Amigos

Aquí os traigo, de nuevo, un relato cándido, tierno y con unas pinceladas de lirismo acerca de la soledad y la importancia de la amistad. Parece que he vuelto al redil de la literatura infantil, aunque creo que lo iré alternando con otro tipo de creaciones.

Espero que lo disfrutéis; además, se lee en nada y deja muy buen sabor de boca.

****

—¿Quieres ser mi amigo? – preguntó un unicornio llamado Lucero a un niño que se encontraba triste y solo.
—¿Es a mí? – contestó Jorge a media voz.
—Claro ¿acaso ves a alguien más por aquí? – dijo Lucero, que había visto algo especial en el alma de aquel pequeño.
—No, jo, tienes razón, pero es que nadie me ha dicho algo así antes. Nadie me comprende, nadie quiere jugar conmigo, nadie, nadie… Es que soy tan diferente.
—Bueno y yo, pero qué más da. Seguro que nunca has visto un unicornio que brille en la oscuridad y que lleve una pajarita verde con lentejuelas que relucen más que el mismísimo sol.
—Vaya, pues ahora que lo dices, no. Pero, oye ¿por qué alguien tan chuli como tú iba a querer ser mi amigo? Soy muy chiquitín y me muevo con dificultad.
—¿Con dificultad?
—Sí, tengo una fuerte cojera y, en vez de andar, parece que voy dando saltitos.
—Anda, mira, de eso no me había dado cuenta, pero ya tengo otra razón más para que seamos amigos para siempre; te llevaré sobre mi lomo y así no tendrás que preocuparte por caminar.
—¿De verdad?
—Sí, claro que sí, pero deja ya de preguntar ¿no?
—Vale…
—Juntos viviremos miles de aventuras sin parar.
—¿Y qué más?
—¿Es que quieres más? ¿No has tenido bastante?
—Uy, perdona, me dejé llevar por la emoción. Eso es muchísimo y no soy capaz de expresar la alegría que siento. Nadie, nadie me dijo esto antes, nadie, nadie…
—Tranquilo, no digas nada, no hace falta. He visto que tu rostro ha pasado de triste a feliz ¿Quieres ya algo de acción?
—¡Claro! ¿por qué no? Aunque antes tendremos que comer un poco ¿te parece? – dijo Jorge, pues era muy glotón.
—Me parece fenomenal; es que con tanta emoción se me olvidó pensar en comer. Tengo batido de grosellas recién hecho y una bolsa de chuches surtidas ¿te gusta?
—Mamá no quiere que coma chuches, aunque a mí me encantan y como no me ve…
—Venga, marchando una ronda de caramelos y un vaso de grosellas.
—Ay ¡qué rico todo! ¡Me chifla!
—Ya te digo. Anda, si hasta compartimos gustos ¡Qué alegría! ¡Qué ilusión! Si ya decía yo que teníamos que ser amiguitos.
—¡Claro!

Jorge, que no fue capaz de seguir expresando su dicha, se subió en Lucero. Mientras atravesaban sendas y más sendas, parajes y más parajes, bosques y más bosques, el unicornio no paraba de cantar, pues venía de una familia de artistas y llevaba el arte en las venas; siempre quiso ser famoso y, cuando conoció al niño, se estaba preparando para ello, pero decidió dejarlo hasta que éste fuera feliz para siempre. Juntos formaron un equipo inigualable: el de la amistad más verdadera.

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