Princesa, había dejado de ser aquella «loca bajita» que un día fue, aunque siempre permanecía una parte intacta de sus recuerdos en el baúl de su corazón, a la que le encantaba pasar las lluviosas tardes de invierno en el hogar de sus abuelos maternos, contemplando cómo, en un primer momento, las pequeñas gotas temerosas y dubitativas rozaban con un baile leve el amplio ventanal del cuartito de estar, y cómo después, aparecían unos goterones impetuosos y llenos de vigor que chocaban estrepitosamente contra los vidrios.
La joven, podía estar horas y horas haciendo lo mismo, apenas sin pestañear, llegando incluso a perder la noción del tiempo, sumergiéndose en una atmósfera de ensoñación, que le daba acceso directo al «País de las Maravillas de Segunda Mano», un mundo gobernado por el rey Amor y la reina Bondad y en el que no tenían cabida el dolor, la enfermedad y los malos sentimientos, curioso ¿verdad?
Aquella princesita, únicamente, era traída de vuelta a la realidad cuando su abuela le decía que la merienda estaba lista, que empezaba su programa favorito de televisión o su abuelo le dibujaba uno de sus característicos jilgueros.
A día de hoy, el mundo de Princesa es bien distinto, ya que sus queridos abuelos iniciaron un viaje sin retorno y, nuestra protagonista, por ende, nunca pudo regresar a aquel hogar que tanto bueno le dio. No obstante, no vayamos a ponernos tristes en este punto del relato, porque ya dijimos, al comienzo, que ciertos recuerdos siempre permanecen intactos y, así, cada día que el cielo se viste con su traje más oscuro y castiga al sol impidiéndole que llene de luz cada paraje, la joven se paraba a saborear los momentos de «lluvia nostálgica» de su infancia, siguiendo el mismo ritual de antaño: Primero, cuenta las gotas dubitativo – temerosas para luego seguir con los goterones vigoroso – impetuosos al son de esta canción:
«Una gota va sobre el cristal,
ahora vienen dos,
tres se acercan levemente,
cuatro hacen su aparición.
cinco chocan por un instante
seis quieren llegar al cristal
siete vienen de repente
ocho más se acercarán
nueve no son suficientes
diez ya parecen algo más…»
******
Bueno amigos, dejemos que Princesa siga su conteo de gotas y goterones en la peculiar historia de su vida, mientras yo os traigo, como contrapunto, una preciosa estampa primaveral con un sol esplendoroso, árboles de un verde especial y una casa acogedora donde cualquiera quisiera reposar.
Bolso de mano con motivo primaveral
¿Qué os parece? Bueno, sin más, me despido hasta mañana deseándoos que siempre brille el sol en vuestros corazones desbordados por las bellas instantáneas de vuestra infancia, un tesoro que nada ni nadie nos puede arrebatar.
En memoria de mis abuelos y de todos los abuelos del mundo por haber sembrado tanto bueno en nuestras almas.
Precioso cariño!!!
Gracias Nani, me alegro de que te haya gustado. Mañana escribiré una nueva entrada, a ver qué te parece. Un beso muy grande 🙂
Que bonito Esther. Precioso!!
Jo, muchas gracias, Patri. No sabéis bien la alegría que me dan vuestros comentarios. Hoy, un cuento de otro estilo. Un besote.
Pareces una verdadera novelista
Tía, solamente lo parezco, espero que un día se obre el milagro. Por el momento, sigo por estos mundos virtuales. Un beso grande 🙂
Ellos nunca se van, nos observan y guían desde detrás de una estrella 😉
Pues claro que sí, permanecen en nuestro recuerdo y hay algo de ello en cada acto que realizamos. ¡Qué grandes los abuelos! ¡Todo el bien que han hecho por nosotros! Besos guapi y gracias por leerme.
Excelente mi niña guapa……
Gracias bonita mía, me alegro de que te guste 🙂