Habemus nueva compañera de aventuras

– Me he cansado, amigos – les dije a mis queridos personajes.

– Esther, ¿eres tú?, ¿qué estás diciendo? ¿De qué te has cansado? – preguntaron los dos muy preocupados.

 – De luchar, de seguir con la aventura, porque la reina Petunia me lo está poniendo bastante difícil y, a vosotros, igual. De hecho, ahora mientras dormíais, me ha amenazado con llevarse a las Musas, las que me dan la inspiración, al Hueco Hondo sin Retorno, para que así se acabe la historia siendo ella la ganadora. Lo cierto es que estoy un poco preocupada al no saber bien qué hacer y, de ahí, viene el leit motivo, que no dejo de repetir:

ME HE CANSADO, ME HE CANSADO, ME HE CANSADO, ME HE CANSADO…

Y continué diciendo: Además, chicos, amenaza con meteros en situaciones aún peores de las acontecidas.

– Querida amiga Esthercilla, no has de preocuparte por nada, al menos por la parte que se refiere a nosotros, pues, gracias a ti y al vivir tantas aventuras extrañas, estamos aprendiendo a luchar; Mari aporta su jovialidad y, yo, mi sabiduría universal, así nada malo nos puede pasar. Y recuerda: 

LA UNIÓN HACE LA FUERZA

Y prosiguió: Aquí no hay dos fuerzas, sino tres o ¡qué digo! Un «montón».

– Perdona, sapito – le pregunté con extrañeza – yo sólo veo dos fuerzas: La de Mari y la tuya, nada de tres o de un montón.

– Vamos a ver, Esther. tú representas el número tres y el montón, pues, averígualo. 

– De nuevo te tengo que dar la razón. ¡Qué sapito tan sabio tengo! Y, a ver, con respecto a ese montón, quizá te estás refiriendo a la familia de Mariquita, ya que son muchos. Sí, será eso.

– Frío, frío, querida – dijo el Sapo con parquedad -.

– Mira, no sé; hoy es que con ese maldito leit motiv del «me he cansado», no acierto a dar una respuesta mejor – dije con cierta ofuscación -.

– Venga. ánimo, ahí va una pista; tienes que responderme a esta cuestión: ¿Por qué escribes?

– Para disfrutar y aprovechar el don creador.

– Muy bien. ¿Y nada más? – siguió el sapito muy preguntón -.

– Creo que ya está ¿o debería haber algo más? Porque no busco el éxito ni la fama, sino la felicidad (lo cierto es que nadie me había preguntado esto).

– Eso está genial, pero, mira, te voy a dar yo la otra razón: Escribes para que otras personas puedan conocernos y participar de nuestras historias. Piensa en Inés, Irene, Mariela, Amapola, Elena, Paqui, Patri, Fer y ¡buff! en todos los demás; ellos forman parte de ese peculiar «montón», pues son nuestra fuerza (y la tuya) para continuar y derrotar al Mal.

– Vale, querido Sapo, me has pillado – agaché la cabeza sin más para luego asentir -.

– ¿Qué crees que pensaría nuestro montón de amigos si cortas la historia de raíz? Ten un aspecto claro: Las Musas no te abandonarán, así que deja de sufrir, están junto a ti y, mientras quieras crear, nada ni nadie te las va a arrebatar; así que ¡a luchar!

– Eso digo yo, bonita, no te rindas; las dos somos miedosas, pero con toda esta legión de amigos, se acabó el temor ¿o no? Es más: Tenemos que confiar un poco y pensar que Petunia alberga todavía algo de bondad.

Mis personajes me dieron una lección alucinante que nunca olvidaré, de una importancia tal que no me quedó más remedio que avanzar: Juntos podríamos con todo o, al menos, lo intentaríamos porque te lo debemos a ti y a ti ¡A todos! 

Y, ya, cuando les iba a dejar progresar cerca de la Taberna con Aroma a Mar, Mari – Pizpi se volvió a dirigir a mí: Oye Esther, se me acaba de ocurrir una cuestión: ¿por qué no eliges a uno de tus amigos lectores para que nos acompañe en alguna aventura? ¿Qué me dices? Al menos hasta que lleguemos al Río de Regaliz, por favor.

Mariquita no dejaba de sorprenderme; lo que me estaba contando era algo que nunca me había planteado, pero que, posiblemente, podría funcionar. 

– Pequeño insecto, lo que me dices me parece un gran acierto, aunque me genera algo de desconcierto ¿cómo lo podemos hacer? – le pregunté.

– Esther, recuerda que la creadora eres tú, así que adivínalo tú. Espera, ¿no hablas siempre de la famosa simbiosis perfecta? ¿No es el modo que has creado para que unos y  otros nos podamos relacionar? Pues, no sé, utilízala o emplea otro procedimiento para convertir a una persona en personaje porque, en mi universo, todo vale – respondió Mariquita en tono serio y un poco borde.

– Simbiosis perfecta, persona personaje; estuve un buen rato dándole vueltas a esos conceptos y, al final, me centré: La simbiosis creo que está bien para empezar, y si mi amigo lector lo desea, se podrá adentrar en la otra dimensión si lo sueña (desea) de verdad. ¡Gracias, Pizpireta! – contesté muy contenta – ¡Eres genial! ¡Eres especial! ¡Ya está! Ahora nos toca decidir qué personita será la primera en ejecutar el «salto dimensional» (y es que así es como lo bauticé).

– Venga, pues piensa, maja, que el «tiempo es oro» y ya hemos perdido una buena parte del botín con tanto ir y venir – siguió respondiendo algo borde.

– Esta decisión me pone en un compromiso, porque cualquiera de vuestros lectores sería un personaje fenomenal. Jo, no sé qué decisión tomar. ¡Ah! ¿Por qué no elegís vosotros el merecedor de este galardón?

– ¡Claro! ¡Qué lista! Como tú no no quieres quedar mal, ale, que sean los personajes los que se la jueguen. Aventuras, desventuras, engaños, elección del lector – amigo – candidato a personaje ¿algo más, señorita?. Está bien, de acuerdo, lo haremos por ti, pero porque no nos queremos eternizar – me dijeron los dos en alta voz.

– Sapito, venga, un croac de redoble de tambores en el momento de la deliberación:

INÉS, MARIELA, IRENE, AMAPOLA, ELENA, FER…

– Ya está, elegimos a…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………

INÉS 

– Chicos, ¿os puedo preguntar el porqué? 

– Ya lo has preguntado igualmente; simplemente es porque estaba la primera en la lista jejeje.

– Está bien, mi geme es la primera en vivir una aventura especial (ya os tocará a los demás, quizá, así que no os celéis). ¡Ay! ¡Un momento! Creo que se nos ha olvidado un pequeño detalle.

 – ¿Cuál es? – dijeron los dos.

– Pues que tendremos que preguntar a Inés si quiere o no.

– Está bien, pero esa tarea te toca a ti, así que a hablar – dijo el Sapito.

En ese preciso instante, sin más demora, llamé a mi amiga Inés, rezando para que no me tomara por loca y le dije así: Geme,  ya sabes cómo está yendo la historia de Mariquita y el Sapito, que cada vez se complica más; el mal está ganando terreno y mis personajes, como medida de acción, han tenido una idea, que a mí me ha parecido bien; además, hace poco me contaste que querías conocer su universo, ¿no es verdad?

– Sí, claro, eso es lo que dije. ¡Aich! ¡Me tienes muy intrigada! ¿Qué es lo que pasa? 

Y  le dije muy rápido y nerviosamente: Pizpireta y el Sapo quieren que les ayudes y, para ello, tienes que entrar en la historia, cambiando tu ser de persona a personaje.

– ¡Uff! ¡Me encantaría! Aunque me da un poco de miedo a la vez y tampoco tengo mucho tiempo (¡Qué cosa extraña es el tiempo! Ya sabes que ando siempre liada con mis rutinas, pero, no sé, nunca me habían hecho una petición así – se notaba que Inés estaba muy nerviosa.

– Inés, te entiendo perfectamente; somos almas inquietas, que siempre necesitan sentirse útiles, pero, en este caso, necesito una respuesta rápida y contundente, ya que los personajes están impacientes por continuar.

– Esther, te digo que sí, pero tengo una cuestión: ¿Cómo he de hacer para acceder al Reino de los Cuentos?

– Buena pregunta, eso mismo pensé yo; te es familiar lo de la simbiosis perfecta ¿Verdad? Pues, simplemente, tienes que desear de corazón el poder entrar en dicho lugar; sueña y, ya, los duendes invisibles, se encargarán de lo demás.

Mi amiga, aquella misma noche, soñó (deseó) una y otra vez entrar en ese reino multicolor y, al final, lo consiguió. Mariquita Pizpireta y el anciano Sapo estaban esperando, a su nueva compañera de viajes, en la Taberna de Aroma a Mar, mientras se tomaban un brebaje de sal, algas y una pizca de caviar. Entonces, Inés, se acercó a ellos para presentarse y comenzó a hablarles así: ¡Ains! ¡Por favor! ¡Qué ilusión! Yo, en este rincón, con Mariquita Pizpireta y el anciano Sapo Azul – Grisáceo ¡No me lo puedo creer! Pero, he de confesar que tengo algo de miedo. ¿Me puedo sentar?

– Claro, siéntate, muchacha. Tú debes de ser Inés, la geme de Esther – dijo Mari.

 

– Y, bueno, una vez que ya estamos los tres, ¿qué os parece si pasamos a la acción? – tomó ahora la palabra el Sapo.

– ¡Síiiiii! – contestaron las dos a dúo, pronunciando un «sí» tan enérgico que hasta se escuchó en Sebastopol.

– Pues a la aventura se ha dicho. Querida amiga – le dijo el Sapito a su nueva compañera de andanzas -, ya sabes cuál es el medio de transporte que utiliza Mariquita aquí, así que súbete a mi rugoso lomo y ten cuidado de no aplastar a la pequeñita.

Así empezaron a funcionar, más contentos de lo habitual,  al atravesar la Senda del Buen Humor. Y, tras un rato bien largo, llegaron a la Casa del Lobo Feroz, que, por cierto, a Mari no le gustó, pues algo extraño intuyó. La puerta se encontraba entreabierta y no había ni rastro del aullador; pasaron los tres al comedor y la portezuela se cerró como por arte de magia (con candado y todo). Inés y Mari tenían mucho miedo, mientras Gris – Azulado intentaba sembrar la calma: Tranquilas y recordad que «la unión hace la fuerza», pero ellas seguían igual. Justo, cuando el Sapo terminó de pronunciar la última sílaba, resonó un trinar familiar, que dio paso al siguiente cantar:

«A los tres os quería yo ver

Inés, Mariquita y Sapo

sí, a los tres

Esta estructura parece una casa,

pero no lo es

muahahahaha

Y en ella yo  mismo

 os llevará a…

y allí…»

Y con eso terminó. Sí, queridos lectores, lo habéis adivinado: La malvada flor les había engañado otra vez (hasta estando Inés) valiéndose de la ayuda de su criado cantor. Sí, el mismo Ruiseñor.

Entonces, el pájaro continuó: Ahora, queridos míos – dijo irónicamente – os llevaré a la reunión con la más maravillosa flor – suspiró. ¡Qué porte tiene! ¡Qué elegancia! ¡Qué presencia! ¡Toda ella es magnificencia! ¡Me derrito ante su sublime inteligencia! Siguió y siguió dedicándole piropos a su amor, hasta que el Sapito, enfadado, habló: ¡Sí, claro! ¡Voy yo y me lo creo! Lo que quieres es que perdamos tiempo, nos cansemos, como le pasó a Esther, y volvamos al Vergel cuando se despierte Inés.

– Creed lo que queráis, sapo arrugado, cansado, alborotado y asqueado.

– Un momento, sin ofender ¿eh?, que te aplasto al segundo de decir «chitón» – nunca se había visto a Sapito tan enfadado, ni siquiera cuando cruzaron la Senda del Malhumor -.

– Sapito, déjalo, que sólo te quiere retar y conducir al mal – dijo Inés con mucha sensatez.

– Tienes razón, joven, entonces, pasaré.

– Sí, eres viejo y arrugado, inservible ya, estás un poco pasado, ¿te has enterado? – siguió el Ruiseñor, molestando.

– Y tú ajfgnmgfjsdsflfm. Mejor me callo, porque estamos en un cuento para niños y tampoco quiero irme con el mal.

– Sapo viejo y arrugado, estás fastidiado. Venga, Sapito, ven a coger al pajarito jajajaja.

Y, en ese momento, la Casa del Lobo Feroz se convirtió en una gran esfera multicolor de la que no tardó en escapar el Ruiseñor y a los demás atrapó; les costaba bastante respirar en aquel lugar y se empezaron a marear, aunque a lo lejos escucharon: Vamos, rápido al Pantano de Cartón. Así, un ejército de pájaros de diferentes nacionalidades sujetó el globo hasta que, en dicho sitio, se paró.

Ya, tras largo rato, nuestros tres amigos volvieron en sí y se encontraron con una amarga sorpresa: Aquello no parecía el Río de Regaliz y tampoco estaba la reina Petunia allí. Y, el Ruiseñor, también se diluyó ¡Qué extraña situación! Inés, quiso preguntarles a sus compañeros, pero, en ese mismo instante, se despertó y la simbiosis perfecta se acabó; enseguida, me llamó para contarme la experiencia: Esther, me ha encantado, por una noche, estar en el Reino de los Cuentos y sentir lo mismo que los demás personajes, pero me encuentro triste por no haberles podido ayudar a vencer a la reina Petunia. 

Yo, intenté que su pena se tornará en alegría y creo que, al final, resultó: Geme, hacemos lo que podemos, ya que cuando traspasamos el Umbral de los Sueños, todo se vuelve imprevisible.

Mientras, en el Reino de los Sueños…

Mariquita y el Sapito se encontraban más perdidos que nunca en el Pantano de Cartón y supieron que estaban allí por una inscripción: 

CARTÓN Y MÁS CARTÓN.

ESTO ES EL PANTANO DE CARTÓN.

SÍ, DE CARTÓN MARRÓN, 

ABAJO EL COLOR.

 

Era un lugar impracticable donde, obviamente, todo era de cartón marrón a excepción de un lago tirando también a ese color, que tenía al lado un enorme cartelón:

SUMÉRGETE EN MIS AGUAS Y VERÁS.

GANARÁS.

Nuestros amigos se enfrentaban a nuevos enigmas: ¿Qué pasaría si se sumergían en las aguas? ¿Qué es lo que ganarían? ¿No sería otra argucia de la flor narcisista y su amado el Ruiseñor? Quién sabe. Eso lo descubriremos en la siguiente entrega de las aventuras de Mariquita Pizpireta, el Sapito y otras hierbas.

¡Hasta mañana y feliz lectura! 

Moraleja:

«No hay dos sin tres». Si no recuerdo mal, después de tanta historieta, la Reina no ha engañado a nuestros queridos amigos una vez, ni dos, sino que han sido tres. Con esto no quiero decir que no debemos fiarnos de las personas, pero hay que andarse con ojo 🙂

 

 

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