Ciao, Camelia, Ciao

          A primera hora de la mañana, la vecina de enfrente sacó una gran bolsa de basura de casa y la arrastró hasta el contenedor verde que había en la calle. La señora Camelia, mi vecina desde que tengo uso de razón, una mujer afable, pero con un rictus que hacía entristecerse al que se cruzara con ella, miró con decisión a ambos lados de la angosta carretera y, acto seguido, tiró en el contenedor verde de la esquina aquella bolsa enorme con toda la fuerza, que parecía haber perdido hacía años. En ella, se encontraba la inmundicia de sus años, la polvareda de sus anquilosados recuerdos y la porquería de lo más recóndito de su alma; en ella se hallaba todo aquello que debería haberse marchado el día que su marido Amadeo pasó a mejor vida.  Sin embargo, esclavizada por una absurda nostalgia decidió dejarlo  hasta que se liberó de ella definitivamente, de ese pasado de flores y alcohol barato. ¡Sí! ¡Tenía que empezar a vivir! ¡Qué paradoja! Tenía que vivir cuando apenas le quedaban unos pocos telediarios. Tenía que liberarse de las montañas de margaritas disecadas y descoloridas impregnadas con ron de la peor calidad.

         ¡Sí! Amadeo pensaba que con esas ingentes cantidades de flores tontas, propias de los jóvenes enamorados, lograría reconquistar a su esposa, pero no, ella se había marchado hacía muchos años a pesar de que compartían el mismo techo. ¡Sí! La señora Camelia, Came para los pocos amigos que aún conservaba, se había cansado de batallar en sendas perdidas, de intentar que su marido se curara y abandonara la “no vida” que llevaba, aunque siempre fue en vano. Por eso, el día del arrastre de la bolsa de basura, del cubo verde y de esa fuerza, que no parecía suya, pudo gritar también al mundo: ¡Hasta siempre, Amadeo, hasta siempre! ¡Hasta siempre, Came del pasado, hasta siempre! ¡Hasta siempre, flores tontas, hasta siempre! ¡Hasta siempre, recuerdos sin recuerdo, hasta siempre!

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2 pensamientos en “Ciao, Camelia, Ciao

    • ¡Jo! Muchísimas gracias, Mari Carmen. En verdad, me alegro mucho de que te haya gustado este relato y de que estés contenta con mis clases. Creo que uno de los mejores regalos que nos podéis hacer los alumnos a los profesores es que nos reconozcáis nuestro trabajo y, por eso, de nuevo te doy las gracias. Mucho ánimo y mañana más y mejor. 🙂

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