Ya han pasado 16 años desde que se marchó Gloria Fuertes, una escritora excelente que me ha acompañado durante mi infancia, que ha ocupado en mi mente preciosos momentos de diversión. Ella rimaba que era un primor y, yo, para hacerle un homenaje os dejo un relato lleno de «rima rimera»; dicen que, cuando nos pasamos empleándola, podemos cansar al lector, pero hoy me da lo mismo y como el blog es mío, ahí os va. Feliz lectura.
No os podréis quejar ¿eh? Hoy andamos de rebajas, tenemos 2×1 en relatos.
Besos desde el Umbral de los Sueños.
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Doña Luna Lunera Cascabelera, una señora muy señoreada y Don Sol Solis, un señor muy peculiar, se han enfadado de verdad ¿Y a qué se deberá?
Ella quiere que sólo exista la noche para que todos los niños del mundo puedan tener dulces sueños de colores entre nubes de algodón, rodeadas de estrellas de suaves colores y olor a melocotón.
Él, en cambio, sólo quiere que haya día para que reine la paz y la armonía en los corazones de los pequeños cuando rían, jueguen, canten y bailen con una gran alegría.
Pasan meses y meses, semanas y semanas, días y días y no hay manera de que lleguen a un acuerdo los dueños de la noche y el día. Y, lo que es todavía peor, cada uno pone en juego su pesada artillería: Luna Lunera lanza estrellas fugaces de acá para allá y Sol Solis envía rayos gigantes que no dejan de fastidiar. ¡Puf! ¡Así no se puede estar! ¡Nadie lo va a aguantar mucho tiempo más!
De repente, cuando nadie lo esperaba y como salido de la nada, aparece Tinín, un niño chiquitín, con grandes mofletes, ojos de azabache, pelo de zanahoria y mejillas sonrosadas, en representación de todos los chiquillos del universo y les dice en alta voz: ¡Hola Sol! ¡Hola Luna! ¿Por qué no dejáis de regañar? ¿No os dais cuenta de que así no podremos aguantar mucho tiempo más? A ver si os enteráis de una vez de que las personas os necesitamos a los dos por igual para soñar, descansar, vivir y disfrutar ¿Os ha quedado claro ya? ¡Basta ya!
Entonces, los dos protagonistas, tras escuchar con gran atención las palabras del niñito, se dieron cuenta de lo mal que se habían comportado, dejaron de lado sus enfados y se convirtieron en los mejores amigos por siempre jamás, pero no comieron perdices porque les gustaban más los regalices.
Así, Sol Solis empezó el día dando luz, calor y alegría sin parar, mientras que Luna Lunera se fue a dormir muy feliz con su tropa de brillantes luceros de madrugada y esperó la llegada de la noche para comenzar con su trabajo.
Y, ahora sí, queridos lectores, esta historia se ha terminado. Espero que os haya gustado.