Los números de 2014

Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un informe sobre el año 2014 de este blog.

Aquí hay un extracto:

Un teleférico de San Francisco puede contener 60 personas. Este blog fue visto por 860 veces en 2014. Si el blog fue un teleférico, se necesitarían alrededor de 14 viajes para llevar tantas personas.

Haz click para ver el reporte completo.

Anuncio publicitario

Lorian, el cuidador del museo

Aquí os dejo otro relato que se ha vuelto a alejar de la senda de la literatura infantil y juvenil. Aviso a lectores: no es apto para personas en estado de tedio, nostalgia o melancolía. Disfrutadlo 🙂

—–

El cuidador del museo acudió a la cita, apresurado. No había tenido tiempo de arreglarse para la ocasión, pero aquello no era lo más importante, sospechaba que si no acudía en el momento exacto todo podría cambiar y su destino dependía de ello.

Ya por la mañana se había levantado con una extraña sensación. Cuando se miró en el espejo no se reconoció. Algo en él había cambiado, no sabría decir qué. Saludó a su mujer, que parecía no notar nada. Hacía tiempo que sus palabras habían terminado.

Miró el reloj y aceleró el paso. Ya eran casi las diez. El tiempo parecía acortarse mientras que el camino era cada vez más largo, la ecuación espacio-tiempo se había roto, igual que su corazón. Cuando cruzó el umbral el reloj de la catedral daba la última campanada. Respiró aliviado. Suspiró….. Sí, a pesar de todo lo había logrado. Allí estaba puntual en el Bar del Olvido, un paraje nauseabundo que respiraba pensamientos agrios, taciturnos y hastiados de vivir.

El dueño, una silueta enjuta y apenas imperceptible, se pasaba las horas agazapado junto a la barra, como si de un león hambriento se tratara, esperando a sus presas para darles el veneno de la felicidad momentánea; aquella noche, no había muchas: dos, sólo dos, que mantenían una conversación profunda sobre el Madrid– Barça de la jornada anterior.

Lorian no cruzó palabra alguna con ninguno y ellos tampoco fueron capaces de dirigirle un simple hola de cortesía, así que se quedó callado en una esquina a la espera de su visita especial. Dieron las doce, la una, las dos, las tres y, por primera vez desde que llegó a aquel agujero, una voz de ultratumba le informó de que debía marcharse, pues había llegado la hora de cerrar.

Las dos presas salieron juntas y ni siquiera se despidieron; tomaron direcciones opuestas y se fundieron con el ambiente.

El cuidador del museo se resignó y no le quedó más remedio que marcharse también ¡No podía creer que aquella persona misteriosa, la fuente de su necesaria mejora, no hubiera hecho acto de presencia! ¡No, no podía ser pero… fue!

Fuera, el panorama era todavía más espantoso que en el interior: una neblina de mil demonios había cubierto la ciudad de Madrid. A pesar de todo, Lorian no perdía la esperanza de encontrarse de una manera fortuita con su salvación. Caminó en dirección a casa, como un fantasma, con leves pasos envenenados por recuerdos amargos, sueños rotos y deseos malogrados: estudió Bellas Artes para terminar como un mero vigilante de sala; se casó con Claire porque era su amiga de siempre y, al final, se cogieron cariño pero, jamás, estuvo enamorado de ella; la pareja decidió tener hijos porque todos sus amigos había sido padres y, fruto de una noche de sucedáneo de amor, nacieron los trillizos Joel, Jim y Joss.

Su vida había sido una auténtica farsa sinsentido, pero jamás tuvo el coraje de cambiarla hasta ese día. ¡Ay, ese día! ¡Esa extraña noche!

El silencio, de pronto, quedó sesgado por una voz ensordecedora, que repetía de forma intermitente su nombre: ¡Lorian! ¡Lorian! ¡Lorian! Y éste no tardó en preguntar con un hilo de voz: ¿Quién eres? ¿Qué vienes a buscar aquí? ¿Qué quieres de mí? Déjame, por favor, no me hagas daño. Si vienes a robarme, llévate todo lo que te plazca, pero déjame; soy un pobre cuidador de museo y mi mujer y mis hijos me necesitan, por favor, por favor, por…

La voz enigmática interrumpió sus palabras para empezar su intervención: ¿A qué viene tanta explicación? Yo te conozco mucho más de lo que quisieras. Podías haberte ahorrado esa palabrería vana. Lo sé todo de ti desde que naciste o incluso antes y que hoy habías salido del museo con la esperanza de cambiar tu destino para siempre, pero ¡Oh no! ¡Los astros se han confabulado en tu contra para que tu cita nunca apareciera! ¡No! ¡No apareció! ¿Y ahora? ¿Qué harás? ¿Seguirás desarrollando el mismo papel mediocre como acostumbras? ¡Mediocre! ¡Eres mediocre, Lorian! ¡Un mediocre! ¡Una mediocridad de espanto!

—Por favor, pare, no aguanto más sus atronadoras palabras; si sigue por esa senda, me hará enloquecer. Déjeme, me está asustando, de verdad, no me haga daño, déjeme. Sólo quiero volver con mi familia.

—Claro, claro, justo ahora, quieres ir con esos a los que jamás has querido de verdad pero ¿por qué? ¿De qué te serviría? Y, ¿de qué les valdrá a ellos? ¿Por qué no tienes el valor de tirar por la borda tu inútil pantomima? Quizá te haya servido con esas pobres criaturas infelices venidas a menos pero conmigo es distinto, muy distinto. Yo estoy por encima de eso ¿sabes? Tú no me conoces, o bueno, sí, has hablado de mí en alguna ocasión, aunque pronto me has olvidado ¡pobre infeliz! Olvidarme a mí…

—No, no, no… no siga, por favor; seguro que se ha equivocado… no tengo dinero… soy un pobre hombre… por favor, no, no, no… —Lorian, inundado por el pánico no era capaz de ordenar sus pensamientos que navegaban atropellados por los senderos más recónditos de su alma.

—Por mucho que implores, voy a seguir, así que calla ya ¿Me has oído? ¡Ya! ¡Bien! ¡Parece que lo he conseguido! Continúo, pues. Siempre te he seguido muy de cerca, por ejemplo, cuando casi falleces en el incendio del museo hace una década o cuando te adentraste tanto en el mar que estuviste a punto de morir ahogado en tus pensamientos; allí estuve tentado de hacer de las mías y llevarte conmigo pero, al final, conté hasta diez, me detuve y te concedí otra serie de oportunidades, aunque ha sido en vano; no has valorado nada de lo que te rodea y vas a peor: vives o finges vivir, te mueves por instintos inertes y todo te resulta nimio. ¿Por qué? Por nada, ínfimo cuidador de nada ¿Qué vas a custodiar si ni si quiera eres capaz de salvaguardar tu alma ni la de los tuyos? ¿Cuál es la lógica de tu presencia en este mundo? Dime, ¿cuál es esa lógica ilógica?

—De verdad, ya he tenido bastante, ya he aprendido la lección; quiero cambiar, sí, cambiaré. Dejaré a Claire, aunque se le parta el corazón en miles de pedazos imposibles de reconstruir; intentaré querer a mis hijos, lo prometo y buscaré otro trabajo que me haga sentirme mejor, pero déjame, te lo imploro, déjame. Además, ¿por qué no alcanzo a ver tu rostro? ¿Por qué te escondes entre la niebla?

—Ya es tarde, ya es demasiado tarde, la decisión está tomada. ¿Mi rostro? Ja, ja ja, ja ¿quieres verlo? ¿Verdaderamente lo deseas? Yo que tú me lo pensaba un poco o bueno, vamos allá; tuviste demasiado tiempo para mejorar y no lo has hecho, así que…

Y, cuando el siniestro personaje se giró en dirección a la única farola furtiva que quedaba iluminada, entonces el cuidador se apagó para siempre al contemplar en aquel su propio rostro. La muerte, su anfitriona aquella noche y compañera infatigable durante sus cuarenta inviernos ruinosos, le sobrevino por sorpresa y, desde luego, cambió su destino para siempre, vaya que si lo cambió ¿Motivo? ¿Culpa? Terminar con una vida de tedio absoluto que no conducía a ninguna parte más que a un sufrimiento impracticable, a una abulia existencial imposible, a un nihilismo radical a nada, a nada, a nada.

Lucero All Star

Mi primera «incursión» en el maravilloso mundo del Periodismo; en realidad es un relato – entrevista con un personaje muy especial: un unicornio frívolo, divo y con un ego enorme. Creo que las risas están aseguradas. El escrito me sirvió para practicar el diálogo.

Reino Maravilla, 24 de noviembre de 2014

Un unicornio de apenas 24 años consigue convertirse en la estrella revelación del momento con su single “Soy un divo, oh sí”, tras haber ganado el talent show Operación Fantasía. “Estrellas de hoy” ha podido hablar con él y esto es lo que nos ha contado. Redacción: Pepi de Colores.

“Poseo una gran facilidad para la canción y provengo de una familia de artistas”

—¿Le fue muy difícil ganar el concurso?
—Para nada, fue pan comido, ya que poseo una gran facilidad para la canción y, además, provengo de una familia de artistas: mi padre es cantaor de flamenco y mi madre es bailaora.
—Ah, interesante. Ya veo, ya. Entonces, ¿podemos decir que de casta le viene al unicornio?
—¡Eso es! Yo no lo podría haber definido mejor ¿seguimos?
—Sí, claro, faltaría más, no se me impaciente. ¿Cree que, además de ese don, hay algo más que ha tenido que ver con su triunfo?
—Por supuesto. Se me olvidó comentarle que brillo en la oscuridad, tengo luz propia ¿sabe? Soy una estrella con mayúsculas, la cámara me quiere, el público me adora y es que arraso por donde paso, oh yeah.
—Perfecto ¿y qué me dice de su característica pajarita verde con lentejuelas relucientes?

—Ejem, veo que los de su gremio se percatan hasta del más mínimo detalle. Usted es un paparazzi en toda regla. Le cuento: es mi pajarita fetiche, me la regaló mi abuela materna cuando comencé a hacer bolos con mi banda “Unicornio y tú” y, desde ese momento, no me ha le quitado para actuar.
—Hablando de la banda, ¿qué ha sido de ella? ¿por qué decidió dedicarse a cantar en solitario?
—En fin, fue una etapa bonita a la vez que difícil. Al principio todo parecía un camino de rosas, pero cuando llegó la crisis y nos dejaron de llamar, vinieron los problemas. Además, mi corista, que en aquella época era mi pareja, se fue con el unicornio batería.
—¿Lo pasó muy mal?
—Sí, bueno, no se crea. A mí ella tampoco me gustaba tanto, no era ni mucho menos el amor de mi vida, pero ya tenía bastante con mi precioso cuerno de nacimiento como para que me colocaran otros dos de golpe. Fue más un tema de orgullo que otra cosa y decidí terminar con el grupo, sólo eso.
—Cambiemos de tercio ¿le parece?
—Usted dirá.
—Ahora que está en plena gira ¿tiene alguna manía confesable o un objeto que nunca puede faltar en su camerino?
—Tanto como objeto no, aunque no soy capaz de lanzarme a cantar si antes no he disfrutado de un plato de grosellas de primera calidad y de un cuenco de chucherías surtidas. Confieso que soy adicto al dulce, es mi debilidad. Y, en cuanto a la manía… La verdad es que soy bastante normal ¿no cree? Bueno, me gusta estar solo durante una hora para así poder dar luego lo mejor de mí, necesito concentrarme al máximo.
—Estupendo ¿me podría decir qué planes tiene para el futuro inmediato?
—De momento, seguir con la gira y después grabar un disco de duetos con los unicornios más punteros del panorama musical actual. También me he planteado trabajar con humanos, aunque todo se andará; son sólo proyectos.
—Un consejo para los jóvenes como usted que quieren hacerse un hueco en este mundo.
—Que estudien, que se formen, que sean ellos mismos y que perseveren, pues aunque se cierren algunas puertas, seguro que se abren otras tantas ventanas.
—Pues hasta aquí la entrevista Lucero All Star, muchas gracias por su amabilidad, ha sido un verdadero placer. Espero que nos volvamos a encontrar.
—Gracias a usted por su tiempo, me he sentido como en casa. Os espero a todos en las mejores pistas de baile, oh yeah.

Cuando crees que lo tienes todo

La costumbre siempre ha hecho que escribiera mis relatos en tercera persona pero, a raíz del curso de escritura, ha empezado a cobrar mucha fuerza el «yo» y el «tú»; la verdad es que me siento como pez en el agua cuando tengo que sumergirme en mi interioridad.

Aquí os dejo uno que habla al tú, que te habla a ti querido lector, así que, sin más dilación, vívelo.

****

Cuando crees que lo tienes todo, que has encontrado el camino recto de baldosas amarillas, te das cuenta de que has ido por la vida dando bandazos sin rumbo.

Cuando crees que tu vida es plena, descubres que te falta una pieza fundamental: tu amigo del alma, tu anciano ascensor, el eterno compañero de aventuras que cualquier niña de siete años habría querido tener.

Cuando crees que continúas siendo la misma Noa de siempre, descubres que apenas queda el más mínimo resquicio suyo.

Y, ¿Por qué? Pues, por eso, porque no tienes a tu amigo junto a ti para que comparta tus alegrías y tus penas.

Y, ¿Por qué? Porque no supiste pedirle, con la mano en el corazón, que te acompañara a la universidad. Sí, a la “dichosa” universidad.

Porque antepusiste tu dicha a la de los dos; porque fuiste una verdadera egoísta y, ahora, ¿qué?

Ahora ya no tienes nada que hacer, muchacha; aguántate y recréate en tus recuerdos porque no hay más: Sólo recuerdos ¿O sí? ¿Tú qué piensas?

Siempre puedes lanzar un grito desesperado al vacío, llorar hasta que no te quede una sola lágrima y patalear hasta romper los peñascos más duros ¿verdad? Creo que ya no hay más.

¿De qué te ha servido todo lo que construiste si, en un segundo, lo destruiste? ¿De qué? De nada, ya lo ves.

¡Ah! También se me ocurre algo mejor: puedes intentar recuperar el tiempo perdido siguiendo la estela de tu amigo fiel, pero no sé. ¿O es que tu orgullo es tan fuerte que no te deja ir todo lo rápido que te permitan tus pies?
Venga, lánzate, pon en marcha tu plan de búsqueda si todavía quieres saber de él. Lucha, lucha hasta desfallecer si es que deseas alcanzar la plenitud de una vez. Vamos, muévete y que nada ni nadie te pueda detener. Corre sin mirar atrás hasta encontrar a George y no separarte de él jamás ¿Me has entendido? ¡Jamás! Y no se hable más. ¡Jamás!