Enigmas que ya no lo son tanto

Mariquita Pizpireta y el anciano Sapo Azul – Grisáceo, ya muy cerca de la fortaleza del Palacio, algo desconcertados por el relato de la Princesa Margarita, no dudaron en formularle la siguiente pregunta: Princesa, a grandes rasgos, hemos comprendido la historia que nos ha contado, pero hay todavía una cuestión que no nos queda clara.

– Sí, queridos míos, decidme – dijo la muchacha.

– ¿Por qué Or, Yo y el Ruiseñor sufrieron un encantamiento y tú te has quedado igual? ¿Por qué no has cambiado de estado? – dijo Mari, tímidamente -.

– ¡Uy! Amigos, me encantaría poder responderos a esta pregunta, pero es algo que, desgraciadamente, ni yo misma alcanzo a comprender. Es cierto que, lo más lógico viniendo de mi prima, habría sido que me hubiera convertido en el ser que más le apeteciera tener para manipular y actuar sin piedad; además, me consta que su envidia hacia mi persona es, del todo, desmesurada.

– Justo – respondió, con un gesto de aprobación, el insectito – es lo que nosotros habíamos pensado y, es que claro, no nos entra en la cabeza lo otro… Aunque, claro, pensándolo bien, en el Mundo de los Cuentos, todo puede ser.

– Perdona, linda Margarita, a mí me ronda otra cuestión – interrumpió el Sapito.

– Adelante, anciano amigo, no dude en hablar – dijo Marga.

– ¿Crees que debemos entrar ya para intentar derrotar a Petunia o, por el contrario, hemos de pensar en un plan? – preguntó, algo nervioso, el Sapo -.

– Vamos a ver: Teniendo en cuenta que el tiempo es oro y que ya hemos perdido bastante, pienso que lo mejor sería entrar, aunque, es cierto que, al no saber cómo actuar, todo puede resultar fatal y, con facilidad, mi prima Petunia nos destruirá. Jo, es que nunca me vi en una tesitura tan atroz.

– Queridas, si me permitís – volvió a interrumpir el anciano -, ahora, después de meditar, creo que lo más sensato sería esperar, a pesar de que el tiempo perdido no venga más.

– Sí, pero ¿esperar a qué? – dijeron las dos a coro -.

– Sapito – dijo Mariquita – cada vez te entiendo menos, ahora que parecía que te conocía más… Y ya no digamos de la situación.

– Claro, es sencillo: Tenemos que obedecer a Esther, seguir sus palabras «la unión hace la fuerza» y buscar una legión – explicó entusiasmado; necesitamos encontrar personajes con astucia y entusiasmo y, en definitiva, con gran corazón.

– Suena precioso, pero ¿dónde los vamos a encontrar? – comentó Mari un poco incrédula.

– He aquí la cuestión: Mandaremos un mensaje mágico, que pase de región a región e incluso sea capaz de traspasar el Umbral.

– ¿Y cómo será? ¿Mediante una simbiosis perfecta? –  preguntó Margarita, que tampoco entendía nada.

– Mejor aún: Enviaremos el mensaje a través del primer rayo de sol.

– ¡Qué extraño, aunque suena interesante! El problema es que, ahora mismo, es de noche – expresó, asombrada, Mariquita; aunque el Sapito sabrá por ser el más anciano del lugar.

– Es verdad; dormid, al alba, estaré totalmente preparado para mandar el mensaje solar;  estad tranquilas, que yo velaré.

– Está bien, Sapito – dijo el insectito – confío en ti.

– ¡Y yo también! – expresó, Marga, emocionada, pues siempre me han hablado fenomenal de ti.

– Entonces, pequeñas mías, a dormir – dijo el Sapo con tono paternal.

Mari y la princesa Margarita se quedaron dormidas al momento, después de tanto contratiempo, mientras que el anciano Sapo se pasaba las horas vigilante.

Mientras tanto, en el Palacio de la Luna y el Sol…

– ¡Uf! Me estoy empezando a poner nerviosa y no creo que esto me vaya bien para el tallo – dijo la reina flor, bastante alborotada; nunca se deciden a venir ¿tan malvada soy? Vale que haya convertido a uno en Loro, a otro en Camaleón y…

– Sí, a mí en Ruiseñor – éste interrumpió.

– ¡Calla, criado! ¡Déjame terminar la intervención! Y, sí, les he engañado un poco (o un «mucho») con lo de los planos, pero no creo que sea para tanto, pues ya deberían entrar. ¡Estoy harta de esperar! ¡Al final les voy a tener que ir a buscar! – dijo, muy enfadada, Petunia.

– ¿¿A buscar?? – respondió, sobresaltado, el pájaro cantor. Querida ama de mis entretelas, recuerde que usted ahora es una delicada flor, a la que le va mal salir al exterior.

– ¡Ay! ¡Es verdad! Por una vez, tienes razón. Entonces, no me queda otra cosa que esperar en mi perfecto lugar – refunfuñó la linda flor.

– Así es – afirmó el Ruiseñor; es lo único que puede hacer.

– Ya, pero es que tengo muchas ganas de convertir a mi prima Mariquita en…

– ¿En qué mi preciada flor? – volvió a interrumpir el Ruiseñor, algo nervioso. 

– Pues, en lo que es su amiga Pizpireta; llevo tanto tiempo esperando la ocasión, porque no quería que el conjuro fallara. Ya ves que no tengo problemas con pájaros y reptiles, pero los insectos son otra cuestión.

– ¿Y eso mi amor? – dijo el pájaro.

– Ains, nunca me he llevado bien con ellos; cuando era humana… ¡Humana! ¡Cuánto lo echo de menos! Y, ahora que soy flor, peor; no soporto que se suban en las hojas o en el tallo cuando les surge la ocasión.

– Querida dama, ¿me permite una cuestión? – volvió a hablar el Ruiseñor.

– A ver con qué me viene ahora este pájaro cantor – pensó en voz alta. Sí, dime, pero sé raudo y veloz.

– ¿Por qué ha elegido convertir a Margarita en Mariquita? Es cierto que los dos nombres empiezan por «mar», pero ¿por qué no un ruiseñor, un camaleón, un lorito o una flor?

– Sencillamente, porque ésta no es mi decisión, pues te acabo decir que los insectos y yo tenemos una relación que no es mala, sino peor. Lo de la Mariquita tiene que ver con una  de las cláusulas de la Bruja Cuca, que aparecía en mi contrato en letra multicolor: 

RECUERDA QUE ME HAS DADO MEDIO CORAZÓN Y, BUENO, AUNQUE ESTO NO LO SABÍAS, YA HABRÁS NOTADO QUE TE HE VARIADO DE PRINCESA A FLOR, AUNQUE SI, TODAVÍA, QUIERES VOLVER A TU ANTIGUA CONDICIÓN, SÓLO PODRÁS HACERLO CONVIRTIENDO A TU PRIMA MARGARITA EN MARIQUITA, D’ ACCORD? 

– ¡Uf! ¡Qué tremenda es Cuca! ¿Le podría realizar otra pregunta? – dijo el Ruiseñor, algo ofuscado.

– Vamos, di, que no tengo mucho tiempo ¡Qué cosa extraña es el tiempo! 

– ¿No le especificó el modo de realizar tal variación? 

– Bueno, sí y no, algo me insinuó de que Margarita debía llegar a mi palacio acompañada de una Mariquita de verdad y de un sapo de doble color.

– ¡Ajá! ¡Eso ya casi lo tiene, mi bella flor! – respondió, en tono alegre, el Sapo.

– ¡Qué inteligente eres! – dijo, irónicamente,  la malvada flor. Precisamente, por eso estoy tan nerviosa; me ha costado mucho reunirles, pues mi prima se ha estado resistiendo a colaborar con ellos. Y todo, ¿para qué? Están a 500 metros de mí y no se atreven a pasar.

– En cierta medida lo entiendo, mi amor, pues no quieren perder – respondió, nervioso, el Ruiseñor.

– ¡Qué ingenuos! Conmigo no podrán ni aunque traigan a su montón o a todos los habitantes de Asia Menor. ¡Imposible! Nada ni nadie se puede comparar con mi poder.
– ¿Tan segura está? – dijo, secamente, el Ruiseñor.
– Así es – y, más seca, todavía, contestó la flor.
– ¿Y qué pasaría si le fallara la conversión? – intentó poner a su ama en situación.
– ¡Eso no puede suceder! – respondió, Petunia, sin quererlo creer.
– ¿De verdad? – siguió el Ruiseñor con la misma canción.
– Bueno, sí y no, podría ser, pero no lo quiero ni pensar, así que vamos a actuar.
– Sí y actuaremos, pero, dígame: ¿qué pasaría? – insistió, más aún, el ave.
– ¡Ay, no!¡Qué horror! Se me pararía el otro medio corazón y me marchitaría. No obstante, todo está bastante pensado y, definitivamente, no puedo errar.¡No me puedo equivocar! ¿Has oído, pájaro impertinente? Así que eso no lo digas más; además, estás aquí para ayudar sin más. Vamos, ahora, prepara mi maceta mullida, que quiero descansar.

El Ruiseñor, a pesar de beber los vientos por Petunia a raíz del encantamiento, se estaba empezando a cansar del trato de su flor y hasta pensaba en la sublevación, pero, por el momento, le preparó el lecho y todo el palacio durmió.

Pasaron las horas de oscuridad y, poco a poco, se fue levantando el negro telón para dar paso al primer rayo de sol y, justo ahí, el Sapito mandó su petición.

Los refuerzos no tardaron en llegar: Or, Yo y todo el montón ¡Qué maravillosa situación! Fer, Inés, Mariela, Elena, Irene, Nerea, Rosa, Elena, Carmen, Espe… Se unieron al batallón de Marga, Mari y el Sapito con energía e ilusión para derrotar a la malvada flor. Tampoco quisieron perderse la ocasión las familias de Mariquita y del Sapito, que no dudaron en entonar una canción, pero, por desgracia, se me olvidó.

Nuestros tres amigos estaban exultantes de emoción y no tardaron en pasar a la actuación: Marga y Mari iban montadas en el lomo rugosos del anciano Sapo y el montón en los otros sapitos de su familia ¡Qué alegría ver a tanto personaje junto emprender la misión!

No encontraron dificultad alguna para traspasar el umbral del Palacio de la Luna y el Sol ¡Qué extraña situación!, aunque, a medida que fueron adentrándose más, todo se tornó en complicación.

¿Queréis saber por qué?

Pues no os queda más remedio que esperar a la próxima entrada de mi blog. Venga, tened paciencia, poco a poco nos vamos acercando a la resolución.

Moraleja:

¿Confiamos, verdaderamente, en nosotros mismos? Porque Petunia, una vez que le ha preguntado el Ruiseñor acerca de la conversión de Marga, ha dudado un montón.

Creer en nosotros mismos es clave para superar situaciones difíciles en la vida porque, de lo contrario, todo puede ir peor. Entonces, avanti y a la acción.

Besos y abrazos, a mis lectores, de todo corazón.

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