminar – dijo animosamente el insectito.

– ¡Es cierto! ¡A caminar! – respondió, más animado, el Sapo. Hagamos, de nuevo, caso a mi intuición; busquemos la Senda del Buen Humor.

– ¿Y si nos ha vuelto a engañar? – dijo desconfiada la Mariquita.

– He dicho que hagamos caso a mi intuición – farfulló el Sapo Azul – Grisáceo.

Así, tiempo y más tiempo paso: Deshicieron sus pasos, avanzaron por la Senda del Mal Humor, pero ya sabiendo de qué iba la cuestión y, al poco rato, divisaron la Taberna del Aroma a Mar y…

Queridos amigos, aquí termina la historia de hoy. Si queréis saber más, os toca esperar 🙂

Moraleja:

«La unión hace la fuerza». Olvídate del horrible «Divide y vencerás» e intenta solucionar tus problemas en compañía de una mano amiga; seguro que así los obstáculos no te parecerán tan infranqueables y hasta los podrás derribar.

¡Buena lectura!

Mariquita Pizpireta y la aventura del Campo de Giramares*

– ¡Qué feliz soy! ¡Por fin he encontrado mi hogar y todo gracias a mi nuevo amigo el Sapo Azul -Grisáceo! – dijo Mariquita Pizpireta exultante de alegría.

– Un momento, bonita – le dijo una humilde servidora, pues acababa de crear una simbiosis perfecta con mis personajes y, especialmente, con ella; así, este hecho me permitió adentrarme un momento en el Umbral de los Sueños. Perdona, Mariquita, todavía no hemos terminado. ¿Podrías ayudarme en una empresa muy importante?

– ¿Cuál? Por favor, no me asustes, dime – preguntó muy intrigada.

– Quiero continuar tu historia y, para ello, obviamente, te necesito como «prota».

– ¡Puff! No sé si estoy preparada para afrontar este reto, ya sabes que soy tan miedosa como tú y, además, jo, me gustaría saber que para mí es fundamental, ¿a qué peligros me voy a enfrentar? – preguntó nerviosa la Mariquita.

– Querida Mari – le respondí con firmeza, pues tenía un as en la manga, ya que sabía que era bastante dócil, aunque con un cierto ego – tú tienes la última palabra, yo no te puedo obligar a nada, aunque si no aceptas tendré que llamar a Princesa, a Petunia, al Ruiseñor o al Sapo Azul – Grisáceo; seguro que alguno de ellos estará encantado con la idea. 

El insectito, después de mi estrategia, no lo dudó ni un instante, aunque, al mismo tiempo, me confesó que le iba a suponer dolor inmenso separarse de su mundo feliz y, más, cuando acababa de reencontrarse con su familia. Además, el principal motivo que le llevó a decidir tan pronto fue el mero hecho de nombrarle a la flor, ya que le tenía «ganas» y yo me estaba enterando en ese instante. Aquí os reproduzco sus palabras literales para que os hagáis una idea:

«Vamos, lo que me quedaba por oír, una flor protagonista de un cuento infantil… me parece que ya hemos tenido suficiente con el papel estelar de la rosa en El Principito; anda que no trajo por el camino de la amargura al pobre muchachito con sus órdenes constantes: «tráeme un biombo para que no me dé el aire y me pueda proteger de las fieras», «yo soy la única en el mundo para ti» y, bla, bla, bla. Mira, que no, que eso no puede ser. Acepto ser dócil y chiquita, con una gran dosis de ego, pero por ahí no paso, la flor de protagonista, no. No se hable más, ¿dónde tengo que firmar? Dime, corre, ¿dónde? Quiero empezar ahora mismo a sufrir y a disfrutar y, en definitiva, a vivir lo que tenga que pasar. Vamos allá».

Tuve que parar su intervención, porque si hubiera dejado que continuara, a día de hoy seguiría hablando sin cesar. Entonces le dije así: Querida, tranquila, el papel es tuyo, no tienes que pensar en la señora Petunia (al menos de momento, dije para mis adentros). Entonces, ¿estás realmente preparada para comenzar?

– ¡Claro que sí, ya te lo he dicho hace un momento¡ ¡Quiero empezar AHORA MISMO! – me gritó.

– Vale, vale, tranquila, no hace falta que me chilles. Ah, se me olvidaba, una cosita más: Te permito, a modo de regalo, que lleves contigo, para que pases tanto miedo, un compañero de aventuras – le dije en tono severo para que no se sublevara.

– Gracias, Esthercilla, perdona por los gritos, es que estoy muy nerviosa. ¡Cuánta amabilidad! ¡Un compañero de aventuras! ¡Eso suena ideal! – contestó con un tono emocionado.

– Está claro que descartas a Petunia ¿verdad?

– Por supuesto, esa flor es muy altiva, engreída y narcisista, nos llevarías como el perro y el gato. Pero, jo, estoy indecisa… salvo lo de Petunia no tengo claro a quién me llevaré porque, por ejemplo, papá sería genial, aunque casi prefiero que se quede en el Vergel cuidando de mamá y de mis veinte hermanitos. Y, el Ruiseñor, no es que, precisamente, me quiera bien, pues me trató de un modo similar a la altiva flor. Con Princesa no he tenido relación y ya sólo me queda el Sapo Azul – Grisáceo ¡Sí, con él me quedaré por ser el más anciano del lugar y seguro que me podrá ayudar!, además, cuando voy subida en su rugoso lomo, llevo tanta seguridad que parezco hasta levitar.

De nuevo, vuelvo a crear otra simbiosis perfecta para convocar a esta reunión al Sapito Azul – Grisáceo; éste llega en un abrir y cerrar de ojos, entonces le digo: ¿aceptas ir de aventuras con tu querida amiga Mariquita? Él no opuso ninguna resistencia, así que llegados a este punto, les tuve que aclarar una cuestión:

«Es cierto que os he creado, eso nadie puede dudarlo, pero lo que también es verdad es que, hasta un determinado instante, soy dueña de las historias, pues, hablando desde la experiencia, no tengo ni idea de por dónde me van a llevar – os van a llevar – los ríos de la imaginación ni el capricho de las Musas. De hecho, en muchos casos, seguramente, seréis vosotros los que me sorprendáis y llegaréis a saber más que yo·.

Parece que, a juzgar por sus miradas, no me creyeron, aunque me lanzaron un «sí» estridente al unísono, que resonó en toda la casa. No obstante, se sentían en deuda conmigo por haberles dado la vida y, como signo de gratitud, aceptaron llevar a cabo la aventura.

Ya, una vez que dispusimos todo, dejamos aparcadas las palabras por un tiempo para dar paso a los hechos y emprendimos la misión. Mariquita le contó a su familia la decisión y ellos le dedicaron la siguiente canción:

«Mariquita se marchó

y su familia lloró y lloró

entonces una enorme nube gris

todo lo cubrió.

¡Qué tristeza! ¡Qué desazón!

Mariquita se marchó

y se nos heló profundamente 

el corazón.

Desconocemos los peligros 

por los que pasará,

pero es algo que 

no queremos ni pensar.

¡Qué tristeza! ¡Qué desazón!

Tenemos hielo en el corazón,

porque nuestra Mariquita

se nos marchó 

al Campo de Giramares

y a encontrar otros lugares.

Muy solos nos dejó».

 

¿Qué es eso de que me marcharé al Campo de Giramares? ¿Por qué? ¿Qué se me ha perdido allí? Además, eso debe estar muy lejos… – la Mariquita ya empezaba a presentar signos de rebelión y eso no tenía razón de ser.

– Querida Mariquita, acabamos de empezar, ¿no crees que es un poco pronto para quejarse? – intenté que entrara en razón.

– Es cierto, Esthercilla, perdona, no lo volveré a hacer – me respondió avergonzada.

Mariquita entendió que su papel protagonista no era en vano y que el hecho de ir al Campo de Giramares, tampoco lo era; entonces, se subió, lo más rápida que pudo, al Sapito, pensando en qué es lo que el futuro les iba a deparar.

Nuestros amigos, en cuestión de horas, pasaron por las cuatro estaciones, aguantando todo tipo de inclemencias y, por fin, cubiertos de nieve, arena, hojas seca y flores multicolores, llegaron al lugar señalado. Allí, se encontraron con el Loro Or, llamado así porque acostumbraba a hacer rimas con esa terminación y que era dueño de la plantación; éste, enseguida, les comentó: 

«Buenas tardes queridos, aquí me presento, soy el Loro Or, dueño de esta humilde plantación. Como bien sabéis, os he convocado a través de la canción dedicada a Mariquita porque necesito que me ayudéis a mi enemigo fatal: Una malvada flor sin corazón altiva y engreída.

– ¡Uy! Esto me es muy familiar – dijo Mari para sus adentros, aunque el Loro lo pudo adivinar y, acto seguido, les explicó la situación.

– Sí, dulce Mariquita, es justo lo que estás pensando; hablo de Petunia, el ser más malvado de esta región, no tiene corazón y, en caso de tenerlo, sería muy atroz; ha lanzado una terrible maldición sobre mi sembrado impidiendo que los giramares se activen y puedan dar amor a los habitantes de la región;  de este manera, todos andan sumidos en el tedio más atroz y están poniendo en marcha una rebelión. Todo ha sido por decirle que no es más bella que las estrellas, y es que bajo ese aspecto inofensivo, se esconde un monstruo increíble, capaz de llevarlo todo a la destrucción.

– Ya decía yo que lo de que no me cayera bien era por algo, pero desconocía que pudiera ser tan cruel. Sabía  lo de su narcisismo extremo y su falta de tiempo ¡El tiempo! ¡Qué cosa extraña es el tiempo!, aunque no podía atisbar, ni de lejos, semejante abominación.

– Sí, querido instectito de traje carmín y negro, incluso hay más, hechos que tendrás que descubrir por ti misma junto con tu amigo el Sapo corredor; no perdáis más tiempo, andad sin temor y ayudadnos a salir de esta dolorosa situación.

– De acuerdo señor Or – dijeron los dos amigos a coro – pero, espere, un momento, ¿cómo podemos hacer para derrotarla? No tenemos demasiadas fuerzas.

Y el Loro respondió sin más explicación: Buscad en vuestro interior, ahí tenéis la solución. Buscad en vuestro interior… Y acto seguido, se esfumó. Mariquita y el Sapito se quedaron sin entender pero, a su vez, se vieron obligados a emprender la primera misión: Vagaron  por caminos inhóspitos, subieron peñas escarpadas y descendieron por cataratas gigantes y, por fin, lograron llegar de una pieza al Jardín de los Bellos Colores; aquel lugar había cambiado por completo desde el día que Mariquita lo cruzó por primera vez: la hierba y los árboles estaban secos y las flores se habían marchado junto con los ruiseñores. ¡El panorama era desolador! ¿A qué se debería esto? Tampoco quedaba rastro alguno de la narcisista flor, aunque, justo en su lugar estaba un pájaro que cantaba sin parar: el señor Ruiseñor ¡Qué extraña situación! Éste no tardó ni un instante en dirigirse a ellos: Anda, si ya estáis aquí, os estaba esperando – todos esperaban a nuestros amigos -, mi querida ama, la reina Petunia,  os ha dejado un recado en el centro de este Giramar, porque parece que de Giramares va la historia ¿no?:

Imagen

 

Y aquí tenéis el plano (perdonad, pero es que los dibujos no son mi fuerte, creo que mis personajes al menos se orientarán):

Imagen

_ Ruiseñor, ¿desde cuándo Petunia es reina? ¿Y lo de ser su súbdito? ¿Cuándo se ha dado esta situación?  – preguntó Pizpireta.

Y es que sus corazones habían cambiado o nos habían engañado cuando Mariquita se encontró por última vez con los dos.

– Perdonad, pero no tengo tiempo, me marcho esta misma tarde a Nueva York hasta recibir noticias de mi bella flor, que es la única que llena todas las partes de mi corazón. Y después de decir estas palabras, se diluyó, al igual que hizo Or.

Mientras tanto, yo, desde el otro lado, no daba crédito a lo que estaba sucediendo: Petunia se había convertido en una reina malvada, que atemorizaba la región y tenía como súbdito al Ruiseñor. ¡Esta flor había realizado un papel magistral de engaño sin igual! ¡Menos mal que Mariquita aceptó ser la protagonista! ¡Si no en un parpadeo o dos, lo más seguro es que se hubiera terminado la narración!

Y si no salía de mi asombro, mis personajes aventureros tampoco se quedaban atrás, pero lo que teníamos bien claro los tres es que debíamos continuar, pues queríamos saber qué se traía Petunia entre manos y, más aún, salvar el Campo de Giramares era una cuestión fundamental.

Entonces, amigos, ¿queréis saber cómo sigue la historia? ¿Seguro? Venga, gritad un «sí» tan grande que se enteren hasta en el Polo Norte, a la de tres: 1, 2 y… ¡Genial! ¡Así me gusta! Entonces, tendréis que esperar a la sexta entrada de mi blog, porque ahora ya es tarde y tenemos que descansar; os prometemos que cargaremos las pilas para ser fuertes y vencer el mal en el Río de Regaliz.

———

Moraleja: 

Las apariencias engañan, cada vez más y si no que nos lo digan a Mariquita Pizpireta, al Sapo Azul – Grisáceo y a mí. Por el contrario, no juzguéis gratuitamente, y, si tenéis la oportunidad, haceos el regalo de poder conocer de verdad a los demás.

Besos y abrazos desde el otro lado del Umbral de los Sueños.

 

—-

*Híbrido de girasol y margarita, originario del Umbral de los Sueños, aunque, también puede encontrarse aisladamente en el Reino de los Cuentos.

Traspasando el umbral de los sueños

La noche pasada prometía ser apacible: Me metí en la cama ya entrada la madrugada tras haber terminado mi último relato y darle muchas vueltas al siguiente, pues las Musas se resistían a acompañarme.

Acto seguido, cerré los ojos y comencé con mi ritual nocturno: Visualicé, en mi mullido colchón, todo lo que debía haber realizado durante el día y que no hice y, viceversa; por una vez, en mucho tiempo, y sin que sirva de precedente, se volvió a equilibrar la balanza tras el período que decidir bautizar como «Gris inestable casi negro», pues así es como lo veía absolutamente todo sin excepción.

En un instante, me dejé abrazar por Morfeo sin oponer resistencia alguna e, inmediatamente, entré en una de las fases de sueño profundo, tanto que ni el Príncipe más encantador ni el Ogrito más ferocito habrían sido capaces de hacerme despertar.

Así, casi sin darme cuenta, comienzo a recorrer un universo mágico en el que poseo la capacidad de volar incluso más alto que los propios pájaros y de tocar las nubes con la punta de los dedos, mientras suenan los primeros acordes de mi canción favorita; aterrizo sin problemas, recorro campos de algodón de azúcar y bebo chocolate caliente de un riachuelo por el que nadan peces de caramelo. En definitiva, estar en ese lugar agradable, es una verdadera delicia para los sentidos.

Pero, de repente, mi sueño da un giro inesperado, ya que el paisaje cambia por completo: Ahora camino por un campo de girasoles, en el que se funden unos con otros y que ,en la lejanía, producen la sensación de haber sido pintados por el mismísimo Van Gogh.

Empiezo a sentir un calor exacerbado en medio de la plantación, pero, por suerte, me topo con un sendero por el que jamás he transitado; decido seguir la marcha sin pensar en las consecuencias que el hecho me podría acarrear. Pero, ¿qué consecuencias? Si el sueño es mío, en teoría, no debería acabar mal ¿no? Al menos, es lo que me decía para no tener miedo.

«Esther, no tengas miedo, venga, sé fuerte, que no pasa nada, si es tu historia…», es lo que me iba repitiendo constantemente, pero la desazón no tardó en aparecer: Una niebla muy densa empezó a indicarme, indirectamente, que mi mundo de cuento de hadas se había evaporado dando lugar a otro ¿quizá de pesadilla?

Inmediatamente, quise rectificar mis pasos y retornar al riachuelo del chocolate caliente, pero me fue imposible, porque todo había desaparecido; así que, sin más remedio, seguí avanzando hasta que me dí de bruces contra un gran portón de madera, que contenía una inscripción personalizada: «Esthercilla, te estamos esperando. Traspasa el Umbral de los Sueños».

Pero, ¿cómo era posible que supieran lo de «Esthercilla» si así solamente me llamaban mis amigos? ¿Quiénes serían mis anfitriones? ¿Qué era eso del Umbral de los Sueños y por qué tenía que traspasarlo? Vivía sumida en un mar de dudas y el sentimiento de miedo volvió a saludarme (sí, lo reconozco, soy una miedosa empedernida, cuando repartieron el miedo yo me lo cogí casi todo…).Conté hasta tres, me serené un poco y atravesé la puerta: Allí no había nada ni nadie, a excepción de un pequeño camino que me condujo a otra puerta similar a la anterior, aunque de unas dimensiones bastante más pequeñas. Nuevamente, otra inscripción: «Esthercilla, ya que has llegado hasta aquí, venga, traspasa el Umbral de los Sueños. No lo dudes. Firmado: 2P, M, R y S».

¿Otra vez con lo de «Esthercilla»? Imposible que mis amigos se traigan tanto lío y no me hablen directamente. ¿Y eso de 2P, M, R y S? ¡Qué extraño! Se me ocurrió pensar en personas de mi entorno con esas iniciales y, que a su vez, se conocieran entre ellas, pero el latido agudo de mi corazón, anuló toda capacidad de razonar a causa del temor y fui incapaz de dar con el resultado del extraño acertijo. La presión era más fuerte por segundos, hasta el punto de hacerme perder el conocimiento por unos segundos.

Cuando desperté, me hallaba en el lugar de partida: Mi habitación – atalaya, mi sitio preferido para dar vida a mis personajes y, hablando de ellos, ¿sabéis quiénes estaban allí esperándome? Seguro que, llegados a este punto de la historia, habéis sido más avispados que yo.

Frente a mí, sentada en mi escritorio, pude observar la imagen de una muchacha con mirada nostálgica, que contaba las gotas y los goterones durante los días de lluvia en recuerdo de sus abuelos. ¡Sí, allí estaba la mismísima Princesa! Pero, no venía, sola: En su mano derecha se había posado un insecto vestido de rojo y negro y, en la izquierda, un pájaro cantor. ¡Claro, amigos, también le acompañaban Mariquita Pizpireta y el Ruiseñor! ¡Jo y hasta Petunia y el Sapo Azul – Grisáceo! ¡Qué genialidad! ¡Mis personajes reunidos en el mismo sueño – cuento! ¡Era algo inaudito! (al menos para mí)! Pero, ¿qué querrían decirme?, ¿Por qué me hicieron traspasar aquel umbral?

No tuve tiempo ni de intentar responder a mis interrogantes, ya que, Princesa, que se erigió en portavoz del grupo, no tardó en dirigirse a mí con un contundente «tenemos que hablar». Aquel » TE – NE – MOS QUE – HA – BLAR», resonó fuertemente en todo mi cuerpo y, de nuevo, el nerviosismo se apoderó de mí. ¿Nerviosa de qué? ¿Por qué tendría que estar así? Esos personajes me pertenecían, yo los había creado, habían salido de mi imaginación y no me podían causar ningún daño ¿o quizá sí? Me vino, como un flash, a la mente, el desafortunado suceso de Augusto Pérez y Don Miguel de Unamuno en Niebla
. ¡Un personaje rebelándose contra su creador! ¡No, eso no me podía pasar a mí! ¡No estaba preparada para afrontar un golpe de esa envergadura!¡Me negaba a creer que pudiera suceder!

Todo era un ir y venir de pensamientos negativos, que me iban sumiendo en un verdadero mundo de pesadilla. ¡Mis personajes contra mí! ¡No, no, no…!

La chica de la nostalgia, al ver que no me encontraba nada bien, comenzó a hablarme en un tono cándido y sereno: «Esther, tranquilízate, de verdad. Te noto muy preocupada. No tienes nada que temer. Como tú misma has referido en voz alta, no estamos aquí para hacerte ningún mal. No somos otros «Augustos Pérez». Relájate. Mira, bebe un poco de agua que te hemos traído del Manantial del Vergel de las Aguas Cristalinas.

No dudé ni un instante de las palabras tranquilizadoras de Princesa, una de mis criaturas más queridas, veía sinceridad en su mirada, así que pude relajarme del todo y bebí varios sorbos de agua.

A continuación tomó la palabra el anciano Sapo Azul – Grisáceo y se dirigió a mí diciéndome: «Querida amiga, queríamos que traspasaras el Umbral de los Suelos para que conocieras el lugar en el que habitamos cuando dejas de escribir sobre nosotros o nadie nos lee. Además, también nos sentíamos en la obligación de decirte un gracias mayúsculo, por habernos dado la vida para que otros nos puedan conocer, así que no tienes nada que temer».

Ante tanto elogio, no fui capaz de articular palabra alguna y, ya, mi rostro se ocupó de hablar: Tenía una enorme sonrisa dibujada y es que, ¿es para menos si esos seres tan peculiares que has creado, con tanto cariño, salen por un momento de su universo para darte las gracias? ¡Pensadlo! ¡Os dejo que lo penséis con calma y me lo contáis!

Y, escucha, querida amiga, dijo, por último, la flor altiva, cuando creía que todo había terminado y era el momento de despertarse: «Recuerda, grábalo a fuego en tu corazón. No olvides jamás que para que se produzca una simbiosis perfecta entre creador y criaturas has de creer, con certeza, en tus historias».

SIMBIOSIS, SIMBIOSIS, SIMBIOSIS…

Fue la palabra que me trajo de nuevo al mundo real de una manera estrepitosa. Abrí los ojos poco a poco, me hacía daño la claridad del sol cuando empezó a mandar los primeros rayos sobre mi ventana. Miré hacia mi mesita de noche y encontré algo que no había dejado la noche anterior: Era un híbrido entre girasol y margarita – o eso me parecía -, que tenía alrededor del tallo un nombre y unas palabras:

QUERIDA ESTHER:

LO QUE TIENES ANTE TUS OJOS, ES UN GIRAMAR, UNA EXTRAÑA MEZCLA DE GIRASOL Y MARGARITA, QUE SÓLO CRECE EN EL PARAJE MÁS ALTO DEL UMBRAL DE LOS SUEÑOS. TE LO HEMOS DEJADO MIENTRAS DORMÍAS PARA QUE TE ACUERDES DE NOSOTROS. DE TODOS MODOS, YA SABES DÓNDE ENCONTRARNOS CADA NOCHE; SIMPLEMENTE TIENES QUE ENCARGARTE DE CREAR UNA SIMBIOSIS PERFECTA. CREE EN LO QUE ESCRIBES. FIRMADO: 2P (Princesa y Petunia), M (Mariquita Pizpireta), R (Ruiseñor) y S (Sapo Azul – Grisáceo).

Tras leer y releer la nota con una alegría inmensa solamente acerté a decir

……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………

SIMBIOSIS

Dedicado a todos los lectores de mi pequeño universo, porque sin ellos Princesa, Petunia, Mariquita Pizpireta, Ruiseñor y Sapo Azul – Grisáceo no habrían podido atravesar el Umbral de los Sueños. Ellos ya forman parte de vuestro mundo y, en su nombre, os doy las gracias 🙂

Buscando la senda

– Pero, ¿qué está haciendo? ¿No se da cuenta de lo que acaba de realizar? ¡Me ha rozado el tallo! ¡Quítese de aquí y márchese ahora mismo! – dijo la Petunia altiva y engreída a la señorita Mariquita Pizpireta, que andaba buscando su hogar.

– Perdone, señora, es que me dejé llevar por la emoción al ver una flor tan hermosa en estos parajes, que quizá podría ayudarme a encontrar el Vergel Florido de las Aguas Cristalinas, pues allí reside mi familia.

– Imposible, señorita ¿o acaso no se ha fijado que estoy ocupadísima contemplando mi belleza inigualable? Además – repuso, la flor – soy nueva en estos parajes, no tengo tiempo y tampoco sé de qué vergel ni de qué historia me está hablando. ¡Ah! Pero, igual, podría preguntarle al Ruiseñor, el pájaro cantor, que habita en el Roble Centenario de la siguiente encrucijada.

– De acuerdo, señora, así lo haré – respondió casi sin voz la pequeña Mariquita.

Mariquita andaba y andaba sin tesón, cruzando una senda y otra más, un rincón y otro rincón, hasta que se encontró con el nido del espléndido Ruiseñor y así le habló, con algo de temor, tras las palabras áridas de la flor narcisista:

– Escuche, señor Ruiseñor, ave canora y dueña de este rincón, estoy aquí abajo, soy pequeñita, de color rojo con manchas negras, ¿alcanza a divisarme? – repuso el pequeño insecto.

– ¿Quién osa a interrumpir mi paz? – contestó secamente el Ruiseñor.

– Soy yo, Mariquita Pizpireta, un insecto que viene del  Bosque del Invierno y va en busca de su hogar, el Vergel Florido de las Aguas Cristalinas. Verá, es todo un remanso de paz y dulzura, un resquicio de primavera, en el que todos somos felices y no existe el mal.

– Muchacha, pienso que no está demasiado lejos de aquí ¿o sí? Mira, no sé, la verdad es que ando con el jet – lag, porque acabo de volver de visitar a mi mejor amigo, el Petirrojo, que se ha mudado a Nueva York. Además, ¡no tengo tiempo! Si acaso, pregunta al Sapo Azul – Grisáceo que, por ser el más anciano del lugar, algo de esto creo yo que sabrá.

Mariquita, se marchó apesadumbrada y, en su interior, resonaba constantemente la misma cantinela: ¡Nadie tiene tiempo! ¡Tiempo! ¿Qué extraña cosa será eso del «tiempo» del que todos carecen y les pone tan nerviosos su pérdida? ¿Qué tendrá que les impide ayudar? La Petunia, sin tiempo, el Ruiseñor, igual y, ahora, ¿quién será el que se haya quedado sin eso?

Queridos amigos, ¿no os apenáis por la situación de la pobre Mariquita viajera, sola en aquel bosque lejano y sin nadie dispuesto a ayudar? ¿Creéis que encontrará la senda que le conducirá a su hogar? Ahora lo veremos, seguid atentos, que todavía vamos por la mitad.

Nuestra amiga siguió y siguió, con mucho desánimo y desdén, pero nada ni nadie encontró; deambuló y deambuló, durmió y despertó, despertó y durmió sumida en la más grande desazón; estaba hundida y desorientada, ya que era incapaz de ver al Rey Sol; esperó al alba y continuó hasta que llegó a la Charca de los Sapos Azul – Grisáceos. 

– Parece que vamos bien – pensó.

Y lo cierto es que no erró, pues con el Anciano Sapo se topó, que le susurró:

– Mari – quita, Mari – quita, linda Mariquita, ¿qué haces tú por aquí con lo pequeñita que eres? ¿No te das cuenta de que algún desaprensivo te puede pisar?

– ¿Me conoce? ¿Cómo es posible? ¡Qué raro…! Si vengo de un bosque muy lejano… ¡Es tremendamente extraño! – repuso el insectito con una mezcla de miedo y asombro.

– Claro que sí, Mariquita querida, te conozco desde que viniste al mundo y he sabido que eras tú al ver tu precioso traje color carmín y tus perfectas manchas negras.
 

Mari, que así es como era llamada en el ámbito familiar, no salía de su asombro y sólo fue capaz de entonar un: ¡Oh!. No, no, esperad un momento: «¡Ooooooooooooooh! Así mejor, que el otro era un muy flojo y no alcanzaba a representar el sonido real.

Después, la joven Mariquita volvió en sí y dijo con timidez:  Señor Sapo, ¿me podría ayudar a emprender de nuevo el rumbo para reunirme con los míos? Pienso que estarán preocupados por mí, pues les dije que tardaría poco y llevo varios días perdida sin saber qué hacer.

– Claro, jovenzuela, es más, yo mismo te llevaré. ¡Ah! Y aprovecharé la tesitura para saludar a tus papás, hermanos, primos y demás parientes. Venga, no perdamos ni una milésima de segundo, súbete a mi rugoso lomo para llegar a toda velocidad e impedir que alguien te pueda aplastar.

– Gracias, gracias de todo corazón, contestó la humilde Mariquita -. Gracias por su gran amabilidad, ya que que no me he encontrado a nadie en el camino que con usted se pueda comparar: La Señora Petunia, a causa de su narcisismo exagerado, ni se paró a mirar y el Ruiseñor, hizo un ademán similar. ¡No tenían tiempo! ¡Qué cosa tan extraña es el tiempo! Estuve vagando de paraje en paraje hasta que dí con usted y volví a creer en la bondad universal.

Mariquita, tras su disertación, se subió en el Sapo del modo que le había indicado y pronto llegaron a su hogar. Nada había cambiado desde la última vez: El agua era pura y cristalina, los árboles daban frutos de inigualables colores, los cantos de los pájaros parecían coros celestiales y, en definitiva, todo era un remanso de paz. Todos juntos hicieron una fiesta espectacular y…

«Pizpiretos lectores, este relato ya lo hemos estrujado, digo, finalizado».

Moraleja:

«Siempre hay personas buenas en el mundo dispuestas a tenderte una mano amiga cuando se presentan situaciones difíciles, simplemente has de saber mirar, con los ojos del corazón, para encontrarlas».

Esta historia está dedicada a todas esas manos amigas que me ayudan a seguir adelante y no vencerme en la difícil carrera de la vida. Simplemente, GRACIAS.

la foto (10)

Cojín con forma de Mariquita en honor de tan ilustre protagonista.

Lluvia nostálgica

Princesa, había dejado de ser aquella «loca bajita» que un día fue, aunque siempre permanecía una parte intacta de sus recuerdos en el baúl de su corazón,  a la que le encantaba pasar las lluviosas tardes de invierno en el hogar de sus abuelos maternos, contemplando cómo, en un primer momento, las pequeñas gotas temerosas y dubitativas rozaban con un baile leve el amplio ventanal del cuartito de estar, y cómo después, aparecían unos goterones impetuosos y llenos de vigor que chocaban estrepitosamente contra los vidrios.

La joven, podía estar horas y horas haciendo lo mismo, apenas sin pestañear, llegando incluso a perder la noción del tiempo, sumergiéndose en una atmósfera de ensoñación, que le daba acceso directo al «País de las Maravillas de Segunda Mano», un mundo gobernado por el rey Amor y la reina Bondad y en el que no tenían cabida el dolor, la enfermedad y los malos sentimientos, curioso ¿verdad?

Aquella princesita, únicamente, era traída de vuelta a la realidad cuando su abuela le decía que la merienda estaba lista,  que empezaba su programa favorito de televisión o su abuelo le dibujaba uno de sus característicos jilgueros.

A día de hoy, el mundo de Princesa es bien distinto, ya que sus queridos abuelos iniciaron un viaje sin retorno y, nuestra protagonista, por ende, nunca pudo regresar a aquel hogar que tanto bueno le dio. No obstante, no vayamos a ponernos tristes en este punto del relato, porque ya dijimos, al comienzo, que ciertos recuerdos siempre permanecen intactos y, así, cada día que el cielo se viste con su traje más oscuro y castiga al sol impidiéndole que llene de luz cada paraje, la joven se paraba a saborear los momentos de «lluvia nostálgica» de su infancia, siguiendo el mismo ritual de antaño: Primero, cuenta las gotas dubitativo – temerosas para luego seguir con los goterones vigoroso – impetuosos al son de esta canción:

«Una gota va sobre el cristal,

ahora vienen dos,

tres se acercan levemente,

cuatro hacen su aparición.

cinco chocan por un instante

seis quieren llegar al cristal

siete vienen de repente

ocho más se acercarán

nueve no son suficientes

diez ya parecen algo más…»

******

Bueno amigos, dejemos que Princesa siga su conteo de gotas y goterones en la peculiar historia de su vida, mientras yo os traigo, como contrapunto, una preciosa estampa primaveral con un sol esplendoroso, árboles de un verde especial y una casa acogedora donde cualquiera quisiera reposar.

Imagen

Bolso de mano con motivo primaveral

¿Qué os parece? Bueno, sin más, me despido hasta mañana deseándoos que siempre brille el sol en vuestros corazones desbordados por las bellas instantáneas de vuestra infancia, un tesoro que nada ni nadie nos puede arrebatar.

 

En memoria de mis abuelos y de todos los abuelos del mundo por haber sembrado tanto bueno en nuestras almas.

Comenzamos aventura

Bienvenidos todos al Asteroide B-612, la humilde morada de mi querido Principito, que ahora también es la mía y, si así lo queréis, hay hueco para vosotros.

Lo que aquí os vais a encontrar diariamente, si otros menesteres no me lo impiden, son pequeños retales de mi vida, los cuales irán tomando la forma de poemas, microrrelatos, cuentos o aforismos dependiendo del momento, fruto de mi etapa catártico – creativa que he titulado «Escribir me da la vida». Y, sí, amigos, quizá suene un poco exagerado, pero ahora mismo necesito dejar que las Musas vengan y se queden para siempre.

Además, para que mi nuevo hogar no sea un mero entramado de letras, iré ilustrando, en la medida de lo posible, los textos con las creaciones a ganchillo de mi madre, ya que considero que son las que más pueden llenar de luz y color este lugar.

Sin más, espero que disfrutéis leyendo las entradas tanto como yo hago al escribirlas.

¿Os apetece un dulce para celebrar la inauguración?

la foto (5)

«Caramelo, muffins y bombones»

la foto (6)

«Pastel de crema y zanahoria»