– ¡Qué feliz soy! ¡Por fin he encontrado mi hogar y todo gracias a mi nuevo amigo el Sapo Azul -Grisáceo! – dijo Mariquita Pizpireta exultante de alegría.
– Un momento, bonita – le dijo una humilde servidora, pues acababa de crear una simbiosis perfecta con mis personajes y, especialmente, con ella; así, este hecho me permitió adentrarme un momento en el Umbral de los Sueños. Perdona, Mariquita, todavía no hemos terminado. ¿Podrías ayudarme en una empresa muy importante?
– ¿Cuál? Por favor, no me asustes, dime – preguntó muy intrigada.
– Quiero continuar tu historia y, para ello, obviamente, te necesito como «prota».
– ¡Puff! No sé si estoy preparada para afrontar este reto, ya sabes que soy tan miedosa como tú y, además, jo, me gustaría saber que para mí es fundamental, ¿a qué peligros me voy a enfrentar? – preguntó nerviosa la Mariquita.
– Querida Mari – le respondí con firmeza, pues tenía un as en la manga, ya que sabía que era bastante dócil, aunque con un cierto ego – tú tienes la última palabra, yo no te puedo obligar a nada, aunque si no aceptas tendré que llamar a Princesa, a Petunia, al Ruiseñor o al Sapo Azul – Grisáceo; seguro que alguno de ellos estará encantado con la idea.
El insectito, después de mi estrategia, no lo dudó ni un instante, aunque, al mismo tiempo, me confesó que le iba a suponer dolor inmenso separarse de su mundo feliz y, más, cuando acababa de reencontrarse con su familia. Además, el principal motivo que le llevó a decidir tan pronto fue el mero hecho de nombrarle a la flor, ya que le tenía «ganas» y yo me estaba enterando en ese instante. Aquí os reproduzco sus palabras literales para que os hagáis una idea:
«Vamos, lo que me quedaba por oír, una flor protagonista de un cuento infantil… me parece que ya hemos tenido suficiente con el papel estelar de la rosa en El Principito; anda que no trajo por el camino de la amargura al pobre muchachito con sus órdenes constantes: «tráeme un biombo para que no me dé el aire y me pueda proteger de las fieras», «yo soy la única en el mundo para ti» y, bla, bla, bla. Mira, que no, que eso no puede ser. Acepto ser dócil y chiquita, con una gran dosis de ego, pero por ahí no paso, la flor de protagonista, no. No se hable más, ¿dónde tengo que firmar? Dime, corre, ¿dónde? Quiero empezar ahora mismo a sufrir y a disfrutar y, en definitiva, a vivir lo que tenga que pasar. Vamos allá».
Tuve que parar su intervención, porque si hubiera dejado que continuara, a día de hoy seguiría hablando sin cesar. Entonces le dije así: Querida, tranquila, el papel es tuyo, no tienes que pensar en la señora Petunia (al menos de momento, dije para mis adentros). Entonces, ¿estás realmente preparada para comenzar?
– ¡Claro que sí, ya te lo he dicho hace un momento¡ ¡Quiero empezar AHORA MISMO! – me gritó.
– Vale, vale, tranquila, no hace falta que me chilles. Ah, se me olvidaba, una cosita más: Te permito, a modo de regalo, que lleves contigo, para que pases tanto miedo, un compañero de aventuras – le dije en tono severo para que no se sublevara.
– Gracias, Esthercilla, perdona por los gritos, es que estoy muy nerviosa. ¡Cuánta amabilidad! ¡Un compañero de aventuras! ¡Eso suena ideal! – contestó con un tono emocionado.
– Está claro que descartas a Petunia ¿verdad?
– Por supuesto, esa flor es muy altiva, engreída y narcisista, nos llevarías como el perro y el gato. Pero, jo, estoy indecisa… salvo lo de Petunia no tengo claro a quién me llevaré porque, por ejemplo, papá sería genial, aunque casi prefiero que se quede en el Vergel cuidando de mamá y de mis veinte hermanitos. Y, el Ruiseñor, no es que, precisamente, me quiera bien, pues me trató de un modo similar a la altiva flor. Con Princesa no he tenido relación y ya sólo me queda el Sapo Azul – Grisáceo ¡Sí, con él me quedaré por ser el más anciano del lugar y seguro que me podrá ayudar!, además, cuando voy subida en su rugoso lomo, llevo tanta seguridad que parezco hasta levitar.
De nuevo, vuelvo a crear otra simbiosis perfecta para convocar a esta reunión al Sapito Azul – Grisáceo; éste llega en un abrir y cerrar de ojos, entonces le digo: ¿aceptas ir de aventuras con tu querida amiga Mariquita? Él no opuso ninguna resistencia, así que llegados a este punto, les tuve que aclarar una cuestión:
«Es cierto que os he creado, eso nadie puede dudarlo, pero lo que también es verdad es que, hasta un determinado instante, soy dueña de las historias, pues, hablando desde la experiencia, no tengo ni idea de por dónde me van a llevar – os van a llevar – los ríos de la imaginación ni el capricho de las Musas. De hecho, en muchos casos, seguramente, seréis vosotros los que me sorprendáis y llegaréis a saber más que yo·.
Parece que, a juzgar por sus miradas, no me creyeron, aunque me lanzaron un «sí» estridente al unísono, que resonó en toda la casa. No obstante, se sentían en deuda conmigo por haberles dado la vida y, como signo de gratitud, aceptaron llevar a cabo la aventura.
Ya, una vez que dispusimos todo, dejamos aparcadas las palabras por un tiempo para dar paso a los hechos y emprendimos la misión. Mariquita le contó a su familia la decisión y ellos le dedicaron la siguiente canción:
«Mariquita se marchó
y su familia lloró y lloró
entonces una enorme nube gris
todo lo cubrió.
¡Qué tristeza! ¡Qué desazón!
Mariquita se marchó
y se nos heló profundamente
el corazón.
Desconocemos los peligros
por los que pasará,
pero es algo que
no queremos ni pensar.
¡Qué tristeza! ¡Qué desazón!
Tenemos hielo en el corazón,
porque nuestra Mariquita
se nos marchó
al Campo de Giramares
y a encontrar otros lugares.
Muy solos nos dejó».
¿Qué es eso de que me marcharé al Campo de Giramares? ¿Por qué? ¿Qué se me ha perdido allí? Además, eso debe estar muy lejos… – la Mariquita ya empezaba a presentar signos de rebelión y eso no tenía razón de ser.
– Querida Mariquita, acabamos de empezar, ¿no crees que es un poco pronto para quejarse? – intenté que entrara en razón.
– Es cierto, Esthercilla, perdona, no lo volveré a hacer – me respondió avergonzada.
Mariquita entendió que su papel protagonista no era en vano y que el hecho de ir al Campo de Giramares, tampoco lo era; entonces, se subió, lo más rápida que pudo, al Sapito, pensando en qué es lo que el futuro les iba a deparar.
Nuestros amigos, en cuestión de horas, pasaron por las cuatro estaciones, aguantando todo tipo de inclemencias y, por fin, cubiertos de nieve, arena, hojas seca y flores multicolores, llegaron al lugar señalado. Allí, se encontraron con el Loro Or, llamado así porque acostumbraba a hacer rimas con esa terminación y que era dueño de la plantación; éste, enseguida, les comentó:
«Buenas tardes queridos, aquí me presento, soy el Loro Or, dueño de esta humilde plantación. Como bien sabéis, os he convocado a través de la canción dedicada a Mariquita porque necesito que me ayudéis a mi enemigo fatal: Una malvada flor sin corazón altiva y engreída.
– ¡Uy! Esto me es muy familiar – dijo Mari para sus adentros, aunque el Loro lo pudo adivinar y, acto seguido, les explicó la situación.
– Sí, dulce Mariquita, es justo lo que estás pensando; hablo de Petunia, el ser más malvado de esta región, no tiene corazón y, en caso de tenerlo, sería muy atroz; ha lanzado una terrible maldición sobre mi sembrado impidiendo que los giramares se activen y puedan dar amor a los habitantes de la región; de este manera, todos andan sumidos en el tedio más atroz y están poniendo en marcha una rebelión. Todo ha sido por decirle que no es más bella que las estrellas, y es que bajo ese aspecto inofensivo, se esconde un monstruo increíble, capaz de llevarlo todo a la destrucción.
– Ya decía yo que lo de que no me cayera bien era por algo, pero desconocía que pudiera ser tan cruel. Sabía lo de su narcisismo extremo y su falta de tiempo ¡El tiempo! ¡Qué cosa extraña es el tiempo!, aunque no podía atisbar, ni de lejos, semejante abominación.
– Sí, querido instectito de traje carmín y negro, incluso hay más, hechos que tendrás que descubrir por ti misma junto con tu amigo el Sapo corredor; no perdáis más tiempo, andad sin temor y ayudadnos a salir de esta dolorosa situación.
– De acuerdo señor Or – dijeron los dos amigos a coro – pero, espere, un momento, ¿cómo podemos hacer para derrotarla? No tenemos demasiadas fuerzas.
Y el Loro respondió sin más explicación: Buscad en vuestro interior, ahí tenéis la solución. Buscad en vuestro interior… Y acto seguido, se esfumó. Mariquita y el Sapito se quedaron sin entender pero, a su vez, se vieron obligados a emprender la primera misión: Vagaron por caminos inhóspitos, subieron peñas escarpadas y descendieron por cataratas gigantes y, por fin, lograron llegar de una pieza al Jardín de los Bellos Colores; aquel lugar había cambiado por completo desde el día que Mariquita lo cruzó por primera vez: la hierba y los árboles estaban secos y las flores se habían marchado junto con los ruiseñores. ¡El panorama era desolador! ¿A qué se debería esto? Tampoco quedaba rastro alguno de la narcisista flor, aunque, justo en su lugar estaba un pájaro que cantaba sin parar: el señor Ruiseñor ¡Qué extraña situación! Éste no tardó ni un instante en dirigirse a ellos: Anda, si ya estáis aquí, os estaba esperando – todos esperaban a nuestros amigos -, mi querida ama, la reina Petunia, os ha dejado un recado en el centro de este Giramar, porque parece que de Giramares va la historia ¿no?:
Y aquí tenéis el plano (perdonad, pero es que los dibujos no son mi fuerte, creo que mis personajes al menos se orientarán):
_ Ruiseñor, ¿desde cuándo Petunia es reina? ¿Y lo de ser su súbdito? ¿Cuándo se ha dado esta situación? – preguntó Pizpireta.
Y es que sus corazones habían cambiado o nos habían engañado cuando Mariquita se encontró por última vez con los dos.
– Perdonad, pero no tengo tiempo, me marcho esta misma tarde a Nueva York hasta recibir noticias de mi bella flor, que es la única que llena todas las partes de mi corazón. Y después de decir estas palabras, se diluyó, al igual que hizo Or.
Mientras tanto, yo, desde el otro lado, no daba crédito a lo que estaba sucediendo: Petunia se había convertido en una reina malvada, que atemorizaba la región y tenía como súbdito al Ruiseñor. ¡Esta flor había realizado un papel magistral de engaño sin igual! ¡Menos mal que Mariquita aceptó ser la protagonista! ¡Si no en un parpadeo o dos, lo más seguro es que se hubiera terminado la narración!
Y si no salía de mi asombro, mis personajes aventureros tampoco se quedaban atrás, pero lo que teníamos bien claro los tres es que debíamos continuar, pues queríamos saber qué se traía Petunia entre manos y, más aún, salvar el Campo de Giramares era una cuestión fundamental.
Entonces, amigos, ¿queréis saber cómo sigue la historia? ¿Seguro? Venga, gritad un «sí» tan grande que se enteren hasta en el Polo Norte, a la de tres: 1, 2 y… ¡Genial! ¡Así me gusta! Entonces, tendréis que esperar a la sexta entrada de mi blog, porque ahora ya es tarde y tenemos que descansar; os prometemos que cargaremos las pilas para ser fuertes y vencer el mal en el Río de Regaliz.
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Moraleja:
Las apariencias engañan, cada vez más y si no que nos lo digan a Mariquita Pizpireta, al Sapo Azul – Grisáceo y a mí. Por el contrario, no juzguéis gratuitamente, y, si tenéis la oportunidad, haceos el regalo de poder conocer de verdad a los demás.
Besos y abrazos desde el otro lado del Umbral de los Sueños.
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*Híbrido de girasol y margarita, originario del Umbral de los Sueños, aunque, también puede encontrarse aisladamente en el Reino de los Cuentos.
Soy la primera en comentar esta entrada… Bien!! Me gusta como interactúas con los personajes de tu relato se hace muy amena la lectura 😀
Sí, eres la «primer», qué honor ¿eh? Mis personajes y yo, yo y mis personajes, siempre juntos. Guapi, gracias por leerme siempre y tus comentarios. Un beso.