Crear es…

Crear es que tú y yo naveguemos por mares de plata y azul.

Crear es que sueñes mil aventuras y que yo te las dibuje con pinceles de letras sobre lienzos nacarados de papel.

Crear es creer que lo puedes hacer hoy, mañana, pasado o dentro de muchos años también.

Crear es cabalgar a lomos de un lindo corcel de madera por praderas de algodón de azúcar.

Crear es recibir la inesperada visita de las Musas, en las horas de fuego, cuando te creías que no iban a volver.

Crear es mostrarle a todo el Universo lo que guardas en el fondo de tu alma y convertirlo en la más bella poesía.

Crear es soñar una película en blanco y negro, que luego será dirigida con un cromatismo inenarrable.

Crear es que un tú y un yo se busquen en la inmensidad, hasta que sus almas se junten para no separarse más.

Y es que crear eres Tú y…

soy yo,

Somos los dos.

Así que sueña (soñemos), vive (vivamos) ama (amemos)

Y, sobre todo, hazme la promesa:

Nunca dejes (dejemos) de crear.

 

Dedicado a todas aquellas personas que siempre han iluminado mi vida porque no han dejado de soñar – crear

¡Gracias por tanto!

 

 

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EPÍLOGO (PARTE III)

Todos los habitantes del Vergel se engalanaron, en un periquete, pues había llegado el momento de asistir a las bodas de las preciosas princesa con nombres floridos y sus apuestos galanes; el príncipe George, antes Or, se casaría con Margarita y Petunia lo haría con su apuesto Ruiseñor. 

Los casamientos fueron una auténtica fiesta en la que no faltaron las risas, la bebida, la comida, los bailes y los cantos. Y, precisamente, hablando de canciones, aquí os dejo una de las muchas que compusieron los lugareños del Reino de la Alegría en honor de los flamantes esposos:

«¡Qué alegres estamos todos!

Pues ya se fue, de verdad, la maldad

Y nuestro Reino de los Cuentos 

ha emparentado con otro,

que muy lejos está.

La princesa Margarita ha unido 

su corazón con el del príncipe George

y la princesa Petunia lo ha hecho

con su dulce Ruiseñor

¡Qué alegría! ¡Qué emoción!

La bruja Cucaracha desapareció

Y Mariquita Pizpireta vivirá feliz

junto a su familia y el Sapito sabedor.

¡Qué alegría! ¡Qué emoción! 

Está exultante también todo el montón.

Y, Esther, desde el otro lado del Umbral, 

más jubilosa no puede estar.

¡Qué alegría! ¡Qué emoción!

Nuestro orden, por fin, se restauró y 

lo vamos a celebrar una vez, dos o más…»

– Un momento, un momento, por favor, hacedme caso, parad la canción; acabo de ver algo horriblemente indescriptible – dijo, Mari, muy sobresaltada, mostrando un gran temor en su mirada.

– ¿Qué te sucede, ahora, Mari querida? ¿Qué has visto? A juzgar por tu semblante, parece que te has encontrado con una aparición o algún espectro singular – respondió el Sapito, intento que se tranquilizara el pequeño insectito.

– ¿Un espectro? ¿Una aparición? ¡Ojalá! Con lo que me he encontrado, creo que es aún peor. No quiero ni mirar abajo por si me lo vuelvo a cruzar. Ay, ¡qué fatalidad! – comentó, Mariquita Pizpireta, que todavía seguía muy asustada.

– Pequeña, ¿por qué no nos dices, de una vez, qué es lo que has divisado? Tranquila, que tengo el presentimiento de que nada malo nos va a suceder – siguió, el anciano Sapo, en actitud sosegada.

– Uf, he visto una «cosa» negra, pequeña, que se movía en círculo muy cerca de mí; ah, tenía el aspecto de una fea cuc, cuca, cucara… cucaracha; ale, ya lo solté ¿y ahora qué podemos hacer? – habló, Mari, más asustada si cabe.

– Primeramente, deberíamos examinar el lugar ¿no? Tenemos que saber, con certeza, si esa «cosa» es una cucaracha o una especie diferente – respondió el Sapo.

El anciano Sapo Azul – Grisáceo, inspeccionó la zona, tal y como había dicho, para ver si el insectito estaba en lo cierto y, rápidamente, llegó a la siguiente conclusión:

– ¡Jajajajaja! Ains, Mari, de verdad, no te obsesiones más; como bien presentía, ya no tienes nada que temer ¿Quieres saber con lo que te topaste? 

– Sí, bueno, no, no lo sé; de acuerdo, dímelo ya que si te has reído, no puede ser que el sueño de Cuca sea real – siguió, Mariquita, asustada.

– Mariquita, chiquitina, claro que no es Cuca, ni tan siquiera una de sus primas. Entonces, ¿quieres saber lo que es? – volvió a insistir el Sapito.

– ¡Sí! ¡Claro! Dime pues – respondió, más tranquila, Mari.

– Es una cuc… 

– ¿Qué? ¿Ves? Si ya lo decía yo, es una fea cucaracha y hasta puede ser Cuca.

– Mari, qué impaciente eres ¿eh? Te acabo de comentar que no es eso; aquello que divisaste fue una cuchufleta.

– ¿Una cuchu qué? – preguntó, Mariquita, con mucha extrañeza.

– Sí, bien digo, una cuchufleta, un pequeño insecto típico de este Reino, algo semejante a las cucarachas, pero más bellas; se diferencian, sobre todo, en el color del caparazón, que no es negro sino de un gris muy oscuro, aunque, en determinados momentos, si no le da la luz directamente, podría pasar por negro; creo que es lo que te ha sucedido a ti ¿verdad? – explicó, con todo detalle, al anciano Sapo sabedor.

– Sí, ahora que lo comentas, fue así; me encontré con la cuchufleta a la sombra de un ciprés centenario, pues hoy hace demasiado calor y no quería que me diera, demasiado, el sol – dijo Mari, reafirmando las palabras de su amigo. 

– Además, querida Mariquita, estos bichitos simbolizan la abundancia y la presencia de buenos augurios, así que estate tranquila, que no hay nada que temer, al revés. Mira, aquí viene toda una familia de cuchufletas y seguro que algo bueno nos quieren decir – comentó el Sapo.

– Buenas tardes, queridos amigos, perdonen que les interrumpa, soy el señor Cuchufleto, el patriarca de la familia de los Cuchufletos y hemos venido a esta celebración tan colosal y hermosa, porque queremos colmaros de bendiciones ¿Podemos entonar con vosotras la bella canción dedicada a los esposos? 

– ¿Ves mi querida Mari? Son insectos de bien ¿Ahora ya te encuentras mejor? – comentó el anciano Sapo.

– Claro, además creo que me he enamorado, pues jamás mi corazón palpitó con tanta fuerza. Ay, el amor ¡qué cosa tan bella es el amor! – dijo Mari, mientras emitía una cadena de suspiros amorosos.

– Querida, no dejas de sorprenderme ¿Quién es el apuesto príncipe por el que bebes los vientos? – preguntó, el Sapo, con curiosidad.

– Ay, de ese precioso cuchufleto que no deja de mirarme y que, ahora, se acerca para conmigo encontrarse. Ay, ¡qué cosa tan bella es el amor! – y, Mari, mientras hablaba, se acercó a su amor.

– Entonces, no se hable más, vete a conversar con tu pequeño galán. Al final va a ser verdadero aquello de que «de una boda, sale otra».

Y, ya, cuando el Sapo terminó de decir esto, se dio cuenta, inmediatamente, de que se había quedado solo, pues Mari y su Cuchufleto comenzaron a entablar una bella conversación; lo que  se dijeron o dejaron de decirse, creo que no es asunto nuestro pero, queridos amigos, os puedo asegurar que mejor no pudo resultar ya que, desde aquel preciso instante, jamás se volvieron a separar.

Todos y cada uno de los habitantes del Reino de la Amistad volvieron a entonar la canción en honor de los esposos junto con la familia Cuchufleta:

«¡Qué alegres estamos todos!

Pues ya se fue, de verdad, la maldad

Y nuestro Reino de los Cuentos 

ha emparentado con otro,

que muy lejos está.

La princesa Margarita ha unido 

su corazón con el del príncipe George

y la princesa Petunia lo ha hecho

con su dulce Ruiseñor

¡Qué alegría! ¡Qué emoción!

La bruja Cucaracha desapareció

Y Mariquita Pizpireta vivirá feliz

junto a su familia y el Sapito sabedor.

¡Qué alegría! ¡Qué emoción! 

Está exultante también todo el montón.

Y, Esther, desde el otro lado del Umbral, 

más jubilosa no puede estar.

¡Qué alegría! ¡Qué emoción!

Nuestro orden, por fin, se restauró y 

lo vamos a celebrar una vez, dos o más.

Celebraremos también la futura unión de

Mariquita Pizpireta y Cuchufleto Jr.

¡Qué alegría! ¡Qué emoción!

Todo lo puede el amor»

Y, así, queridos amigos, ahora de verdad, la increíble fábula de Mariquita Pizpireta ha finalizado. Espero que haya sido de vuestro y hayáis disfrutado tanto como una humilde servidora al crearla. Pronto apareceré con nuevos relatos de una temática un poco diferente.

 

IMPORTANTE:

El jueves se cumple el primer mes de vida de mi pequeño universo y para celebrarlo, además de una serie de sorpresas, os propongo que me hagáis preguntas que tengan que ver con la creación literaria (o no). Yo os responderé encantada a todas ellas. Venga, animaos, que puede ser divertido. 

Podéis publicar vuestras cuestiones aquí o en la página de facebook Y vinieron las Musas para quedarse.

 

¡Gracias por estar siempre ahí!

Un saco bien cargado de besos y abrazos desde el Umbral de los Sueños

EPÍLOGO (PARTE II)

Se escuchó un gran «no»  tan lleno de «oes» retumbantes que no tardó en despertar, de su profundo sueño, a nuestra querida Mariquita y a todos nuestros amigos.

– No, bruja Cucaracha, no podrás derrotarnos – dijo Mari, dándose cuenta de que todo había sido un mal sueño.

–  Pequeña, ¿qué te ocurre? ¿estás enferma? –  le preguntó el anciano Sapo en tono sosegado.

– No querido Sapito, no creo que haya enfermado aunque, después de este horrible sueño, quizá tenga hasta alguna décima de fiebre.

– ¿Sí? No me digas ¿Quieres que te ponga, sobre el caparazón, un paño de Lluvia Primaveral? Es un remedio muy eficaz, ya verás – comentó el Sapo, que tenía remedios para todo. Y, por cierto, cuéntame de qué iba ese mal sueño, pues, ahora, me he quedado muy intrigado.

– Sapito, gracias por lo de la lluvia, aunque no creo que me haga falta, pues ya me voy encontrando mucho mejor. Y, en cuanto, a lo del sueño, puf, me estremezco de solo pensarlo – respondió, Mari, nuevamente, asustada.

– Tranquila, chiquitina, no hay nada que temer; cuéntamelo y ya verás como así te sentirás mejor aún – dijo, el Sapo, con tono tranquilizador.

– Sí, seguro que me vendrá bien. Verás, es que… ay, qué sueño tan atroz… La bruja Cucaracha había vuelto para derrotarnos; ¡Uf! Parecía tan real. ¿Acaso no será un presagio de que alguien desagradable nos va a venir a visitar? – comentó, Mariquita, más asustada.

– Eso, por lo pronto, no lo podemos saber, ya que la vida no está hecha y ni siquiera podemos intuir lo que nos va a pasar dentro de un minuto o dos – respondió el anciano Sapo Azul – Grisáceo.

– Jo, querido anciano, no me digas eso, que no aguanto esta incertidumbre – expresó el insectito con nerviosismo.

– Querida Pizpireta amiga,ya sabes que no sé mentir, otra cosa no puedo hacer que decirte la verdad; aunque, mira, escúchame, verás, casi, casi me atrevería a afirmar que Cuca no nos puedo hacer ya ningún mal, pues la Princesa Margarita se encargó de su final con ese último crack y, además, George remató la jugada arrojándola al líquido Arco Iris ¿no es eso verdad? – comentó el Sapo, mientras se intentaba convencer de su relato.

– Esas mismas razones argumenté yo en el sueño, pero Cuca, cada vez con más orgullo y soberbia, me las rebatía sin que pudiera hacer ni la más mínima reflexión – respondió, Mari, algo más tranquila.

– Pequeña, ¿recuerdas algo más? – preguntó, expectante, el anciano Sapo.

– Sí, aunque las palabras me vienen, cada vez, más difusas; me dijo algo así como que las cucarachas sobreviven a cualquier situación y me enunció el consabido refrán «Bicho malo nunca muere». ¡Ah! ¡Sí! Todavía hay más; mencionó sus estudios en Hechicería con los que, en un periquete, podría recuperar su aspecto original – explicó Mari, con un poco de confusión.

– Querida, ¿y es cierto que recuperó su forma originaria? – preguntó ,el Sapito, muy intrigado.

– Sí, claro, yo ya no vi a una Cuca ni aplastada ni quemada, al revés; estaba, incluso, mejor que antes de su crack – dijo Mari, muy segura de sus palabras.

– Uy, Mari, querido insectito, lo cierto es que has tenido que pasarlo muy mal en ese extraño sueño pero, ahora, déjalo estar que, como dijo aquel genio: «Los sueños, sueños son»; no le des más importancia e intenta calmarte; ya sabes que yo estoy contigo, confía en mí, por favor – expresó, el anciano, dulcemente para intentar que Mariquita se calmara.

– Claro que confío en ti, siempre lo he hecho, ya que me has ayudado muchísimo; eres el mejor compañero de aventuras que podría tener y, además, si no confío en ti ¿en quién lo podría hacer? Pero es que esa ensoñación era tan real ¿Por qué ha tenido que darse ahora? Con lo feliz que estaba. Jo, no sé, qué mal, puf… – Mari, por más que lo intentaba, no podía controlar los nervios.

– Para eso sí creo tener explicación; esto ha sucedido ahora, porque apenas ha pasado un día desde que el orden se restauró y todo, en la vida, lleva un proceso, necesita su tiempo ¡Qué cosa extraña es el tiempo! Así que, mi querida Mari, deja que tu corazón se coordine con tu mente y ya verás lo bien que te resultará; poco a poco se irán las pesadillas y comenzarán a aflorar los dulces sueños en los que todos reiremos, bailaremos y cantaremos o, mejor, asistiremos a las bodas de nuestras queridas princesitas con los príncipes George y Ruiseñor – dijo, el Sapo, embargado por la alegría al imaginar la situación nupcial.

– Ala, una boda por partida doble ¡Qué alegría! ¡Qué ilusión! Nunca he asistido a ninguna – rápidamente, el semblante triste de Mari dio paso a uno lleno de alegría.

– Pues eso, Mariquita, es tan real como que tú y yo estamos hablando ahora mismo aquí. Aguarda, escucha con atención los lejanos ecos de las campanas allá en el Reino de la Amistad, pues allí es donde tendrán lugar los casamientos y los esposos vivirán – habló, entusiasmado, el Sapito.

– Así que alégrame esa carita tan bonita, sácale brillo a tu traje negro y carmín, decóralo con bellas flores silvestres y di conmigo: «Ya me toca ser feliz» – repitieron, muy contentos, la última frase en más de diez ocasiones y lo mismo hicieron el resto de habitantes del Vergel.

¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Ya nos toca ser felices. ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Ya me toca ser feliz

– Y, ahora, querida Mariquita, durmamos un poquito más, que todavía es pronto para que despunte el alba y nos empecemos a engalanar – dijo el Sapo, tranquilo.

Enseguida, se quedaron dormidos Mari, el Sapito y el resto de personajes; al poco rato, Mariquita volvió a sumirse en un profundo sueño, pero ya no era atroz, sino que se encontraba repleto de dulces, caramelos y nubes de algodón de azúcar; ya no había Cucarachas, encantamientos ni flores malvadas, parecía un sueño a su medida y, el insectito, de ahí no se quería marchar. 

Dos horas después, se hizo de día y el Gallo Despertador saludó al sol. Inmediatamente, todos nuestros queridos amigos se pusieron en pie y…

Si queréis saber lo que, finalmente, pasó, no dudéis en esperar a la siguiente entrada de La increíble historia de Mariquita Pizpireta y otras hierbas.

Besos y abrazos desde mi atalaya – habitación

¡Mañana más y mejor! 🙂

EPÍLOGO EN TRES PARTES (Parte I)

Al caer la noche, en el Vergel, cuando todos se habían ido a dormir, se escuchó muy levemente…

– Ciao Mariquita Pizpireta, Pizpireta Mariquita, querido insectito.

– ¿Sí? ¿Quién me llama? – dijo, Mari, asustada.

– ¡¿No me reconoces!? – cambió, un poco de tono, la extraña voz.

– Lo cierto es que no… O bueno sí, me eres, ligeramente, familiar. ¿Eres Esther? – comentó, Mari, todavía más asustada.

– ¡¿Esther!? Frío, frío, querida, soy alguien que te quiere bien – dijo la voz, con dulzura, aunque parecía ocultar algo. A ver, piensa otra vez.

– Uf, es que si no eres mi amiga Esther, ¿quién podrás ser? – siguió, asustada, Mariquita.

– Ay, de verdad, piensa otra vez – la voz se tornó de dulce en brusca.

– Jo, es que no lo sé – el insectito habló con un hilo de voz.

– Y yo que te hacía más inteligente; al final, te lo tengo que decir. Soy…

– ¡Eres Cuca! – expresó Mari, ahora, con más temor. Aunque eso no tiene razón de ser: La princesa Margarita te pisó y el sonido de su zapato, al rozar con tu caparazón, dio lugar a un enorme «crack»; lo sé muy bien porque me encontraba a su lado; además, no quedó ni rastro de ti, ya que George te arrojó al Río de la Lava Arco Iris.

– ¡Toda esa explicación me parece fenomenal! Pero, dime, entonces, ¿por qué estoy aquí? – respondió, Cuca, en tono tajante.

– Eso es lo que no acierto a entender… – siguió, muy asustada, Mariquita.

– De verdad, y te lo vuelvo a repetir, te hacía más inteligente ¿eh? Parece que de «Pizpireta» sólo te queda el apellido, porque vaya con la Mariquita que me he encontrado. Bueno, tranquila, permanece en calma, que yo te lo explicaré y después… ¡Muahahahaha!

– ¿Y después qué? – preguntó, Mari, aturdida.

– Espera un poco ¿no? Déjame hablar ya que, tarde o temprano, te enterarás – dijo, con malicia, la bruja. Vamos allá: ¿No has oído nunca que las cucarachas somos capaces de sobrevivir a cualquier tipo de catástrofe por dura que sea?

– Sí, pero te aplastó Marga, entonces ya cambia la historia ¿no? – comentó, Mari, ahora algo más calmada.

– Ahí, mira, tienes razón – por un instante, Cuca, no supo que decir.

– Y te repito que vi cómo George te tiraba a la lava multicolor – Mari, se iba creciendo por segundos y su tono se hacía más pausado.

– Y yo te digo.. Ay, ya no sé ni lo que quería comentarte. Ah, sí, ya, lo que me has explicado, me parece estupendo y ya está. ¿Tengo que darte un premio a la mejor observadora del Reino de los Cuentos o prefieres dejarme terminar? Mira, si hace falta, te fabrico un trofeo nacarado con un bonito pedestal – respondió, irónicamente, la Bruja Cucaracha.

– No, no creo que sea necesario – musitó Mari.

– Céntrate querida, tampoco lo iba a hacer ¡Jajajajaja! ¿Realmente me ves tan buena? – río, con maldad, la cucaracha.

– Bueno… – Mariquita volvió a estar, de nuevo, asustada.

– Pues no; ni bueno ni malo. Voy a terminar, si es que me dejas, y lo malo vendrá. Seguro que también habrás oído hablar del conocido refrán castellano «Bicho malo nunca muere» y, yo, como habrás apreciado, cumplo con los dos requisitos: Soy una cucaracha bastante chunga que, incluso, aplastada y achicharrada, vuelve a renacer, ¿te parece bien? – siguió hablando Cuca con el mismo tono de maldad.

– Tanto como bien… No sé, aunque hay una pieza que no me termina de encajar en todo esto – dijo Mariquita, nuevamente, con más calmada.

– Di, pues – respondió, la bruja, con firmeza.

– Usted también digo algo así como que le habíamos vencido por la capacidad de perdonar de corazón – comentó Mari.

– ¡Paparruchas! Si es que os creéis todo; eso formaba parte del show, le daba un toque magistral y hasta digno de un Óscar a mi interpretación. Espero que me contraten para una película o una serie de TV, empiezo a visualizarlo ¡Muahahaha – dijo, Cuca, irónicamente.

– Entonces, ahora lo entiendo todavía menos. ¿Qué me dice de la recuperación de Petunia y de fin de los encantamientos de George, Paul y el Ruiseñor? – preguntó, anonadada, Mariquita Pizpireta.

– Es sencillo; eran efectos mágicos del espectáculo, que en un abrir y cerrar de ojos se terminarán cuando yo diga ¡Ya! Jajajajaja. Y, ahora, me curaré a mí misma, ya que por algo soy, además de bruja, Diplomada en Hechicería y tengo un Máster por la Universidad Malvada en Preparación de Ungüentos Naturales del Bosque de las Hadas y Restauraciones Perfectas Corpóreo – Espirituales. Así que, no perdamos ni un minuto más. Y la bruja pronunció el siguiente conjuro:

«1, 2 y 3

3,2 y 1 

que esta bruja poderosa 

vuelva a su antiguo ser,

para que, acto seguido,

termine con la vida feliz de

Mari, Marga, Petunia, el anciano Sapo 

y todo el «montón»

1,2 y… 3″

 

Acto seguido, la bruja recuperó su forma habitual y…
Si queréis saber que sucedió, no dudéis en esperar a la siguiente entrada de blog. Gracias infinitas por vuestra paciencia 🙂

Besos y abrazos desde el Umbral de los Sueños.

Final (de verdad)

¡Noooooo! Se escuchó un grito enorme que, con toda probabilidad, llegó hasta Ecuador. ¡No puede ser! ¡Me habéis derrotado, prácticamente, en el tiempo de descuento! ¡No! ¡Justo! El antídoto es perdonar, sin dudar, de todo corazón; veía  imposible ese perdón tras el daño que os ha ocasionado Petunia, pero no, sois demasiado buenos, no como yo – dijo Petunia con tristeza y a punto de llorar de rabia.

E, inmediatamente, cuando Cuca pronunció la última palabra , Petunia se despertó de su largo letargo, adquiriendo, de nuevo, la forma de flor pero, esperad, que todavía no ha acabado la transformación; la malvada flor recuperó su aspecto humano gracias al perdón de su prima Margarita y de todo el montón junto con Mari y el Sapito sabedor. 

Seguid leyendo que, sí, incluso hay más: Apareció en el rostro de la princesa Petunia un gesto de alegría, que nunca había había podido tener por su dureza de corazón y, acto seguido, comenzó a hablar:

¿Qué me ha pasado? No entiendo nada. ¿Dónde estamos? Querida prima Marga, ¿quiénes son todos estos? Solamente recuerdo que ayer fui a la fiesta a la que me habías invitado ¿verdad? Jo, es que ya no me acuerdo bien. Anda, pero si ahí están Paul (Or) y George (Yo).

Éstos, tras la ruptura del encantamiento, recuperaron su aspecto humano y también el Ruiseñor, que era el príncipe heredero del Reino de Los Pájaros del Precioso Color, antiguo amigo de Margarita y Petunia, pues su relación se enfrió cuando éste se marchó a otro reino lejano a estudiar.

– Tranquila, querida prima mía, Petunia, ellos son mis amigos, han sido invitados por mi padre a la fiesta de inauguración de este hermoso lugar – le dijo Marga a Petunia para que se tranquilizara.

– ¿Hermoso? Pues yo sólo lo veo todo impregnado de marrón y sin una flor – respondió, Petunia, sin entender nada.

– Sí, mira, espera, un segundo o dos, ya verás – comentó la princesa Margarita.

Y, por arte de magia, el sitio también cambió tras la anulación del hechizo: El lugar del color marrón desolador dio paso a un precioso vergel con una fuente central de la que manaba leche y miel.

– ¡Genial, Marga! Ea pues, celebremos la ocasión. ¡Qué feliz estoy! La verdad es que sigo sin entender nada, pero, a cada paso que doy, se me está ensanchando mi pequeño corazón; nunca había experimentado tanto gozo – dijo, Petunia, embargada de alegría.

– ¡Claro! ¡Tienes razón! Empecemos a bailar al son de esta canción:

«Estamos muy alegres

en este lindo vergel.

La envidia se ha marchado

y el odio también.

Petunia está alegre 

y nosotros igual.

La bruja se ha enfadado

porque el antídoto

hemos encontrado.

Y ¡qué se le va a hacer!

Pues, ¡nosotros estamos realmente bien!

– Margarita, perdona, hermosa prima, ¿qué es eso de la bruja Cuca y del antídoto? – preguntó, Petunia, pues seguía muy intrigada.

– Nada, tranquila, Petunia; simplemente, es una canción festiva por esta maravillosa situación – dijo Marga, porque no quería preocupar a su prima, ahora que todo estaba mejor. Tranquila, sigamos bailando al sol de la canción, que la fiesta acaba de empezar.

– ¡Me habéis vencido esta vez, pero volveré! – dijo Cuca, que también varió. La malvada bruja se convirtió en una pequeña cucaracha muy negra y, a su lado, apareció una caja gris – azulada; en su interior, se encontraba… A ver, a ver, ¿qué creéis que había ahí? Pensamos juntos ¿vale? A la de tres: 1, 2 y… 3. Sí, muy bien, lo habéis acertado: Estaba el medio corazón de Petunia que, nuevamente, por arte de magia (o de amor) se posicionó al lado del otro medio y, así, más contenta se quedó.

– De verdad, seguro que me estáis ocultando algo, porque nunca me he sentido tan inmensamente feliz. Y, prima, creo que esto es gracias a ti – comentó, Petunia, en tono de agradecimiento. ¡Ay! ¡Crack! Creo que he pisado algo ¿Qué será? Uy, era una cucaracha ¡Qué raro! Tendremos que fumigar, pues no es de recibo que tengamos plagas ya en este recién estrenado lugar.

Y así, queridos lectores, terminó la Bruja Cucaracha, por tener un corazón tan atroz y sembrar el mal en toda región.

Pero, me imagino que todavía queréis saber algo más ¿verdad? Vamos allá: Todo el orden anterior se restauró gracias a Mariquita Pizpireta, el anciano Sapo Azul – Grisáceo, la Princesa Margarita y todo el montón de personajes y personas – personajes con buen corazón. Así, el Campo de Giramares, nuevamente, se llenó de amor al igual que los habitantes de aquella región.

Y, queridos todos, esta historia, tras un sinfín de peripecias, se ha terminado. 

Moralejas últimas:

El mal nunca vence o (si lo preferís) no hay mejor manera que derrotar al mal con el bien.

La importancia del perdón para ensanchar el corazón.

El daño que causa la envidia en uno mismo y en los que se tiene alrededor, hasta el punto de convertirnos en un horrible monstruo, aunque, en apariencia, todo siga igual.

 

Dedicado a todas aquellas personas que siguen haciendo tanto bien en este «mundo de locos» con las únicas armas del amor, la paz y la reconciliación y, como no, a todos los que me habéis leído desde la primera entrada.

¡Gracias desde lo más profundo de mi pequeño corazón!

P.D: No os penséis que es una despedida, pues dentro de nada vuelvo con nuevas historias; tenéis Esthercilla para rato jijijijiji 🙂

 

 

 

 

¿Final?

– ¡Qué bien! Solamente quedan dos horas para el final y estos pobres infelices no dan con la solución – dijo, Cuca, muy contenta.

– Venga, montón, seguid pensando, pues todavía no está todo perdido – expresó, el Sapo, animando a los demás.

– ¡Puf! Hemos dicho mil y una posibilidades y ninguna sirve; entonces, ¿qué podemos hacer? – comentó, Mari, con desolación.

– Pensar un poco más, ya que no tenemos elección – dijo, el Sapito, intentando templar los ánimos.

– A ver, a ver, ¿por qué no regamos a Petunia? – comentó Mari, pero aquello no funcionó, pues el cardo ni se inmutó.

– ¡Vaya! ¿Y por qué no llevamos a la flor a un sitio mejor? – preguntó Marga.

– Imposible Marga, de aquí no nos podemos mover porque Cuca sólo nos ha dejado este pequeño rincón – expresó el anciano Sapo.

– Pues tienes razón – respondió, la princesa, con tristeza.

– ¿Y si la plantamos junto a ese otro cardo marrón? Probemos ¿no? – dijo, ahora, Mari.

Y, queridos amigos, aquello tampoco funcionó. El tiempo pasó ¡Qué cosa extraña es el tiempo! Los personajes se desanimaron un montón pero, la malvada bruja, contrariamente, se creció.

– ¡Esto es maravilloso! ¡Solamente queda una hora y no son capaces de encontrar el antídoto salvador! Ay, querido medio corazón de Petunia, vas a ser mío para siempre ¡Qué ilusión! ¡Qué gozo! ¡Qué feliz soy! – comentó Cuca.

– Vamos, escuchemos lo que dicen nuestros corazones y las palabras de nuestra amiga Esther. Recordad que la unión hace la fuerza; además, me niego a creer que el mal pueda vencer en un cuento infantil, eso no tendría ningún sentido, pero, a saber – dijo, ahora, el anciano Sapo.

– Y hablando de Esther, ¿por qué no le pedimos que nos ayude a resolver este papelón? – preguntó Mariquita.

– Menuda cabeza la mía… Mira que no pensarlo antes… – dijo la princesa Margarita.

Todos mis personajes me llamaron y, yo, entonces me dormí para intentar, por todos los medios, que la simbiosis perfecta se diera, aunque me resultó imposible: Cuando quería aproximarme a ellos, Cuca me empujaba, con su inmenso poder, para devolverme a la realidad. Y, a lo lejos, antes de despertar, al otro lado del Umbral de los Sueños, les comenté que no podía acceder a aquel triste lugar; ellos, entonces, se pusieron muy tristes pero, rápidamente, reanudaron la acción con más intensidad que en las horas anteriores.

– ¡Jo! El agua no ha resultado ni el cambio de ubicación. Ah, se me ocurre otra opción: ¿qué os parece si buscamos un príncipe para que le dé un beso de amor? – pensó Mari.

– ¿Habéis visto algún príncipe por aquí? No, ¿verdad? Entonces, descartad ya esa posibilidad – respondió, el Sapo, medio enfadado.

– Pero sí tenemos un Sapo muy majo. Aceptamos a Sapito como posible salvador de Petunia – dijo, Mariquita, entusiasmada.

– Me niego, va a ser que no. No soporto a esa flor – comentó, el anciano Sapo, algo rabioso.

– Sapito querido, ¿se te ha olvidado que te estás jugando nuestro futuro? – dijo, casi llorando, la princesa Margarita.

– Está bien, lo haré, pero le doy un beso pequeño y ya está – farfulló el Sapito.

– Pequeño o grande, prueba con los dos; recuerda que puedes ser nuestro salvador – dijo, ahora, Mari.

El anciano Sapo Azul – Grisáceo le dio un pequeño beso a la malvada flor, ahora cardo, pero no funcionó; luego, le dio otro mayor, pero la situación no mejoró.

– Ale, dos besos a ese cardo y ¡seguimos igual! ¡Qué mal! – expresó, disgustado, el anciano Sapo. ¿Por qué no le solicitamos a Cuca la liberación? 

– ¡Cuca! ¡Cuca! ¡Por favor! – dijeron todos.

Entonces, a lo lejos, se oyó: Os he dicho que no; el antídoto o esto se acabó. Y, recordad, os quedan cuarenta y cinco minutos para variar la situación ¡Jajajajaja! ¡Ciao! – respondió la bruja Cucaracha.

– ¡Cuarenta y cinco minutos nada más! Lo que yo es decía, nos teníamos que haber dado la vuelta en el Palacio de la Luna y el Sol, así todo habría sido mejor – dijo Amapola.

– Amapola, no digas eso, por favor; ahora tenemos que permanecer más unidos que nunca – respondió el Sapo.

– Está bien; seguiré – comentó, Amapola, más animada.

– ¡Y nosotros también! – gritó todo el montón, Mari, Marga y el Sapo. 

– Ya está, amigos, creo que he encontrado el antídoto salvador: Me cambio por ella – dijo, espontáneamente, Margarita.

– ¿Qué dices princesa Marga? ¿Acaso lo has pensado bien? – expresó Mariquita.

– Sí, me entrego para salvaros, pues es lo justo ¿o no? – comentó, convencida, la bella princesa.

– ¡Claro que no! – dijo el anciano Sapo.

– Pues yo digo que sí. Cuca, escúchame bien, me cambio por Petunia.

– Me da que no ¿eh? Ahí tampoco está la solución – dijo, riendo, Cuca, pues el tiempo se estaba acabando.

– Venga, te doy medio corazón – expresó, con firmeza, la princesa.

– Uy, parece tentador pero es un… ¡Sí! No, querida, estaba bromeando ¡Jajajaja! Me encanta jugar con los demás; ya sabéis, es algo que aprendió la pobre Petunia de mí. Por cierto, os queda media hora, aunque, bueno, ya estoy visualizando el final ¡Muahahahaha! – dijo Cuca.

– ¡Media hora! ¡Uf, por favor! Sigamos haciendo funcionar nuestros cerebros – se dirigió, el Sapo, a la multitud.

– Jo, no se me ocurre nada; creo que hemos agotado todas y cada una de las opciones – dijo Mariquita Pizpireta.

– A mí tampoco me viene nada a la mente – dijo, con tristeza, la princesa.

– A mí sí ¡Qué poderosa soy! Van a estar siempre en este rincón sirviendo a la Reina Bruja Cucaracha ¡Qué bien suena eso! – comentó la malvada bruja.

Pasaron quince minutos, luego diez minutos y el antídoto no venía. 

– Bueno, amigos, resignémonos, la unión no ha hecho la fuerza; Cuca nos ha vencido con su aliado el tiempo ¡Qué cosa extraña es el tiempo! Ni Esther nos ha podido ayudar. No obstante, he aprendido algo de todo esto: Hay que saber personar y, yo, la princesa Margarita VII del Reino del Color, no le guardo ningún rincón a mi prima Petunia, la princesa – reina – flor – cardo; además, he llegado a comprender que la envidia y el narcisismo son horribles, pues siembran odio en los corazones hasta el punto de vender la mitad al mejor postor. Yo, siempre viví feliz, llena de cariño, sin envidia ni rencor y rodeada de flores multicolores, así que nunca conocí lo que era sufrir, pero, ahora, me pongo en el lugar de Petunia y empiezo a sentir un gran dolor.

– Es cierto, querida princesa, la envidia es de lo peor que hay y ya no digamos lo de creerse más que los demás; yo también perdono a Petunia de corazón – dijo Mariquita.

– Y yo, y yo, y… 

                       

  Continuará          

Moraleja:

Perdonar es vivir; venga, haced experiencia de ello y me contáis ¿vale?

P.D: Queridos amigos, os pido un poquito más de paciencia, pues, de verdad, el final aparecerá en la siguiente entrada de blog.

Besos y abrazos de cuento

¡Hasta mañana! 🙂 

Semifinal

– ¿Mala yo? No, por favor. Quizá, soy algo traviesa y lo que más me divierte en este mundo, es jugar con los demás, pero un poquito nada más. – rió Petunia, después tosió, mientras su aspecto empezó a variar ligeramente.

– ¿Y eso no es tener maldad? ¡Qué barbaridad! – respondió Mari muy ofendida.

– Pues no, querida Mariquita, para mí, como ya he dicho, es jugar o es que ¿acaso no me escuchabas cuando estaba hablando? Si, quieres, te lo vuelvo a repetir por última vez: Jugar es jugar y no le veo ni un ápice de maldad ¿ya? – respondió, rabiosa, la flor. Y, venga, pasemos a la siguiente cuestión que, a este ritmo, me voy a dormir ¡Ay, qué sueño me está entrando…!

– Petunia – dijo Sonia, tímidamente.

– Para ti, reina Petunia – la flor se ofendió.

– Perdone. Reina Petunia, ¿por qué motivo transforma a las personas en pájaros o en reptil? 

– ¡Bien! Una pregunta menos comprometida que la anterior. Te contestaré, querida muchacha; lo hago porque es lo que se me da mejor.

– De acuerdo, muchas gracias, pero, ¿le podría formular otra pregunta? – dijo Sonia.

– Venga, veamos a ver – respondió, secamente, Petunia mientras tosía.

– Reina Petunia, ¿cuál es el motivo de esas conversiones? ¿Por qué lo hace? – preguntó Sonia, que estaba un poco asustada.

– Bueno, bueno, no sé si a esto debería contestar, aunque ya que estamos y soy una flor de palabra, te diré que es porque no puedo soportar que no me digan que soy la mejor y la más bella flor; es algo superior a mí, me sienta fatal – dijo, en tono airado, la malvada flor.

Poco a poco, y a medida que avanzaba el interrogatorio, la reina flor iba teniendo un aspecto peor. Así, su criado, el Ruiseñor, no tardó mucho en reaccionar: Flor de mis entretelas y más bella que las estrellas ¿Qué le está sucediendo? Está cambiando de color y su tallo y sus verdes hojas están adquiriendo un tono marrón – comentó, el pájaro cantor, bastante asustado y a punto de llorar.

Pero Petunia, que siempre ignoraba al Ruiseñor, pasó por completo de su intervención y continuó.

– Me pareció escuchar el sonido del viento al chocar contra la ventana; yo, ciérrala, por favor, que no me quiero acatarrar, pero ya tengo una tos que no sé – Petunia achacó su continuo toser a la corriente y prosiguió. Vamos, preguntad, no tengáis miedo, que no os voy a comer, preguntad porque, al final, me hartaréis y me marcharé.

– Querida reina Petunia – preguntó, ahora, Rosa. ¿Usted sabía que la Bruja Cuca le haría pagar ese alto precio? Ya sabe, me refiero a la entrega de su medio corazón y a la transformación en flor, a cambio de obtener el poder.

En ese preciso instante, salió una pequeña lágrima furtiva de lo más profundo del ser de la flor, probablemente, cuando recordó sus tiempos en los que era una bella princesa y, acto seguido, habló.

– La verdad, Rosa, es que no. Sí, bueno, sabía el tema del corazón, pero lo otro no.

– Ah, muchísimas gracias, pero ¿me permitiría otra cuestión? – dijo Rosa.

– Sí, venga, aunque no te demores, por favor que, como ya os he dicho repetidas veces, me voy a cansar ¡Puf! ¡Qué sueño tengo! ¡Qué rara me encuentro! – dijo Petunia, que estaba aún más marchita y marrón.

– Reina Petunia, ¿se siente feliz de ser una flor? – preguntó Rosa.

Petunia se calló durante un breve período de tiempo y cambió del todo de color; lo hizo hasta de condición, pues, ahora, se convirtió en un horrible cardo marrón con muchísimos pinchos a su alrededor. Y, ante tamaña situación, se hizo un silencio todavía mayor que el anterior para, después, abrir paso a una larga cadena de murmuraciones. Mari, el Sapito y la princesa Marga, no daban crédito a tan extraña transformación y, yo, desde el otro lado del Umbral, empecé a temblar, pues tenía la sensación de que nada bueno podía pasar.

Ninguno se atrevía a decirle nada a la reina sobre su nueva condición hasta que, el Ruiseñor, nuevamente, casi sin aliento, musitó.

– Mi reina, ahora mismo ha acontecido un hecho terrible con relación a su aspecto; no se lo va a querer creer, pero…

– ¿Qué? – dijo, la flor – cardo, con un hilo de voz. No sé a qué te refieres; háblame, pájaro cantor.

– No sé ni por dónde empezar; es que… usted… ya… no… – dijo, con temor, el Ruiseñor.

– Habla, de verdad, que no me voy a enfadar; deja los enigmas para después – ahora eran, incluso, más imperceptibles las palabras del cardo.

– Verá, mi señora, ha sufrido un cambio de estado que pienso que ni ha observado. Es cierto que antes era más bella que las estrellas, pero ahora ya no: Es un horrible cardo marrón con una gran cantidad de pinchos a su alrededor – dijo, atropelladamente, el pájaro.

– ¿Cómo? ¿Qué estás diciendo? ¿Un cardo yo? Definitivamente, te falta un hervor si no son dos o tres – ahora, subió un poco el tono de voz de la antes flor, para luego volver a bajar mucho más. Esto seguro que me lo dices porque me quieres arruinar; te estás rebelando, aunque, no me pilla de sorpresa, hacía tiempo que lo venía observando. Haré como que no he escuchado nada.

Pero, la reina Petunia que, estaba llena de curiosidad, no tardó en llamar a otro de sus criados.

– Yo, por favor, dime la verdad; dime que, ese pájaro emplumado, está mintiendo – dijo el cardo.

– Mi reina, lo siento pero, el pájaro, solamente dice palabras de verdad – respondió el camaleón, con miedo.

– Esto no puede ser; trae presto un espejo u otro objeto en el que me pueda reflejar – la reina, ahora, dudó por un instante.

Así lo hizo Yo y, en menos de un minuto, apareció con un gran cristal extraído de un ventanal; se le dio a la antes flor y ésta, al ver la conversión, inmediatamente, se desvaneció y, por completo, se marchitó. 

Acto seguido  todas las puertas y las ventanas del Palacio de la Luna y el Sol, se cerraron herméticamente y éste se convirtió en un cubo de acero, movido por un gran ventilador y todos nuestros amigos aparecieron en otra región. 

Pasado un rato, la estructura se abrió por un lateral y salió todo el batallón. Vieron un lugar en el que, a juzgar por la primera impresión, parecía que nunca salía el sol y que no existía el color, salvo el gris tirando a negro. ¿Y quién habitaría en aquel sitio tan hostil? Si queréis saberlo, tendréis que esperar, nuevamente, a la siguiente entrada de blog.

¡No! ¡No! Es broma, esperad, no os vayáis tan rápido, que es lo digo ya, aunque antes vamos a probar: ¿Sois capaces de adivinarlo? Venga, a la de tres, pensad. Una, dos y…

– Basta ya de adivinanzas y de tanto juego con el lector. A ver si, por una vez y sin que sirva de precedente, somos claros. No hace falta que os quebréis el seso, ya os lo digo yo. Soy la Bruja Cucaracha, Cuca para los amigos, aunque creo que de eso no tengo ¡Jajajajaja! Me llamo así porque siempre voy de negro y porque soy capaz de sobrevivir a cualquier situación (incluso nuclear) por chunga que sea – dijo la bruja en tono sentencioso.

– Anda, Cuca, la bruja perversa que engañó a mi prima Petunia. ¡Por fin nos encontramos!- habló, para sí, la princesa Margarita.

– Sí, la misma que viste y calza. Yo también me siento encantada de haberos traído aquí ¡Jajajaja! – respondió con malicia.

– Y a todo esto, ¿dónde está Petunia? Lo único que recuerdo, de antes de partir, es que se marchitó – dijo Marga con algo de pena.

– Princesa, está aquí, junto a mí; lleva inconsciente y marchita desde antes de que el palacio en cubo se convirtiera – respondió, muy triste, el pájaro cantor.

– ¡Puf! ¡Esto no puede ser! La tendremos que salvar ¿no? – comentó Margarita.

– ¿Salvarla? Princesa, ¿qué está diciendo? Su prima siempre se ha portado fatal y a usted la ha querido mal – dijo, ahora, el Sapito, intentando que Marga entrara en razón.

– Sí, anciano Sapito, tienes toda la razón, pero, en el fondo de mi corazón, intuyo que toda la culpa no es de mi prima la flor – respondió la princesita.

– Permitid que intervenga, que eso ya os lo comento yo ¡jajajajaja! Casi toda la culpa la tengo yo. ¡Ay, qué chica más lista he encontrado! La que siempre ha movido los hilos de todo, ha sido la fantástica, maravillosa, increíble y singular Bruja Cucaracha, es decir, yo. Así que si estabais buscando a la mala de esta narración, ya la habéis encontrado. No tengáis miedo de gritar ¡Cuca hizo todo el mal!, porque es verdad.

Mirad. Yo he permanecido siempre en la sombra, con mucha cautela de no ser vista, siguiendo los pasos de las pobres muchachas infelices con sus vidas y que podrían necesitar de mis servicios; y, por fin, así podría obtener medio corazón para hacer crecer mi poder ¡Jajajajaja! Si antes era una bruja fuerte, ahora lo soy muchísimo más; nadie se me puede igular ¡Gracias Petunia, amor! – la malvada Cuca rió tan fuerte que, hasta, la tierra se estremeció.

La malvada bruja, que no se cansaba de hablar, pues se sentía más protagonista que nunca, continuó:

– Y, antes de que alguno de vosotros me interrogue, responderé yo a todo lo que os pudiera interesar, porque ya veo que en esta historia os encanta preguntar; os pasáis el día entero con interrogaciones y más interrogaciones ¿acaso no tenéis otra cosa que hacer? Y, lo peor de todo, es que no os cansáis – dijo, muy rabiosa, Cuca.

Escuchad, con atención, porque no lo voy a repetir: Elegí a la princesa Petunia, ya que casi no me quedó ni elección y es que me lo puso tan fácil, pues fue desconsolada a mi casa, tras haber leído uno de mis innumerables anuncios en el periódico de tirada regional «Estrella de Mar», que decía así:

SI ERES MÁS BELLA QUE LAS ESTRELLAS, PERO LOS QUE TIENES A TU ALREDEDOR NO LO SABEN RECONOCER Y, A PESAR DE TODO, QUIERES TRIUNFAR CONVIRTIÉNDOTE EN LA MÁS PRECIOSA DEL LUGAR (O INCLUSO EN REINA), NO DUDES EN LLAMAR A MI CELULAR O, MEJOR, ME VIENES A VISITAR.

PREGUNTA POR: CUCA.

Y eso fue lo que hizo Petunia, en mi humilde morada apareció.Y ,es más, me dio tanta penita – dijo irónicamente – que toda su vida fuera un ir y venir de incomprensión que, al final, tuve que intervenir. ¡Ay! ¡Qué desazón! ¡Todavía me conmuevo al rememorar aquella desdichada situación!

Le pedí  por favor (y es que una cuando quiere es hasta educada) que dejara de llorar, ya que en el Mundo de los Cuentos todo tenía solución (o no) y que se encontraba en el sitio adecuado (o no).

– ¿Y qué pasa con lo del medio corazón? ¿Qué me dice de la conversión en flor? Ahora va a resultar que usted es una buena persona casi angelical. ¿Y la transformación en cardo unida al estado de inconsciencia? ¡Es que no lo soporto más! – dijo la princesa Margarita con una mezcla de rabia y de tristeza.

– Habíamos dicho que no se preguntaba, que yo os iba a responder a todo ¿y no lo estoy cumpliendo? Pero, princesa nerviosa, te me has adelantado, precisamente, a lo que iba a comentar ahora. Yo, nunca le mentí con lo del medio corazón, ni tan siquiera con la conversión en flor, pero es que estaba tan emocionada y deseosa de venganza, que no alcanzó a leer la letra pequeña. Aquí os he traído una copia del contrato con todas y cada una de las cláusulas, porque me temía que esto podía pasar, así que, por favor ¡qué educa soy! mirad:

(1) A cambio del poder, me cederás medio corazón; no te sucederá nada, porque podrás funcionar a la perfección con la otra mitad.

(2) Sufrirás una transformación, posiblemente en flor.

(3) Tu poder será grande, pero menor que el mío. Obvio ¿no? Para eso yo soy la bruja y tú no.

(4) Si quisieras volver a tu antigua condición, convierte a tu prima Margarita en mariquita, justo cuando vaya acompañada de un anciano Sapo Azul – Grisáceo y de una Mariquita Pizpireta, que lo sea en verdad.

– ¡En fin! Me cuesta mucho creer que mi prima no lo leyera, pues siempre ha sido muy meticulosa y desconfiada – dijo, Marga, dudando de las palabras de la bruja.

– Pues, mira, no lo leyó. Si te fías de mí, genial y si no, pues peor para ti. ¿Me dejas proseguir, jovencita? ¿Ves lo que digo de que os pasáis la vida preguntando? Sigo, ya que no tengo todo el tiempo del mundo ¡El tiempo! ¡Qué cosa extraña es el tiempo!

(5) Si sientes el deseo muy profundo de querer ser humana y no eres capaz de obrar la transformación ,en el plazo máximo de dos meses desde la fecha en que fuiste a visitarme, tú serás la que sufrirás otra mucho peor.

Al final, vais a tener razón; hay un pequeño detalle que no especifiqué – y es que todo no se lo iba a contar ¡muahahahaha! pues soy una bruja y no un ser lleno de bondad -, pero ya habéis visto el resultado: Petunia, una de las princesas más bellas de la región, es ahora un cardo feo, marchito e inconsciente. Y venga, que ya estamos casi en el final – dijo la malvada bruja.

(6) Si se diera la transformación del punto (5), sólo un antídoto haría posible su curación ¿o quizá sean dos? ¿o tres? ¿Creéis que os lo voy a decir? ¡Pues no! ¡Jajajajaja!.

– Está bien, bruja Cucaracha, basta ya de tanta palabrería ornamentada. Dinos cuál es el antídoto o te las verás con nosotros. Estamos muy cansados y queremos restaurar el orden anterior: La paz en el Campo de Giramares y en toda la región – dijo, Mariquita, muy seria.

– ¿Quién me habla? Escucho un leve susurro, pero no sé de dónde viene. Ah, sí, ahora te veo, eres tú, insecto insignificante. Me parece fenomenal que tú quieras lo que me acabas de decir, pero yo ¡NO!. Es más, como os he dicho hace un rato, no tengo tiempo; así que o dais vosotros con la solución o esto se terminó: El cardo feo se diluirá para siempre, Yo nunca volverá a ser Paul, ni Or se convertirá en George. Y, vosotros, «querido» montón, os quedaréis para siempre en este pequeño rincón con Mariquita Pizpireta, el anciano Sapo Azul – Grisáceo y la Princesa Margarita. Ah, no penséis en crear una simbiosis perfecta, porque de eso también me he encargado yo. Daos prisa, pues sólo tenéis 24 horas para desfacer el entuerto ¡Muahahahaha!

Y, en un periquete, la Bruja Cucaracha, desapareció.

– ¡Ay! ¡Apenas tenemos tiempo! ¡Otra vez estamos con el dichoso tiempo! Y ya no lo hago por Petunia, que nunca me ha caído bien, es porque nuestro destino está en juego y un día no es nada ¡jo! – dijo, el Sapito, muy preocupado.

– ¡Qué difícil nos lo ha puesto la bruja! ¡Vamos a ir probando con el método de ensayo o error! – dijo Mari.

– ¿Y qué es eso? – preguntó la princesa. 

– Marga, simplemente, tenemos que ir buscando alternativas y viendo si funcionan o no. Venga, dejemos de hablar y comencemos, pues no hay tiempo que perder – respondió, el insectito, con bastante energía.

Mientras dejamos a nuestros queridos personajes pensar, una servidora se marcha a cargar las pilas, ya que está deseosa de poder contaros el final.

Moraleja:

Si creías que lo habías visto todo, siempre puede haber más; por ejemplo, si uno obra mal, otro lo puede hacer todavía peor (véanse los casos de Petunia y la Bruja Cuca).

Ésta es una posible enseñanza, pero seguro que a vosotros se os ocurren más; no dudéis en hacérmelas saber.

Miles de besos y abrazos multicolores 

¡Hasta muy pronto! 🙂

Y, por fin, nos vemos las caras

Y, como dijimos en la entrada anterior, el batallón divisó un cartel  luminoso, que decía así: 

PASILLO LARGO, LARGO, PERO QUE MUY LARGO, QUE CONDUCE A LA SALA PRINCIPAL DE SU ALTEZA MAYOR LA REINA FLOR

– Ahora un pasillo muy largo, ¿y qué es lo que vendrá después? – dijo Mari, apenada. Al final va a ser lo que pensábamos el Sapito y yo: Petunia nos vuelve a engañar con esto del emisario Ruiseñor.

– No, señorita Mariquita, se equivoca y es que ¿acaso no alcanza a ver otro cartel más luminoso que éste al final del corredor? Además, ya no hay ninguna necesidad de Petunia, pues mi reina de los nervios está – dijo el pájaro cantor.

– Ejem, ejem, no las tengo todas conmigo ¿eh? Pero, sí, ahora que lo dices, airado Ruiseñor, mis pequeños ojos pueden vislumbrar una chispeante luz, digo yo que será el cartel del que me habla – respondió Mari con bastante sospecha.

Tras la intervención de Mariquita, todos siguieron avanzando por el corredor con una cierta desconfianza.

Y, mientras, en la sala principal de Petunia…

– ¡Menos mal! Parece que no les queda casi nada para llegar y así poder llevar a cabo mi estupendo plan ¡Muahahaha! Ansiosa me hallo ya; espero no fallar ¿fallar? ¡Qué estoy diciendo! ¡Qué barbaridad! Venga, Petunia bonita, a callar – se dijo Petunia a sí misma en un estado bastante alterado.

Ya, por fin, nuestros queridos amigos, atravesaron el largo vestíbulo y se pusieron a leer lo que decía el nuevo cartel:

BIENVENIDOS TODOS A LA SALA DE AUDIENCIAS DE LA EXCELENTÍSIMA E ILUSTRÍSIMA REINA PETUNIA, LA FLOR MÁS HERMOSA DE ESTA REGIÓN Y HASTA DE ASIA MENOR.

POR FAVOR, ESPEREN SU TURNO PARA PASAR.

ATENCIÓN: DESCUENTOS ESPECIALES PARA MARIQUITAS, SAPITOS, PRINCESAS Y MONTONES.

– Buenas tardes a todos. ¿Qué es lo que les trae por aquí? – dijo el camaleón Yo.

– ¿Yo? – habló, asombrada, Mari.

– Sí, efectivamente, soy Yo – dijo, tajante, el camaleón.

– Yo, ¿por qué estás aquí? – siguió preguntando Mariquita.

– Pues porque la reina me ha cambiado de puesto gracias a mi excelente comportamiento en el peaje, pues no he dejado entrar a los que no tuvieran pasaje. Ah, hablando de pasajes y peajes, ¿han traído los suyos? – dijo Yo.

– Pues no, jo, ya estamos con el peaje – pasaje, nadie nos ha dicho que lo necesitáramos. Puf, otro impedimento más, ¿cuántos nos quedarán por soportar? – dijo, Mari, a modo de lamentación.

– Ya saben algunos que sin peaje – pasaje no pueden entrar, faltaría más, justo ahora que subo escalones, vienen éstos y me quieren fastidiar. No, eso jamás – respondió, muy airado, el reptil.

– Por favor, camaleón – dijo, dulcemente, la Princesa -te conozco, pues eres mi amigo Paul y sé que tienes muy buen corazón. ¡Déjamos entrar, ya que venimos de muy lejos y debemos salvar el Campo de Giramares.

– Perdone señorita, pero le he dicho que no. ¿No sabe lo que significa la palabra «NO»? Y, por cierto, no tengo ni idea de quién es ese Paul del que me habla; creo que me ha confundido con otro camaleón. Yo soy Yo, el camaleón jefe de la empresa «Peajes – Pasajes Petunia Divina S.L» – explicó, algo enfadado, Yo.

– No, eres Paul, que lo sé yo – respondió, la princesita, entre sollozos. Mi prima, además de convertirle en reptil, le ha hecho olvidar toda su vida anterior y, la verdad, es que sigo sin entender el porqué de tanta maldad – dijo, en voz alta, Marga.

– Princesa Margarita, yo tampoco lo comprendo. ¿Alguien nos lo podría explicar? – dijo Irene, pues tenía unas profundas ganas de saber qué era lo que le llevaba a la flor a actuar de esa manera tan malvada.

– ¿Mi amada reina malvada? ¿Qué están diciendo ustedes? Creo que no conocen el significado de la palabra «MALDAD». Anda ya, malvada, dicen – interrumpió, enfadado, el Ruiseñor.

– Perdone, airado pájaro cantor, nadie le ha pedido su intervención – respondió, muy enfadado, el anciano Sapo. Querida Irene, yo tampoco conozco, realmente, las razones que le han llevado a Petunia a actuar tan mal, aunque intuyo que algo debe tener que ver el hecho de que sólo posea medio corazón, su narcisismo exacerbado y su envidia sin parangón. Quizá Marga nos pueda aclarar alguna cuestión más, al ser su prima y demás ¿o no?

– Amigos, lo siento infinito, pero yo tampoco sé mucho más; me supongo que será ella la que nos lo tendrá que aclarar…

– Bueno, está bien, princesa, gracias de todos modos, aunque veo que seguimos igual, esperaremos y ya está; además parece que está próximo el final ¿verdad? – dijo, Irene, entusiasmada.

– Eso esperamos, Irene, pero aquí no se puede dar nada por sentado; para saber la resolución, únicamente nos queda continuar con nuestro plan habitual: Actuar, así que vamos allá – respondió, el Sapito, con rotundidad.

Y, el montón, de nuevo, pasó a la acción, hasta que Mari se paró a hablar con Yo.

– Yo – insistió Mari -, déjanos pasar, no queremos que te suceda ningún mal, pero, de verdad, queremos entrar…

– Mariquita, ¿tú tampoco entiendes el significado de «NO»? Si quieres te lo digo en inglés, en italiano o en chino mandarín. ¡No! Sin peaje – pasaje no se puede entrar y ya no se hable más. ¡Vaya tardecita que me están dando y me la quería perder…! Con lo bien que estaba en el otro lugar; ¡Ains, qué mal!

Así, el camaleón no paró de relatar durante un cuarto de hora o incluso algo más. Entonces, Amapola, cansada de esperar, interpeló a los demás: Mirad, nos vamos y ya está; tendremos que dar esta batalla por pedida y otra vez será. La verdad es que me da mucha penita lo del Campo de Giramares, la tristeza de los habitantes de la región y las transformaciones que han sufrido Or y Yo, pero no encuentro otra solución mejor que la de terminar con esta historia ya.

– No, querida amiga, no te rindas tú ahora; ésa no es la mejor opción; ya sabes que las grandes historias siempre las han escrito los valientes, aquellos que llegan hasta el final y luchan por los intereses de todos, así que de aquí no se mueve nadie. A unas malas tiramos la puerta abajo, faltaría más – habló, Mari, de un modo jamás visto antes en ella.

– Mari, me has convencido, ahora vuelvo a verlo todo mejor y  no me muevo de aquí – dijo, Amapola, muy optimista.

– ¡Ni nosotros tampoco! – comentaron, con conocimiento, Marga, el Sapito y el montón. ¡Vamos todos a la acción!

– Venga, cuando diga «tres», nos abalanzamos contra la puerta ¿de acuerdo? – dijo, el Sapito, que se erigió, de nuevo, en jefe de la expedición. Uno, dos y…

– ¡Un momento! ¡Un momento, pero, bueno, ¿qué es esto? ¿Queréis romperme la puerta de madera labrada? ¡Qué barbaridad! ¡Eso no! Yo, venga, deja que pasen, y Ruiseñor, encárgate de que lo hagan en fila de dos. Además, ¿no os habéis dado cuenta de que son mis «invitados especiales, aquellos que llevaba esperando por lo menos un mes? Así que pueden entrar sin necesidad de peaje – pasaje – dijo Petunia, en alta voz, desde el otro lado de la habitación.

– ¡Uf! Esta amabilidad me huele un tanto mal, ¿qué es lo que tramará la flor? – dijo Mari.

– A mí también me da mala espina – comentó Marga.

– Yo me temo lo peor – dijo el anciano Sapo Gris – Azulado.

– Vamos, adelante, pasen y tengan cuidado de no tropezar con la alfombra tan transparente que parece cristal; ah, no se olviden de hacerlo en fila de dos – explicó el Ruiseñor.

Dicho esto, cada uno de los presentes se puso en formación: Primero, Mari y el Sapito, luego Marga y Fer, después Irene y Amapola, Inés y Mariela, Reme, Rosa, Sonia, Paqui… hasta el final. Sus pasos fueron vacilantes, pues les invadía el temor al no saber qué es lo que les sucedería en ese preciso instante.

Tampoco les dio mucho tiempo a temblar, ya que, de repente, se vieron en una habitación inmensa y totalmente vacía a excepción de una gran mesa y, tras ella, un trono – maceta multicolor con la reina flor; Petunia, era muy pequeñita y, desde la distancia, parecía un poco marchita ¿a qué se debería semejante estado? Es posible que lo desvelemos a continuación (o no). Sigamos con la función.

Además, en la pequeña flor, tampoco se atisbaba ni el más mínimo resquicio de alegría o ilusión ¿Tendría eso que ver con el hecho de que tuviera solamente medio corazón? Posiblemente, pero esto también lo sabremos después (o no).

– ¡Qué ganitas tenía de verte, malvada flor! ¡Qué pesada eres, hija, con tanto engaño! Vamos, montón, acabemos con ella ya – dijo Mariela -, que necesito más acción. ¿Quién se presta voluntario para cortar su pachucho tallo? 

– Tranquila, Mariela, todos queremos acabar con ella; tienes toda la razón, pero, casi mejor, vamos por las buenas, si es que la flor nos brinda la ocasión – dijo Mari en tono tranquilizador. Veamos qué quiere Petunia y si le podemos hacer entrar en razón.

– Ya, es verdad, me he precipitado un poco, bueno, no, quiero acción – respondió Marielilla.

– Mariela, pues si quieres acción, la tendrás; yo tampoco aguanto esto más – dijo el anciano Sapo.

El Sapito se encaminó, rápidamente, hacia la gran mesa tras la que se encontraba Petunia, pero se golpeó con un cristal invisible, que le servía a la malvada flor de protección.

– ¡Puf! ¡Qué porrazo me he dado! ¿Por qué todo lo tiene que calcular? – dijo, el Sapo, muy mareado.

– Sapito, ven aquí, descansa un poco y ya volveremos a la acción – le dijo, Inés, con cariño. Dejemos a Petunia hablar.

– Muy bien, querida muchacha, gracias por tu ayuda; parecía que no ibais a terminar nunca de sermonear e incordiar. Mirad, os he convocado aquí – tosió y tosió la flor, pues ya hemos dicho que estaba algo marchita -, porque ,como soy excelente, ilustre, estupenda, maravillosa, bella más que las estrellas y todos los adjetivos de superioridad que os podáis imaginar, os voy a regalar la oportunidad de que me formuléis todas las preguntas que no os hayan quedado claras de esta historia o de mi personalidad y, después, ya pasaremos al final en el que todos viviremos extrafelices y comeremos regalices.

Ninguno, de los que allí estaban, se creyó completamente las palabras de Petunia, aunque, en el fondo de su corazón, deseaban que terminara bien la acción.

– Entonces, si todo ha quedado claro, podéis empezar a preguntar – dijo la reina flor.

Inmediatamente, se hizo un gran silencio como si hubiera pasado un ángel, aunque, pasados unos minutos, Irene rompió el hielo:

– Reina Petunia, yo tengo dos cuestiones – dijo, Irene, un poco temerosa.

– Sí, dime, querida – respondió la flor.

– ¿Por qué eres tan malvada? ¿Qué ganas haciendo tanto mal? – preguntó Irene.

Y la reina Petunia respondió…

Bueno, esto lo veremos en la siguiente entrada de blog.

Moraleja:

Las apariencias engañan (cada vez más). Petunia siempre ha aparentado ser muy malvada y, ahora, parece que no lo es. ¿Cómo creéis que será de verdad? Haced vuestras apuestas, que el final está casi, casi ya.

¡Feliz día y hasta pronto!

Besos y abrazos desde el Umbral de los Sueños 🙂

Situación laberíntica

Había dejado a nuestros queridos amigos Marga, Mari, Sapito ,junto con sus familiares y todo el montón, en el interior del Palacio de la Luna y el Sol, os acordáis ¿verdad? Muy bien, pues vamos a continuar.

Nuestros protagonistas no daban crédito de lo fácil que les había resultado entrar, pero no dudaron en cambiar de opinión ante lo que vieron sus asombrados ojos. Venga, ¿qué creéis que divisaron? Pensad en 1, 2 y… 3 ¿No se os ocurre nada? Bueno, está bien, os lo digo yo; se encontraron ante un enorme laberinto de puertas de todos los colores, tamaños y formas que se puedan imaginar.

Margarita, Mariquita y el Sapito, no tardaron en imaginar que aquella «enredadera de entradas y salidas» era debida a un ardid de la flor infeliz. ¡Y, efectivamente, así era! Unos meses atrás, Petunia, lo había dispuesto todo para que, una vez que llegaran los invitados al vestíbulo principal, les costara mucho dar con su habitación, pues le encantaba divertirse con las dificultades de los demás.

– ¿Qué podemos hacer, Sapito? – preguntó el insectito. Madre mia, si aquí casi hay más puertas que personajes.

– Querida Mari, tampoco exageres ¿eh? Déjame pensar un instante, pues algo se me ocurrirá, ya verás; permanece tranquila, no pierdas la paz ¿de acuerdo? – dijo el Sapo, intentando tranquilizar a Mariquita.

– Ains – suspiró la pequeña Pizpireta.

– Tranquila, de verdad, que alguna buena idea me vendrá. Confía en mí, pequeña, ya que soy el más anciano del lugar y seguro que te podré ayudar; bueno, a ti, a Marga y a nuestro querido «montón». Ah, espera, que ya me está llegando una idea… Sí, aquí está; a ver qué os parece: Creo que lo mejor, en este caso, es que formemos grupos de acción para dar con el corazón de esta gran mansión.

– Sapito – interrumpió la Princesa Margarita – yo también he confiado siempre en ti, pero esto de los grupos no termino de verlo y es que, ¿acaso se te ha olvidado aquello de que «la unión hace la fuerza»?

– Ya, Marga, en eso tienes razón, pero tú también debes recordar que «el tiempo es oro» y, yo, ya he perdido la cuenta de todo el que se nos ha escapado con tanto ir y venir. ¡Qué cosa extraña es el tiempo! – respondió, tajante, el anciano Sapo.

– Pues, es cierto. Jo, los dos tenemos razón. Entonces, ¿qué es lo que debe prevalecer: La unión o el tiempo? – preguntó la princesa con bastante desazón.

– Marga, Sapito – interrumpió Mariquita – si me dejáis hablar, quizá os pueda iluminar, pues creo que he encontrado la solución gracias a vuestras explicaciones.

– Sí, habla, claro, no pierdas ni un segundo – dijo, entusiasmado, el Sapo – que tenemos que actuar.

– Por supuesto, Mariquita, dinos – habló, nerviosa, la princesa.

– Veréis, pienso que debemos permanecer unidos por la sencilla razón de que siempre que hemos actuado así, nos ha ido infinitamente mejor; sólo tenéis que pensar en lo fácil que nos ha resultado traspasar este umbral; además, a estas alturas de la historia, no creo que importe demasiado si tardamos más o menos en saluda a la reina flor – dijo, el insecto, con rotundidad.

Mariquita convenció con su razonable intervención a Marga, al Sapito y a todo el montón, pero, justo, cuando iban a reanudar la marcha, le surgió una cuestión: Ay, esto no lo había pensado, ¿qué puerta elegimos para empezar? No sé, ¿dejamos volar la imaginación o seguimos nuestra intuición?

– Queridos míos, ¿qué os parece si pasamos por la que dice «Cuentos que llegan al corazón»? – dijo, Marga, sin dudar.

– Bueno, ¿por qué no? . respondió el Sapito. Pero, dime, princesa bella, ¿me podrías decir la razón que te ha llevado a esta elección? – pregunto, curioso, el Sapo.

– ¡Puf! Pues no sé, somos personajes de cuento y a Petunia le falta medio corazón; un momento, eso no es razón; en realidad, simplemente, seguí mi intuición – respondió la princesa un poco ofuscada.

El Sapo, Pizpireta y los demás asintieron de corazón, aunque, acto seguido, se hizo un gran silencio al no saber qué se iban a encontrar al traspasar ese nuevo umbral; el único que no tuvo miedo fue el anciano Sapito y, por eso, condujo la expedición. La puerta, que eligieron, se abrió y les embargó la fascinación, a pesar de que a Marga le falló la intuición. Se encontraron con una enorme sala llena de réplicas exactas de cada uno de los personajes: Or, Yo, Margarita, Mariquita, el Sapo, Fer, Inés, Irene, Mariela, Elena, Reme, Rosa, Sonia, Amapola, Isabel… y hasta de la malvada flor (hasta pensaron, por un instante, que era real y empezaron a temblar); todas las figuras tenían un botón dorado en su mano derecha con la siguiente inscripción:

SI QUIERES CONOCER MI HISTORIA, NO DUDES EN PULSAR ESTE BONITO BOTÓN

Y, acto seguido, se armó un gran revuelo, pues todos y cada uno se marcharon corriendo, pues estaban ansiosos de recordar las historias de sus vidas, a pesar de que, todavía, les quedaba mucho por recorrer. Así, risas y llantos, llantos y risas se escucharon por doquier, hasta que el Sapo Azul – Grisáceo, de nuevo, organizó la situación: Un momento, por favor, esto me parece fenomenal y es que me llena de alegría que hayáis podido disfrutar de este espectáculo tan original, pero creo que lo más sensato es que escuchemos las historias de Mariquita, Margarita, Petunia o, incluso, la mía por si alguna pista nos pudieran dar; eso fue lo que hicieron, pero, para su desconsuelo, esos relatos finalizaban en la sala de los «Cuentos que llegan al corazón» ¡Qué profunda desilusión!

– ¡Pues vaya! ¡Qué desazón! ¡No aguanto más esta situación! – dijo Mariquita, muy triste.

Sollozos y más sollozos inundaron la habitación, pues ninguno sabía cómo actuar, y la meta, que ya parecía cercana, de nuevo, se volvía a alejar ¡Vaya fatalidad!

Mientras tanto, en la Sala de la Ilustrísima y Excelentísima Reina del Palacio de la Luna y el Sol, es decir, en la habitación de Petunia…

– De verdad, esto ya es una sinrazón, ¿por qué se me ocurriría contratar a los Hermanos Escuadra y Cartabón para realizar aquella construcción? ¡Qué jaleo han montado con tanta puerta desigual! Justo ahora que quiero que vengan rápidamente, me encuentro con esto; ¡Arg! ¡Se me está acabando la paciencia y hasta mi hermoso tallo se está doblando del estrés – comentó, Petunia, muy exaltada.

– Recuerde, mi magnífica ama, que usted la mandó construir así para que sus «invitados» no encontraran, con facilidad, su habitación; y es que siempre le ha gustado juntar con los demás, es su máxima diversión ¿o no? – dijo el Ruiseñor.

– ¡Ay, Ruiseñor impertinente! aunque tienes algo de razón; eso era antes, hoy todo ha cambiado y quiero que lleguen a este lugar a la voz de «ya».

– Sí, claro, me parece fenomenal, pero ¿cómo lo piensa lograr? – preguntó el pájaro cantor con algo de ironía.

– Con tu ayuda, mi amor – Petunia cambió el tono de voz para que el Ruiseñor le prestara una gran atención -; vuela hasta la sala de los «Cuentos que llegan al corazón» .

– Mi adorada Petunia, reina de mi corazón emplumado, yo lo haría de buen grado, pero no ha caído en una consideración – volvió a decir, con ironía, el pájaro.

– ¿Cuál? ¿Ya estamos poniendo inconvenientes? – dijo, malhumorada, la flor.

– No, pero es verdad, esta gente no me estima ni en un real, pues no he dejado de engañar y me he reído del Sapito sin parar. ¿Por qué ahora me tendrían que escuchar? – explicó, con algo de pena, el Ruiseñor.

– Porque no tienen otra elección; simplemente por eso, así que si no te siguen, se volverán a liar. Ea, pues, no se hable más y a actuar – respondió, enérgica, la flor.

El Ruiseñor obedeció sin mediar palabra y en un minuto – o dos – apareció en el dintel de la puerta y, tal y como había anunciado, la visita no fue del gusto de los que allí estaban, No obstante, les relató, con brevedad, su misión: «Mi reina me ha encargado venir a por vosotros para conduciros a su aposento, pues, de lo contrario, perderéis más tiempo ¡Qué cosa extraña es el tiempo! Ah, se encuentra muy nerviosa, así que no creo que sea bueno hacerla encolerizar ¿verdad?».

Ante semejantes palabras, el anciano Sapo Azul – Grisáceo se erigió en portavoz y así se expresó ¿Y ahora por qué tendríamos que fiarnos de ti? Nos has hecho sufrir a Mari y a mí.

– Es verdad, tienes toda la razón, pero tampoco estoy aquí para ganarme tu corazón; mi reina me ha encargado esta misión y se acabó – dijo, con sequedad, el Ruiseñor.

De nuevo se hizo el silencio, todos los personajes se quedaron muy expectantes hasta que, de repente, Mariela, dada su gran espontaneidad, empezó a hablar: Vamos a ver ya de una vez ¿eh? Este Ruiseñor no me cae nada bien y, Petunia, puf, es lo peor ¡No puedo con ella! Pero yo ya quiero un poquito de acción y estoy cansada de tanta pregunta ante cualquier situación. Mirad, yo creo que no tenemos elección; seguimos al pájaro cantor y se acabó.

El auditorio vitoreó a Mariela, pues había expresado lo que todos pensaban y no se atrevían a contar: ¡Sí! ¡Bravo! ¡Queremos acción, mucha acción! ¡Aprovechemos esta situación!

Así, el batallón al completo, siguió al Ruiseñor atravesando puertas y más puertas hasta que divisaron un cartel luminoso y muy llamativo que decía…

Para saber lo que pasará, tenéis que esperar a la siguiente entrada de mi blog. Tened paciencia, que esto se está animando y ya estamos casi en el final.

Moraleja:

Es bueno siempre poner los acontecimientos en una balanza para ver qué es lo que más nos compensa en cada situación, pues no debemos tomar decisiones precipitadas ya que podemos encontrarnos con grandes problemas; seguid el ejemplo de Mari, Marga y el Sapito, porque ellos, antes de pasar a la acción, se interrogan una vez (o dos).

Y aquí tenéis otra moraleja más de regalo:

Déjate aconsejar por una persona amiga en los momentos de dificultad, pues ella busca tu bien y seguro que te podrá ayudar.

¡Besos y abrazos de cuento para mis queridos lectores! 

¡Hasta mañana! 🙂