Buscando la senda

– Pero, ¿qué está haciendo? ¿No se da cuenta de lo que acaba de realizar? ¡Me ha rozado el tallo! ¡Quítese de aquí y márchese ahora mismo! – dijo la Petunia altiva y engreída a la señorita Mariquita Pizpireta, que andaba buscando su hogar.

– Perdone, señora, es que me dejé llevar por la emoción al ver una flor tan hermosa en estos parajes, que quizá podría ayudarme a encontrar el Vergel Florido de las Aguas Cristalinas, pues allí reside mi familia.

– Imposible, señorita ¿o acaso no se ha fijado que estoy ocupadísima contemplando mi belleza inigualable? Además – repuso, la flor – soy nueva en estos parajes, no tengo tiempo y tampoco sé de qué vergel ni de qué historia me está hablando. ¡Ah! Pero, igual, podría preguntarle al Ruiseñor, el pájaro cantor, que habita en el Roble Centenario de la siguiente encrucijada.

– De acuerdo, señora, así lo haré – respondió casi sin voz la pequeña Mariquita.

Mariquita andaba y andaba sin tesón, cruzando una senda y otra más, un rincón y otro rincón, hasta que se encontró con el nido del espléndido Ruiseñor y así le habló, con algo de temor, tras las palabras áridas de la flor narcisista:

– Escuche, señor Ruiseñor, ave canora y dueña de este rincón, estoy aquí abajo, soy pequeñita, de color rojo con manchas negras, ¿alcanza a divisarme? – repuso el pequeño insecto.

– ¿Quién osa a interrumpir mi paz? – contestó secamente el Ruiseñor.

– Soy yo, Mariquita Pizpireta, un insecto que viene del  Bosque del Invierno y va en busca de su hogar, el Vergel Florido de las Aguas Cristalinas. Verá, es todo un remanso de paz y dulzura, un resquicio de primavera, en el que todos somos felices y no existe el mal.

– Muchacha, pienso que no está demasiado lejos de aquí ¿o sí? Mira, no sé, la verdad es que ando con el jet – lag, porque acabo de volver de visitar a mi mejor amigo, el Petirrojo, que se ha mudado a Nueva York. Además, ¡no tengo tiempo! Si acaso, pregunta al Sapo Azul – Grisáceo que, por ser el más anciano del lugar, algo de esto creo yo que sabrá.

Mariquita, se marchó apesadumbrada y, en su interior, resonaba constantemente la misma cantinela: ¡Nadie tiene tiempo! ¡Tiempo! ¿Qué extraña cosa será eso del «tiempo» del que todos carecen y les pone tan nerviosos su pérdida? ¿Qué tendrá que les impide ayudar? La Petunia, sin tiempo, el Ruiseñor, igual y, ahora, ¿quién será el que se haya quedado sin eso?

Queridos amigos, ¿no os apenáis por la situación de la pobre Mariquita viajera, sola en aquel bosque lejano y sin nadie dispuesto a ayudar? ¿Creéis que encontrará la senda que le conducirá a su hogar? Ahora lo veremos, seguid atentos, que todavía vamos por la mitad.

Nuestra amiga siguió y siguió, con mucho desánimo y desdén, pero nada ni nadie encontró; deambuló y deambuló, durmió y despertó, despertó y durmió sumida en la más grande desazón; estaba hundida y desorientada, ya que era incapaz de ver al Rey Sol; esperó al alba y continuó hasta que llegó a la Charca de los Sapos Azul – Grisáceos. 

– Parece que vamos bien – pensó.

Y lo cierto es que no erró, pues con el Anciano Sapo se topó, que le susurró:

– Mari – quita, Mari – quita, linda Mariquita, ¿qué haces tú por aquí con lo pequeñita que eres? ¿No te das cuenta de que algún desaprensivo te puede pisar?

– ¿Me conoce? ¿Cómo es posible? ¡Qué raro…! Si vengo de un bosque muy lejano… ¡Es tremendamente extraño! – repuso el insectito con una mezcla de miedo y asombro.

– Claro que sí, Mariquita querida, te conozco desde que viniste al mundo y he sabido que eras tú al ver tu precioso traje color carmín y tus perfectas manchas negras.
 

Mari, que así es como era llamada en el ámbito familiar, no salía de su asombro y sólo fue capaz de entonar un: ¡Oh!. No, no, esperad un momento: «¡Ooooooooooooooh! Así mejor, que el otro era un muy flojo y no alcanzaba a representar el sonido real.

Después, la joven Mariquita volvió en sí y dijo con timidez:  Señor Sapo, ¿me podría ayudar a emprender de nuevo el rumbo para reunirme con los míos? Pienso que estarán preocupados por mí, pues les dije que tardaría poco y llevo varios días perdida sin saber qué hacer.

– Claro, jovenzuela, es más, yo mismo te llevaré. ¡Ah! Y aprovecharé la tesitura para saludar a tus papás, hermanos, primos y demás parientes. Venga, no perdamos ni una milésima de segundo, súbete a mi rugoso lomo para llegar a toda velocidad e impedir que alguien te pueda aplastar.

– Gracias, gracias de todo corazón, contestó la humilde Mariquita -. Gracias por su gran amabilidad, ya que que no me he encontrado a nadie en el camino que con usted se pueda comparar: La Señora Petunia, a causa de su narcisismo exagerado, ni se paró a mirar y el Ruiseñor, hizo un ademán similar. ¡No tenían tiempo! ¡Qué cosa tan extraña es el tiempo! Estuve vagando de paraje en paraje hasta que dí con usted y volví a creer en la bondad universal.

Mariquita, tras su disertación, se subió en el Sapo del modo que le había indicado y pronto llegaron a su hogar. Nada había cambiado desde la última vez: El agua era pura y cristalina, los árboles daban frutos de inigualables colores, los cantos de los pájaros parecían coros celestiales y, en definitiva, todo era un remanso de paz. Todos juntos hicieron una fiesta espectacular y…

«Pizpiretos lectores, este relato ya lo hemos estrujado, digo, finalizado».

Moraleja:

«Siempre hay personas buenas en el mundo dispuestas a tenderte una mano amiga cuando se presentan situaciones difíciles, simplemente has de saber mirar, con los ojos del corazón, para encontrarlas».

Esta historia está dedicada a todas esas manos amigas que me ayudan a seguir adelante y no vencerme en la difícil carrera de la vida. Simplemente, GRACIAS.

la foto (10)

Cojín con forma de Mariquita en honor de tan ilustre protagonista.

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11 pensamientos en “Buscando la senda

  1. La bondad es una cualidad muy escasa últimamente, pero sí es cierto, siempre hay alguien que te sorprende teniéndote esa mano que esperabas de otros 😉 Besitos amiga!!

    • ¡Claro! Menos mal que todavía hay personas buenas porque, en caso contrario, el mundo se habría caído. Lo que creo que sucede es que se ve más lo malo, que es capaz de dejar en un segundo plano cualquier buena acción. Un besito guapi 🙂

  2. Precioso Esther y me encanta la moraleja ahora que tengo un ratillo voy a ver si puedo ir leyendo lo que has ido publicando y así llevarlo al día….me encanta como escribes es genial y muy ameno sigue asi!
    Un besazo enorme 🙂

  3. Holaaaaaaaaaaa profeee Esther que como me he leido el cuento de la lluvia nostalgica y estamos aqui de charloteo que muuuuuuuy bien y tienes que escribir más de cuentos de comedia UN BESOOON :-*

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