Había dejado a nuestros queridos amigos Marga, Mari, Sapito ,junto con sus familiares y todo el montón, en el interior del Palacio de la Luna y el Sol, os acordáis ¿verdad? Muy bien, pues vamos a continuar.
Nuestros protagonistas no daban crédito de lo fácil que les había resultado entrar, pero no dudaron en cambiar de opinión ante lo que vieron sus asombrados ojos. Venga, ¿qué creéis que divisaron? Pensad en 1, 2 y… 3 ¿No se os ocurre nada? Bueno, está bien, os lo digo yo; se encontraron ante un enorme laberinto de puertas de todos los colores, tamaños y formas que se puedan imaginar.
Margarita, Mariquita y el Sapito, no tardaron en imaginar que aquella «enredadera de entradas y salidas» era debida a un ardid de la flor infeliz. ¡Y, efectivamente, así era! Unos meses atrás, Petunia, lo había dispuesto todo para que, una vez que llegaran los invitados al vestíbulo principal, les costara mucho dar con su habitación, pues le encantaba divertirse con las dificultades de los demás.
– ¿Qué podemos hacer, Sapito? – preguntó el insectito. Madre mia, si aquí casi hay más puertas que personajes.
– Querida Mari, tampoco exageres ¿eh? Déjame pensar un instante, pues algo se me ocurrirá, ya verás; permanece tranquila, no pierdas la paz ¿de acuerdo? – dijo el Sapo, intentando tranquilizar a Mariquita.
– Ains – suspiró la pequeña Pizpireta.
– Tranquila, de verdad, que alguna buena idea me vendrá. Confía en mí, pequeña, ya que soy el más anciano del lugar y seguro que te podré ayudar; bueno, a ti, a Marga y a nuestro querido «montón». Ah, espera, que ya me está llegando una idea… Sí, aquí está; a ver qué os parece: Creo que lo mejor, en este caso, es que formemos grupos de acción para dar con el corazón de esta gran mansión.
– Sapito – interrumpió la Princesa Margarita – yo también he confiado siempre en ti, pero esto de los grupos no termino de verlo y es que, ¿acaso se te ha olvidado aquello de que «la unión hace la fuerza»?
– Ya, Marga, en eso tienes razón, pero tú también debes recordar que «el tiempo es oro» y, yo, ya he perdido la cuenta de todo el que se nos ha escapado con tanto ir y venir. ¡Qué cosa extraña es el tiempo! – respondió, tajante, el anciano Sapo.
– Pues, es cierto. Jo, los dos tenemos razón. Entonces, ¿qué es lo que debe prevalecer: La unión o el tiempo? – preguntó la princesa con bastante desazón.
– Marga, Sapito – interrumpió Mariquita – si me dejáis hablar, quizá os pueda iluminar, pues creo que he encontrado la solución gracias a vuestras explicaciones.
– Sí, habla, claro, no pierdas ni un segundo – dijo, entusiasmado, el Sapo – que tenemos que actuar.
– Por supuesto, Mariquita, dinos – habló, nerviosa, la princesa.
– Veréis, pienso que debemos permanecer unidos por la sencilla razón de que siempre que hemos actuado así, nos ha ido infinitamente mejor; sólo tenéis que pensar en lo fácil que nos ha resultado traspasar este umbral; además, a estas alturas de la historia, no creo que importe demasiado si tardamos más o menos en saluda a la reina flor – dijo, el insecto, con rotundidad.
Mariquita convenció con su razonable intervención a Marga, al Sapito y a todo el montón, pero, justo, cuando iban a reanudar la marcha, le surgió una cuestión: Ay, esto no lo había pensado, ¿qué puerta elegimos para empezar? No sé, ¿dejamos volar la imaginación o seguimos nuestra intuición?
– Queridos míos, ¿qué os parece si pasamos por la que dice «Cuentos que llegan al corazón»? – dijo, Marga, sin dudar.
– Bueno, ¿por qué no? . respondió el Sapito. Pero, dime, princesa bella, ¿me podrías decir la razón que te ha llevado a esta elección? – pregunto, curioso, el Sapo.
– ¡Puf! Pues no sé, somos personajes de cuento y a Petunia le falta medio corazón; un momento, eso no es razón; en realidad, simplemente, seguí mi intuición – respondió la princesa un poco ofuscada.
El Sapo, Pizpireta y los demás asintieron de corazón, aunque, acto seguido, se hizo un gran silencio al no saber qué se iban a encontrar al traspasar ese nuevo umbral; el único que no tuvo miedo fue el anciano Sapito y, por eso, condujo la expedición. La puerta, que eligieron, se abrió y les embargó la fascinación, a pesar de que a Marga le falló la intuición. Se encontraron con una enorme sala llena de réplicas exactas de cada uno de los personajes: Or, Yo, Margarita, Mariquita, el Sapo, Fer, Inés, Irene, Mariela, Elena, Reme, Rosa, Sonia, Amapola, Isabel… y hasta de la malvada flor (hasta pensaron, por un instante, que era real y empezaron a temblar); todas las figuras tenían un botón dorado en su mano derecha con la siguiente inscripción:
SI QUIERES CONOCER MI HISTORIA, NO DUDES EN PULSAR ESTE BONITO BOTÓN
Y, acto seguido, se armó un gran revuelo, pues todos y cada uno se marcharon corriendo, pues estaban ansiosos de recordar las historias de sus vidas, a pesar de que, todavía, les quedaba mucho por recorrer. Así, risas y llantos, llantos y risas se escucharon por doquier, hasta que el Sapo Azul – Grisáceo, de nuevo, organizó la situación: Un momento, por favor, esto me parece fenomenal y es que me llena de alegría que hayáis podido disfrutar de este espectáculo tan original, pero creo que lo más sensato es que escuchemos las historias de Mariquita, Margarita, Petunia o, incluso, la mía por si alguna pista nos pudieran dar; eso fue lo que hicieron, pero, para su desconsuelo, esos relatos finalizaban en la sala de los «Cuentos que llegan al corazón» ¡Qué profunda desilusión!
– ¡Pues vaya! ¡Qué desazón! ¡No aguanto más esta situación! – dijo Mariquita, muy triste.
Sollozos y más sollozos inundaron la habitación, pues ninguno sabía cómo actuar, y la meta, que ya parecía cercana, de nuevo, se volvía a alejar ¡Vaya fatalidad!
Mientras tanto, en la Sala de la Ilustrísima y Excelentísima Reina del Palacio de la Luna y el Sol, es decir, en la habitación de Petunia…
– De verdad, esto ya es una sinrazón, ¿por qué se me ocurriría contratar a los Hermanos Escuadra y Cartabón para realizar aquella construcción? ¡Qué jaleo han montado con tanta puerta desigual! Justo ahora que quiero que vengan rápidamente, me encuentro con esto; ¡Arg! ¡Se me está acabando la paciencia y hasta mi hermoso tallo se está doblando del estrés – comentó, Petunia, muy exaltada.
– Recuerde, mi magnífica ama, que usted la mandó construir así para que sus «invitados» no encontraran, con facilidad, su habitación; y es que siempre le ha gustado juntar con los demás, es su máxima diversión ¿o no? – dijo el Ruiseñor.
– ¡Ay, Ruiseñor impertinente! aunque tienes algo de razón; eso era antes, hoy todo ha cambiado y quiero que lleguen a este lugar a la voz de «ya».
– Sí, claro, me parece fenomenal, pero ¿cómo lo piensa lograr? – preguntó el pájaro cantor con algo de ironía.
– Con tu ayuda, mi amor – Petunia cambió el tono de voz para que el Ruiseñor le prestara una gran atención -; vuela hasta la sala de los «Cuentos que llegan al corazón» .
– Mi adorada Petunia, reina de mi corazón emplumado, yo lo haría de buen grado, pero no ha caído en una consideración – volvió a decir, con ironía, el pájaro.
– ¿Cuál? ¿Ya estamos poniendo inconvenientes? – dijo, malhumorada, la flor.
– No, pero es verdad, esta gente no me estima ni en un real, pues no he dejado de engañar y me he reído del Sapito sin parar. ¿Por qué ahora me tendrían que escuchar? – explicó, con algo de pena, el Ruiseñor.
– Porque no tienen otra elección; simplemente por eso, así que si no te siguen, se volverán a liar. Ea, pues, no se hable más y a actuar – respondió, enérgica, la flor.
El Ruiseñor obedeció sin mediar palabra y en un minuto – o dos – apareció en el dintel de la puerta y, tal y como había anunciado, la visita no fue del gusto de los que allí estaban, No obstante, les relató, con brevedad, su misión: «Mi reina me ha encargado venir a por vosotros para conduciros a su aposento, pues, de lo contrario, perderéis más tiempo ¡Qué cosa extraña es el tiempo! Ah, se encuentra muy nerviosa, así que no creo que sea bueno hacerla encolerizar ¿verdad?».
Ante semejantes palabras, el anciano Sapo Azul – Grisáceo se erigió en portavoz y así se expresó ¿Y ahora por qué tendríamos que fiarnos de ti? Nos has hecho sufrir a Mari y a mí.
– Es verdad, tienes toda la razón, pero tampoco estoy aquí para ganarme tu corazón; mi reina me ha encargado esta misión y se acabó – dijo, con sequedad, el Ruiseñor.
De nuevo se hizo el silencio, todos los personajes se quedaron muy expectantes hasta que, de repente, Mariela, dada su gran espontaneidad, empezó a hablar: Vamos a ver ya de una vez ¿eh? Este Ruiseñor no me cae nada bien y, Petunia, puf, es lo peor ¡No puedo con ella! Pero yo ya quiero un poquito de acción y estoy cansada de tanta pregunta ante cualquier situación. Mirad, yo creo que no tenemos elección; seguimos al pájaro cantor y se acabó.
El auditorio vitoreó a Mariela, pues había expresado lo que todos pensaban y no se atrevían a contar: ¡Sí! ¡Bravo! ¡Queremos acción, mucha acción! ¡Aprovechemos esta situación!
Así, el batallón al completo, siguió al Ruiseñor atravesando puertas y más puertas hasta que divisaron un cartel luminoso y muy llamativo que decía…
Para saber lo que pasará, tenéis que esperar a la siguiente entrada de mi blog. Tened paciencia, que esto se está animando y ya estamos casi en el final.
Moraleja:
Es bueno siempre poner los acontecimientos en una balanza para ver qué es lo que más nos compensa en cada situación, pues no debemos tomar decisiones precipitadas ya que podemos encontrarnos con grandes problemas; seguid el ejemplo de Mari, Marga y el Sapito, porque ellos, antes de pasar a la acción, se interrogan una vez (o dos).
Y aquí tenéis otra moraleja más de regalo:
Déjate aconsejar por una persona amiga en los momentos de dificultad, pues ella busca tu bien y seguro que te podrá ayudar.
¡Besos y abrazos de cuento para mis queridos lectores!
¡Hasta mañana! 🙂
Leído!!! Ea, ya me puse al día 😀 Qué poquito queda para el gran desenlace. Deseando saber que pasará con Petunia que a cada paso que da la historia pasa de no gustarme nada a darme penita…
Muy bien, guapi; yo espero poder subir la siguiente entrada pronto, ya que el borrador está ok. Y, sí, ya va quedando mucho menos 🙂 seguimos sin conocer bien a Petunia 😦