Este relato forma parte de uno de mis «experimentos literarios» fruto del curso de escritura creativa, al que asisto desde hace tres semanas. Hemos tenido que realizar diferentes relatos teniendo como protagonista a un ascensor llamado B-Otis. Espero vuestros comentarios ¿vale?
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Hola a todos, mi nombre es B-Otis y soy un anciano ascensor con heridas de guerra –abolladuras y arañazos varios-, debidas al paso de los años, aunque las más profundas las guardo en mi corazón.
Tras mucho tiempo, he decidido hacer pública la historia de mi vida y, en especial, la parte en la que conocí a la persona más divertida, vivaracha y estupenda del universo: mi mejor amiga Noa.
Ay, Noa, Noa, no te puedes ni imaginar lo que echo de menos tus preguntas infinitas, tus ojos de luna, que me miraban entusiasmados o aquellas tardes en las que compartíamos risas, pizza de jamón york y tarta de chocolate.
Una vez nos prometimos que jamás, pasara lo que pasara, nos separaríamos, pero igual que una leve lluvia de primavera, te marchaste para siempre cuando decidiste irte a la universidad.
Sabes que me habría encantado acompañarte a ese “dichoso” lugar aunque, al final, no tuve la fuerza necesaria para hacerlo y me quedé en la Alameda de los Abedules esperando tu regreso primavera tras primavera, verano tras verano… Y ¡ay! Nunca más apareciste.
Lo cierto es que otros niños estupendos como Carla, Laura, Luis y Miguel, se esforzaron mucho en ser mis mejores amigos, pero todo resultó en vano.
Con ellos me reía, jugaba, cantaba, saltaba y, en general, me divertía o fingía divertirme, pues aquello no era ni la sombra de cada momento especial que viví a tu lado. Y es que tú eres y serás la criatura más fantástica del planeta: mi niñita de los grandes luceros color aguamarina y la piel de melocotón; aquella que parecía mi sombra hasta el día de la universidad.
Odio la palabra “universidad”, la odio con todas mis fuerzas y, todavía hoy, cuando han pasado decenas de primaveras, veranos, otoños e inviernos, no puedo evitar que vuelva a quebrarse mi dolorido corazón.
Noa, mi querida amiga, es posible que nunca leas esta carta ni el diario que voy a comenzar muy pronto – o quizá sí, no sé, es igual, qué más da…-; tampoco albergo esperanza alguna de que nos volvamos a encontrar, como la primera vez, así de casualidad ¡Es igual! ¡Ya todo me da igual! ¡El tiempo es el que me lo dirá!
A pesar de todo, este caduco ascensor está convencido de que su tristeza se irá desvaneciendo poco a poco, conforme vaya llenando cada una de las vacías páginas nacaradas del libro de nuestra vida titulado Por siempre Noa.
Y, sí, Noa, por siempre permanecerás conmigo en mis recuerdos, que son lo único que me queda de ti ¡Gracias por los momentos imborrables que me diste! ¡Hasta siempre!
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P.D: Y mañana… La primera página del Diario de B-Otis 🙂