La costumbre siempre ha hecho que escribiera mis relatos en tercera persona pero, a raíz del curso de escritura, ha empezado a cobrar mucha fuerza el «yo» y el «tú»; la verdad es que me siento como pez en el agua cuando tengo que sumergirme en mi interioridad.
Aquí os dejo uno que habla al tú, que te habla a ti querido lector, así que, sin más dilación, vívelo.
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Cuando crees que lo tienes todo, que has encontrado el camino recto de baldosas amarillas, te das cuenta de que has ido por la vida dando bandazos sin rumbo.
Cuando crees que tu vida es plena, descubres que te falta una pieza fundamental: tu amigo del alma, tu anciano ascensor, el eterno compañero de aventuras que cualquier niña de siete años habría querido tener.
Cuando crees que continúas siendo la misma Noa de siempre, descubres que apenas queda el más mínimo resquicio suyo.
Y, ¿Por qué? Pues, por eso, porque no tienes a tu amigo junto a ti para que comparta tus alegrías y tus penas.
Y, ¿Por qué? Porque no supiste pedirle, con la mano en el corazón, que te acompañara a la universidad. Sí, a la “dichosa” universidad.
Porque antepusiste tu dicha a la de los dos; porque fuiste una verdadera egoísta y, ahora, ¿qué?
Ahora ya no tienes nada que hacer, muchacha; aguántate y recréate en tus recuerdos porque no hay más: Sólo recuerdos ¿O sí? ¿Tú qué piensas?
Siempre puedes lanzar un grito desesperado al vacío, llorar hasta que no te quede una sola lágrima y patalear hasta romper los peñascos más duros ¿verdad? Creo que ya no hay más.
¿De qué te ha servido todo lo que construiste si, en un segundo, lo destruiste? ¿De qué? De nada, ya lo ves.
¡Ah! También se me ocurre algo mejor: puedes intentar recuperar el tiempo perdido siguiendo la estela de tu amigo fiel, pero no sé. ¿O es que tu orgullo es tan fuerte que no te deja ir todo lo rápido que te permitan tus pies?
Venga, lánzate, pon en marcha tu plan de búsqueda si todavía quieres saber de él. Lucha, lucha hasta desfallecer si es que deseas alcanzar la plenitud de una vez. Vamos, muévete y que nada ni nadie te pueda detener. Corre sin mirar atrás hasta encontrar a George y no separarte de él jamás ¿Me has entendido? ¡Jamás! Y no se hable más. ¡Jamás!