Se escuchó un gran «no» tan lleno de «oes» retumbantes que no tardó en despertar, de su profundo sueño, a nuestra querida Mariquita y a todos nuestros amigos.
– No, bruja Cucaracha, no podrás derrotarnos – dijo Mari, dándose cuenta de que todo había sido un mal sueño.
– Pequeña, ¿qué te ocurre? ¿estás enferma? – le preguntó el anciano Sapo en tono sosegado.
– No querido Sapito, no creo que haya enfermado aunque, después de este horrible sueño, quizá tenga hasta alguna décima de fiebre.
– ¿Sí? No me digas ¿Quieres que te ponga, sobre el caparazón, un paño de Lluvia Primaveral? Es un remedio muy eficaz, ya verás – comentó el Sapo, que tenía remedios para todo. Y, por cierto, cuéntame de qué iba ese mal sueño, pues, ahora, me he quedado muy intrigado.
– Sapito, gracias por lo de la lluvia, aunque no creo que me haga falta, pues ya me voy encontrando mucho mejor. Y, en cuanto, a lo del sueño, puf, me estremezco de solo pensarlo – respondió, Mari, nuevamente, asustada.
– Tranquila, chiquitina, no hay nada que temer; cuéntamelo y ya verás como así te sentirás mejor aún – dijo, el Sapo, con tono tranquilizador.
– Sí, seguro que me vendrá bien. Verás, es que… ay, qué sueño tan atroz… La bruja Cucaracha había vuelto para derrotarnos; ¡Uf! Parecía tan real. ¿Acaso no será un presagio de que alguien desagradable nos va a venir a visitar? – comentó, Mariquita, más asustada.
– Eso, por lo pronto, no lo podemos saber, ya que la vida no está hecha y ni siquiera podemos intuir lo que nos va a pasar dentro de un minuto o dos – respondió el anciano Sapo Azul – Grisáceo.
– Jo, querido anciano, no me digas eso, que no aguanto esta incertidumbre – expresó el insectito con nerviosismo.
– Querida Pizpireta amiga,ya sabes que no sé mentir, otra cosa no puedo hacer que decirte la verdad; aunque, mira, escúchame, verás, casi, casi me atrevería a afirmar que Cuca no nos puedo hacer ya ningún mal, pues la Princesa Margarita se encargó de su final con ese último crack y, además, George remató la jugada arrojándola al líquido Arco Iris ¿no es eso verdad? – comentó el Sapo, mientras se intentaba convencer de su relato.
– Esas mismas razones argumenté yo en el sueño, pero Cuca, cada vez con más orgullo y soberbia, me las rebatía sin que pudiera hacer ni la más mínima reflexión – respondió, Mari, algo más tranquila.
– Pequeña, ¿recuerdas algo más? – preguntó, expectante, el anciano Sapo.
– Sí, aunque las palabras me vienen, cada vez, más difusas; me dijo algo así como que las cucarachas sobreviven a cualquier situación y me enunció el consabido refrán «Bicho malo nunca muere». ¡Ah! ¡Sí! Todavía hay más; mencionó sus estudios en Hechicería con los que, en un periquete, podría recuperar su aspecto original – explicó Mari, con un poco de confusión.
– Querida, ¿y es cierto que recuperó su forma originaria? – preguntó ,el Sapito, muy intrigado.
– Sí, claro, yo ya no vi a una Cuca ni aplastada ni quemada, al revés; estaba, incluso, mejor que antes de su crack – dijo Mari, muy segura de sus palabras.
– Uy, Mari, querido insectito, lo cierto es que has tenido que pasarlo muy mal en ese extraño sueño pero, ahora, déjalo estar que, como dijo aquel genio: «Los sueños, sueños son»; no le des más importancia e intenta calmarte; ya sabes que yo estoy contigo, confía en mí, por favor – expresó, el anciano, dulcemente para intentar que Mariquita se calmara.
– Claro que confío en ti, siempre lo he hecho, ya que me has ayudado muchísimo; eres el mejor compañero de aventuras que podría tener y, además, si no confío en ti ¿en quién lo podría hacer? Pero es que esa ensoñación era tan real ¿Por qué ha tenido que darse ahora? Con lo feliz que estaba. Jo, no sé, qué mal, puf… – Mari, por más que lo intentaba, no podía controlar los nervios.
– Para eso sí creo tener explicación; esto ha sucedido ahora, porque apenas ha pasado un día desde que el orden se restauró y todo, en la vida, lleva un proceso, necesita su tiempo ¡Qué cosa extraña es el tiempo! Así que, mi querida Mari, deja que tu corazón se coordine con tu mente y ya verás lo bien que te resultará; poco a poco se irán las pesadillas y comenzarán a aflorar los dulces sueños en los que todos reiremos, bailaremos y cantaremos o, mejor, asistiremos a las bodas de nuestras queridas princesitas con los príncipes George y Ruiseñor – dijo, el Sapo, embargado por la alegría al imaginar la situación nupcial.
– Ala, una boda por partida doble ¡Qué alegría! ¡Qué ilusión! Nunca he asistido a ninguna – rápidamente, el semblante triste de Mari dio paso a uno lleno de alegría.
– Pues eso, Mariquita, es tan real como que tú y yo estamos hablando ahora mismo aquí. Aguarda, escucha con atención los lejanos ecos de las campanas allá en el Reino de la Amistad, pues allí es donde tendrán lugar los casamientos y los esposos vivirán – habló, entusiasmado, el Sapito.
– Así que alégrame esa carita tan bonita, sácale brillo a tu traje negro y carmín, decóralo con bellas flores silvestres y di conmigo: «Ya me toca ser feliz» – repitieron, muy contentos, la última frase en más de diez ocasiones y lo mismo hicieron el resto de habitantes del Vergel.
¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Ya nos toca ser felices. ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Ya me toca ser feliz
– Y, ahora, querida Mariquita, durmamos un poquito más, que todavía es pronto para que despunte el alba y nos empecemos a engalanar – dijo el Sapo, tranquilo.
Enseguida, se quedaron dormidos Mari, el Sapito y el resto de personajes; al poco rato, Mariquita volvió a sumirse en un profundo sueño, pero ya no era atroz, sino que se encontraba repleto de dulces, caramelos y nubes de algodón de azúcar; ya no había Cucarachas, encantamientos ni flores malvadas, parecía un sueño a su medida y, el insectito, de ahí no se quería marchar.
Dos horas después, se hizo de día y el Gallo Despertador saludó al sol. Inmediatamente, todos nuestros queridos amigos se pusieron en pie y…
Si queréis saber lo que, finalmente, pasó, no dudéis en esperar a la siguiente entrada de La increíble historia de Mariquita Pizpireta y otras hierbas.
Besos y abrazos desde mi atalaya – habitación
¡Mañana más y mejor! 🙂